Ninguna violencia contra la mujer es pequeña, ninguna debería ser invisible

No se ve, pero la sufren. En este momento mujeres en todo el mundo —bebés, niñas, jóvenes, adultas, adultas mayores— están siendo víctimas de un drama que, al ser difícil de identificar, se escapa: la violencia invisible.

A propósito del Día Internacional de la Eliminación de las Violencias contra las Mujeres que la ONU estableció cada 25 de noviembre, expertos piden reconocerla y abordarla para combatirla desde lo cultural y lo jurídico.

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El cambio cultural que se requiere para eliminar las violencias contra las mujeres es responsabilidad de toda la sociedad. Acorde con esto, el pasado 8 de marzo, la comunidad eafitense firmó la Declaración por la Diversidad, la Inclusión y el Pluralismo que la Universidad presentó a la sociedad en general.

​​​Es violencia tener la preconcepción de que por ser mujeres, son ellas las que tienen que decorar la Navidad en la oficina. Es violencia revisarles el celular. Es violencia tratar de controlarlas. Es violencia quejarse porque nació niña y no niño. Es violencia el chiste sexista. Es violencia el comentario sobre su cuerpo. Es violencia que ellas mismas se resten méritos por ser mujeres. Es violencia ridiculizarlas, culpabilizarlas y chantajearlas.

Están ahí. Duermen y despiertan con nosotros. Desayunan, se suben al bus, van a la escuela, a la universidad, a la oficina, al cine... Son tan sutiles que no las vemos. Son llamadas violencias invisibles y, a propósito del Día Internacional de la Eliminación de las Violencias contra las Mujeres que la ONU estableció cada 25 de noviembre, los expertos piden reconocerlas, nombrarlas y delatarlas.

Natalia Velásquez Osorio, secretaria de las Mujeres de Antioquia, invita en esta efeméride a identificar y visualizar la manera en que la violencia puede llegar a escalar. Esto, dice, es fundamental para poder prevenirla. “Si habláramos de niveles, en el primero estaría la invisibilización de las capacidades de nosotras o cuando nos infantilizan o nos anulan. Ya en un segundo nivel se encuentran agresiones más explícitas, desde culpabilizar, chantajear a una persona con publicar o difundir contenido íntimo, ignorarla o la ley del hielo y eso hace referencia a la violencia psicológica”, dice para referirse a las violencias invisibles que luego pasan a otro nivel, el tercero, en el que se incluyen agresiones a la integridad física, emocional, sexual, con amenazas, armas, hasta cuando ocurre el feminicidio.

La violencia contra las mujeres es múltiple y dolorosa, cobra nuevas formas y muchas víctimas desde recién nacidas hasta ancianas. En eso coincide Patricia Builes Gómez, exsecretaria de Equidad de Género para las Mujeres de Antioquia, y se refiere como violencia invisible a los tratos que tienen que ver con la humillación, el desprecio, silenciar opiniones, el control económico, social y emocional, entre muchas otras manifestaciones.

“Cuando en el nacimiento se desprecia a una bebé por haber nacido mujer y no cumplir los deseos de una sociedad patriarcal. Cuando por eso se le niega la posibilidad de desenvolverse en su sexo biológico, se le imponen parámetros culturales y se le exige cómo ser, cómo comportarse. Cuando se le niega la alimentación por ser niña o se le imponen trabajos”, ahí, dice Patricia, hay violencia contra la mujer.

La sutiliza y la cotidianidad con las que se comenten incrementan el desafío de afrontar esas violencias latentes. También es así porque, tal como explica Adriana Posso Ramírez, coordinadora del Área de Inclusión y Equidad de la Universidad EAFIT, hay ocasiones en las que no son reconocidas ni por quienes las cometen ni por quienes las padecen. Por ejemplo, dice Adriana, conoció el caso en el que era común que alguien en un estatus de poder hiciera notar en un grupo cuando una mujer llegaba tarde, paraba las actividades y hacia comentarios en referencia a que quizás la tardanza era porque ella se estaba “arreglando”. Cuando era un hombre quien llegaba tarde eso pasaba desapercibido.

Eso paró cuando una de esas mujeres le preguntó a esa persona si era consciente de lo incómodas que las hacía sentir con esa actitud, si se había preguntado qué había en él que lo llevaba a hacer eso y si era consciente de que posiblemente estaba compartiendo el mensaje de que las mujeres le dan mucha relevancia al aspecto físico. Eso hizo que él fuera consciente, empezara a estudiar sobre equidad de género, reconociera y cambiara su actitud.

Eso es justamente lo que recomienda Adriana: hablar. “Tenemos que ser claros. Cuando algo nos incomoda hay que decirlo y no pensar que el otro entiende por sí solo que eso me está incomodando. Debemos poner límites en esas relaciones y eso no significa ser groseros, irrespetuosos o autoritarios. Eso le da la oportunidad a la otra persona de que revise su comportamiento y lo ajuste”, dice la eafitense quien, a propósito del Día Internacional de la Eliminación de las Violencias contra las Mujeres, propone un ejercicio: Todos los días al final de la tarde pensar en las propias actuaciones y preguntarse, por ejemplo, cuántas veces al día hago chistes sexistas, para qué los hago, qué que busco con ellos y a quiénes puedo haber afectado.

