•La Universidad de los Niños lideró el taller ¿Cuál es tu centro?, que se realizó este sábado 12 de agosto en el Claustro San Ignacio.
•El evento se hizo en el desarrollo de Camina pa’l centro, iniciativa social y cultura que propone la apropiación de esta zona de la ciudad.

El centro huele. A papaya, a piña oromiel dulcecita, también a ladrillo, a yerbas y a incienso. El centro se siente. Rugoso, como las piedras desmenuzadas en el pavimento o los escombros de un edificio ignorado por la historia; liso, como las cintas de satín que compra la señora en la Bombay para la fiesta de quince años de su hija o las barandas del tranvía de las que se agarra la mamá a la que a su vez se agarra el niño para no caer; o, peludo, como las cobijas ecuatorianas con tigres y pandas que se asolean en Maturín o las fibras del mango maduro que se enredan entre los dientes. El centro también suena. A “un litro de helado por tan solo dos mil pesitos”, a pitos de carros, a salsa timbalera, a megáfonos que ofrecen cinco mandarinas por mil, a la voz del auxiliar de policía del Metro que dice “señor usuario, despeje el área de las puertas”.

Y los niños reconocen la poesía de estas calles. “Es como la barriga de la ciudad, allá uno encuentra todo lo que quiera”, dijo David Pino de seis años, uno de los asistentes al taller ¿Cuál es tui centro?, una actividad que realizó la Universidad de los niños EAFIT este sábado 12 de agosto en el Claustro San Ignacio de Comfama.  

Para empezar el taller, los desconocidos se conocieron danzando y jugando, porque, como decía el antropólogo George Amos: “El juego es donde inicia el conocimiento”. Todos imaginaron que un aldeano llegó al centro de la ciudad y, entre canto y canto, tenían que interrumpir la música con un sonido de este lugar. Así, los niños se convirtieron en automóviles, buses y en vendedores de aguacate, pescado y mazamorra. 
Luego, el centro llegó al salón en pequeñas cajas para curiosear con los sentidos. En algunas, las narices encontraban olor a café o a hierbas aromáticas; en otras las manos se encontraban con ladrillos diminutos, cintas de tela o algodón. Para las orejas también hubo festín: pregones callejeros, guitarras destempladas, motores en arranque, silbidos de frenos, culebreros, el retumbar de un desfile de la Virgen del Carmen, el Grupo Niche y el Binomio de Oro.
Con los olores, sabores y sonidos, los niños evocaron imágenes de su vida. A Sara, de ocho años de edad, al oler el café le recordó que algunos de los lugares del centro huelen a tinto, bebida que su abuela le dio a probar por primera vez mientras le contaba historias.  David en cambio pensó en los vendedores de frutas de la avenida Oriental, que “venden mucho mango por todo lado”.
Luego, vino el momento de escribir y dibujar. ¿Qué conoces sobre el centro?, ¿cuáles cosas te gustan de él?, ¿cuáles no? eran algunas de las preguntas que los niños respondieron con crayola en mano. La iglesia de la Candelaria, la Casa Barrientos, el Museo de Antioquia, las gordas de Botero, el edificio Coltejer, el parque San Antonio y el Teatro Pablo Tobón Uribe son los lugares del centro que los niños más conocen. Además, cuando ellos piensan en esta zona de Medellín se les vienen palabras como menta, crispetas, pescado, humo y viento. Cuando les preguntaron qué los hace sentir el centro, escribieron alegría y sorpresa.

Con juegos, experimentación, conversaciones y preguntas, los saberes sobre el centro iban de un lado al otro del círculo que formaron los niños, figura que “representa la igualdad de todos en la construcción del conocimiento y favorece el diálogo”, dijo Marcela Gutiérrez, asistente de contenidos de la Universidad de los Niños. 

Algunos participantes como Sara Rodríguez, de ocho años, nunca habían visitado esa zona de Medellín. Otros, en cambio, ya tenían una relación con el territorio, como Salomé, quien decía: “En el centro me sacaron la tarjeta de identidad”, o  Susana, quien expresó: “Yo conozco La Playa, es muy grande y pasan muchos carros”.

Terminando la tarde, las preguntas y comentarios no paraban: “¿Por qué hay tantos cancioneros en el centro?, “hay muchos señores que venden llamadas”, “hay partes que huelen feo”, “me gusta el centro porque aquí me traen a estudiar”. Cuando terminó el taller, los niños dijeron en una palabra lo que pensaban de él: “gracias”, “bonito”, ”bien”, “súper”, “emocionante”. Cuando le preguntaron a Susana si le gustaría conocer más del centro en otro taller como este, abrió los ojos, sonrío y dijo: “¡Sííí!”.

​Niños de diversas partes de la ciudad participaron en el taller ¿Cuál es tu centro?, liderado por la Universidad de los niños EAFIT en el marco de Camina pa’l Centro, iniciativa social y cultural para la apropiación de esta zona.

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