Palabras que cruzan el charco

Autores:

Sara Zuluaga Correa

Amateur profesional en disciplinas dispersas. Estudiante de la maestría en Traducción Literaria de la Universidad de East Anglia y graduada del pregrado en Literatura de la Universidad EAFIT. Hace parte del colectivo de traducción Lenguas de agua.

​szulua29@eafit.edu.co

Maria José Galeano Agudelo

Profesional en literatura de la Universidad EAFIT y estudiante de la maestría en Traducción Literaria en la Universidad de East Anglia. Hace parte del colectivo de traducción Lenguas de agua.

​majo.galeano.agudelo@gmail.com 

​ Jorge Uribe Lozada

Doctor en Teoría de la Literatura, Universidade de Lisboa (Portugal). Profesor de la Escuela de Artes y Humanidades de EAFIT y coordinador del Semillero en Poética y Traducción del pregrado en Literatura.

jauribel@eafit.edu.co​​ 

Las metáforas nos ayudan a pensar en la traducción. Este oficio –que se beneficia del trabajo con herramientas digitales– corre el riesgo de perder su potencial formativo si se le equipara con el hacer de la máquina. 

La traducción literaria se resiste a la automatización porque las equivalencias apresuradas nos hacen perder de vista matices fundamentales del lenguaje literario. 

Este texto explora la riqueza del matiz en las palabras (notarán los colores utilizados) para hacer visible la labor creativa, inmersiva y ética que implica nadar entre lenguas.​

El discípulo

Cuando Narciso murió, la fuente de sus placeres dejó de ser un estanque de aguas dulces y se transformó en un estanque de lágrimas saladas, y las Oréades vinieron sollozando por el bosque para cantarle a la fuente y darle consuelo.

Y cuando vieron que la fuente ya no era un estanque de aguas dulces sino un estanque de lágrimas saladas, soltaron las trenzas de sus verdes cabellos y lloraron sobre la fuente diciéndole: “No nos sorprende que guardes este luto por Narciso, tan hermoso era."

“¿Acaso Narciso era hermoso?", dijo la fuente.

“¿Y quién debería saberlo mejor que tú?", respondieron las Oréades. “A nosotras ni siquiera nos miraba, fue a ti que él buscó, y recostado junto a tus orillas te miraba fijamente, y en el espejo de tus aguas veía su propia belleza reflejada."

Y la fuente respondió, “Pero yo amaba a Narciso porque cuando se recostaba junto a mis orillas y me miraba fijamente, en el espejo de sus ojos yo veía siempre el reflejo de mi propia belleza."

«La práctica hace al maestro», dicen. Pero antes de convertirse en uno, se es primero aprendiz… o discípulo, como propone Oscar Wilde (1854-1900) en este poema. Leemos el texto y no entendemos de inmediato a qué práctica se refiere, quién enseña, quién aprende y qué es lo que aprende. Pero «la práctica hace al maestro», dicen, así que seguimos practicando.

En el Semillero en Poética y Traducción de la Universidad EAFIT los reunimos cada semana a leer textos de literatura en otras lenguas y practicamos cómo traerlos a la nuestra. Leemos el poema de Wilde en su lengua y nos preguntamos si esa “pool"[1] es la misma en la que nadamos en español, si nuestra tarea es buscar su equivalente más literal:

 

Figura 1. (Falso) manuscrito de The Disciple, de Oscar Wilde.

 

When Narcissus died the pool of his pleasure…

Cuando Narciso murió, la piscina de sus placeres…

También nos dio risa leerlo. Seguro no estaría Wilde pensando en los calores de Santa Fe de Antioquia. Y seguro que alguien más, al traducir este poema a otro idioma, ya se habrá topado con una pregunta parecida. Fernando Pessoa (1888-1935), otro compañero recurrente de nuestros encuentros, tradujo en su tiempo este mismo texto al portugués, así que quisimos mirar en su versión del poema qué fue eso que él vio como equivalente:

Quando Narciso morreu, a fonte do seu prazer[2]

Cuando Narciso murió, la fuente de su placer

 

Figura 2. Manuscrito de la traducción de Pessoa de O Discípulo, Biblioteca Nacional de Portugal / Espólio 3: 94-7r y 94-8r.