Es importante, reitera Adriana Posso, que tanto hombres como mujeres, incluidos cuidadores de niños y niñas, presten atención a este tema porque detrás de un comentario “inocente” o un chiste que se hace con “buena intención” se pueden estar perpetuando creencias de que las mujeres no son aptas para ciertas cosas y sesgos culturales que terminan, por ejemplo, creando currículos ocultos en procesos de selección a ciertos cargos.

¿Y las violencias huérfanas?

“Además de las violencias invisibles o sutiles, existe otra categoría conocida como las violencias huérfanas, que implica analizar las violencias contra las mujeres y la respuesta institucional existente para detectarlas, prevenirlas y atenderlas. Ahí pueden estar violencias invisibles, pero incluso aquellas visibles con grandes afectaciones a las mujeres", explica Carolina Lopera Tobón, coordinadora de proyectos de Valor Público, centro de estudio e incidencia de EAFIT, e investigadora de asuntos relacionados con equidad de género.

Uno de los casos que comparte Carolina para explicar el tema es que cuando se habla de violencia intrafamiliar se hace referencia a la intimidad de un hogar y el agresor es la pareja o expareja. En cambio, cuando se trata de un noviazgo, a pesar de que exista violencia física, psicológica, económica o patrimonial, pero no hay convivencia, se aborda como lesiones personales, desde otra perspectiva. A estas se les conoce como violencias huérfanas, que no tienen institucionalidad, porque cuando una víctima acude a las instancias se les responde que no han sido víctimas de violencia contra la mujer y eso tiene implicaciones en las posibles penas que se tengan que imponer.

​Por ejemplo, cuando se trata de violencia sexual o intrafamiliar hay un andamiaje institucional como ocurre con el Centro de Atención a Víctimas de Violencia Intrafamiliar (Cavif), el Centro de Atención a Víctimas de Violencia Sexual de la Fiscalía (Caivas), las inspecciones o las comisarías de familia en las que se pueden encontrar rutas de atención y protección. En el caso de las huérfanas esa institucionalidad no existe y no se establecen dentro de un delito claro, por lo que quedan desatendidas o se atienden bajo delitos genéricos, sin perspectiva de género. Reconocer que existen, dice Carolina, es el primer paso para combatirlas. Luego para atenderlas es necesaria su tipificación e incorporación en el código penal como un delito.

Es precisamente desde el punto de vista penal al que se ha acercado a este tema Mariana Toro Taborda, profesora de la Escuela de Derecho de la Universidad. Ella explica que la violencia contra la mujer en ese ámbito del Derecho se aborda desde las formas visibles y específicas, porque es ahí donde se imponen las consecuencias más gravosas a una persona. Por eso es que considera que esta no sería el área más legitima para afrontar este desafío, aunque lo que sí podría hacer el Derecho, con acciones afirmativas y atención diferenciada, es ayudar a garantizar que las mujeres ejerzan sus derechos sin verse condicionadas por micromachismos o estereotiopos.

Al respecto, Juan Carlos Álvarez Álvarez, profesor del Área de Ciencias Jurídicas de la Institución, menciona que en Colombia existen decisiones en varias cortes para que los funcionarios atiendan los casos de violencia con enfoque de género. Esto, menciona, está acorde con la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, conocida como Convención de Belém do Pará, adoptada en el año 1994 por los países de la Organización de Estados Americanos (OEA), entre estos Colombia.

El profesor explica que es en parte gracias a esa convención y a decisiones de la Corte Constitucional que las autoridades administrativas, de policía y judiciales deben atender los casos de violencia contra la mujer con enfoque de género, lo que implica, entre otras cosas, que sean las esas autoridades las que deben recaudar las pruebas en las denuncias.

Carolina Lopera, no obstante, reconoce que el enfoque punitivo en cualquier tipo de violencia contra la mujer se queda corto en la transformación de esta problemática​. Lo que se requiere es un cambio cultural profundo en el que comparten una responsabilidad los gobiernos y la sociedad en su conjunto. La tarea es hacerlas visibles y plantear procesos de transformación de las normas sociales que permiten que existan.

La sociedad, coincide Patricia Builes, solo puede hacer conciencia de este flagelo conociéndolo. Eso, desde su manera de ver, exige amplias campañas de difusión en las que la sociedad, incluidos hombres y mujeres de todas las edades y la empresa privada, empiece a hablar de esto como un asunto que no es natural, que no puede ser parte de la cotidianidad, que no tiene que ser y no puede ser denunciado.

En conclusión, dice Natalia Velásquez Osorio, actual secretaria de las Mujeres de Antioquia, “no hay una violencia pequeña, ponerle niveles ayuda a ver la manera en la que esta escala y a que podamos detenerla desde la primera agresión. Esto es fundamental para prevenirla. Ninguna violencia contra ninguna mujer”.

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Alejandro Gómez Valencia
Área de Contenidos EAFIT
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