 

​¡Ya va cogiendo más cuerpo de poema! ¿No creen? Aunque a nado de perrito, vamos avanzando. Cada palabra que se muestra nos lleva a cantidades de preguntas similares y la comparación con la versión de Pessoa hace de este proceso uno incluso más emocionante: su traducción al portugués se desborda en nuestra versión en español y sus decisiones salpican las nuestras.

Y eso de los cuerpos de agua parece que no nos abandona. En la traducción, el texto original con el que se trabaja se llama “texto fuente", pero recordar esta definición nos complica las cosas. Al usar una palabra para traducir a Wilde, porque la leímos en Pessoa, ¿estamos cambiando la fuente de nuestra traducción?

Hay quien piense que esto no es sino dar brazadas, que eso ​de 'traducir' no es tan difícil, que puede hacerlo cualquier Google Translate o Chat GPT. Decir eso sería mentir, la máquina solita no sabe nadar. Si no ¿para qué venimos todas las semanas al semillero?

Es que lo que nos interesa no es una foto de la piscina… la gracia está en ir a Santa Fe de Antioquia, ir incluso un poco más lejos y conocer el Puente de Occidente… ¿Parar en San Jerónimo[3] quizás? Pero volvamos a “El discípulo".

Es extraño lo que pasa en el poema, ¿sí vieron? Las Oréades, esas ninfas griegas, creen que la piscina fuente está triste porque ya no recibirá las visitas del beautiful​ hermoso Narciso, quien iba a mirarse en su superficie.

Atrás se escuchan otras voces decir:

Vyvyan: Triste como Wilde al ver que, en vez de mirar en su fuente poema, ¡nos fuimos más bien a chapucear con Pessoa!

Cyril: Triste como Pessoa que nunca pudo publicar sus traducciones de Wilde, más bien.

Pero esa fuente… ¡quién la ve! Dizque cuál Narciso beautiful belo hermoso. Lo mismo diría Pessoa, que cuál poema original, sabiendo que nos zambullimos más bien en sus aguas suaves, que para nosotros son dulces. Que cuál Discípulo, le preguntamos aún a Wilde. ¿Y cuál maestro? 

Seguimos conversando y nos parece muy curioso que la gente vaya a leer nuestra traducción del poema de Wilde y diga “es que Wilde dice fuente, Wilde​ dice hermoso …". Y es que sí, Wilde dice, pero dice en nuestras palabras, porque Wilde no escribió en español, ni se metió a la piscina en Santa Fe de Antioquia, y tal vez no podía imaginar que sería él la fuente de [nuestros] placeres.

Pero sabemos que tanto Wilde como Pessoa pasaban bueno escribiendo, que se demoraban en escoger un pronombre[4], tachaban una palabra y ponían otra que servía mejor al poema, que el uno leía al otro y hasta le “copiaba" cositas…

Él nunca lo hubiera reconocido. Obvio. Pessoa no era de esos.

–¿Y es que Wilde Narciso era belo hermoso? –seguro habría dicho.[5]

Pero, y entonces ¿para qué lo traducía?

[1] Ver el poema en la figura 1. Esta es una recreación nuestra. Una reproducción del original y la transcripción pueden verse entrando al sitio de la Morgan Library de Nueva York: https://www.themorgan.org/collection/oscar-wilde/manuscripts-letters/18.

[2]Ver figura 2. Este poema lo tradujo Pessoa más o menos en 1913, con veinticinco años, y poco después de comenzar a leer a Wilde. Su traducción nunca fue publicada. Quedó, como tantas otras cosas, guardada en su baúl para la celebridad póstuma.

[3] Fácil pensar en el pueblo que queda antes de Santa Fe de Antioquia, pero hay razones que vinculan este municipio con el histórico patrono de la traducción (pista: La Vulgata).

[4] En la versión manuscrita del poema original de Wilde (ver figura 1) vemos cómo tacha los artículos 'thee' y los convierte en los posesivos 'your/yours'.

[5] Wilde fue, sin duda, una de las fuentes más provechosas de la originalidad de Pessoa, valga la paradoja. Fernando leyó a Oscar, lo tradujo y escribió sobre él casi de forma obsesiva; en suma, lo admiró intensamente. Sobre la relación entre ellos véase el primer capítulo de la tesis doctoral Um drama da crítica: Oscar Wilde, Walter Pater e Matthew Arnold lidos por Fernando Pessoa (Universidade de Lisboa, 2014).​​

La fuente, el espejo y la mirada atenta

«La práctica hace al maestro», dicen. Y traducir es una práctica de insistentes aproximaciones. La traducción y la escritura, como oficios de la literatura, se comportan de manera similar. Ubicadas una frente a la otra, como dos espejos que se miran, es difícil decir quién es reflejo y quién reflejado. 

Decidimos traducir el poema The Disciple (Oscar Wilde, 1894) y O Discípulo (Pessoa, c. 1913) y hablar de ese proceso en este espacio –de esta manera tan del siglo XXI– precisamente porque nos interesa escenificar nuestro argumento:

Entendemos la traducción literaria como un proceso de aprendizaje que nos permite entrar en contacto con una lengua como código lingüístico, pero también en toda una tradición artística y cultural que se desborda siempre hacia otras tradiciones, otras artes y otras lenguas. Tradición, traducción, traición: no son lo mismo, pero nacieron en cunas vecinas.

Entendemos la traducción como un prisma [6] que nos permite observar cada variación como un matiz de color que aporta a un significado más grande producido en la combinación de varios colores. La unidad contiene multitudes.

Entendemos la traducción, sobre todo, como un proceso divertido, formativo y dialógico –colectivo al fin y al cabo– donde el valor está en la inmersión en el texto, en el trazado del cauce de influencias y genealogías de la escritura, en el recorrido de los afluentes que irrigan un texto.

Como Pessoa –como Narciso–, nos miramos en las palabras de Wilde como fuente para nuestro proceso de aprendizaje. Wilde, como Narciso también, vive ahora tanto en el español como en el portugués en la condición de reflejo y fuente.

Vyvyan: Triste que la traducción literaria se vea reducida a un ejercicio automatizado que solo pasa por una máquina…

Cyril: ¡Triste uno ir a Santa Fe de Antioquia y no meterse a la piscina!

Algo nos dice que a esa piscina sí se metió León de Greiff, quien también leyó a Wilde, y que en otra traducción vio una charca donde nosotros pusimos la fuente. O entonces, parado sobre el Puente de Occidente, estaría pensando en el río Cauca, al que llamó “Narciso añejo".

 

Figura 3. Imágenes de la Revista Panida, n° 3, 1915, Sala Patrimonial Biblioteca Luis Echavarría Villegas de EAFIT.

 

A continuación, se puede ver un ejemplo de lo que hacemos en el semillero:

Columna 1: el poema original de Oscar Wilde en inglés.

Columna 2: nuestra traducción al español.

Columna 3: la traducción de Fernando Pessoa al portugués.​

Columna 4: nuestra traducción de la versión de Pessoa al español.

Columna 5: la​ traducción​ de León de Greiff.

 

¿Qué variaciones identificas? ¿Cuáles te parecen que funcionan mejor? ¿Por qué? ¡Envíanos tus comentarios, ideas e impresiones al correo ​semilleropotra@eafit.edu.co!

 

[6]Una de las teorías que más nos ha calado en el semillero es la propuesta por Matthew Reynolds en Prismatic Translation (2019), de donde entendemos la traducción como un acto multiplicatorio y plural en el que “traducciones diferentes se hacen por diferentes personas que trabajan desde distintos lugares y temporalidades" (p. 3).

[7] “El discípulo" fue publicado en la revista Panida en 1915. La traducción en la revista no está atribuida, pero en favor de una hipótesis de autoría degreiffiana apelamos a su gusto por las aguas narcisas (cf. De Greiff, 2004, pp​. 624-625) o a la “Pequeña balada riente de los sapos en las charcas", además de que un libro de obras de Wilde, en inglés, hace parte de su biblioteca particular, conservada hoy en EAFIT. Agradecemos al poeta Matías Godoy por las referencias líricas.

 

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