Ciencia, tecnología e innovación para dinamizar relaciones en el entorno

Enero 26, 2022

Bienvenidos a la nueva edición de la Revista Universidad EAFIT, con la cual los invitamos a conocer los más recientes procesos y resultados de investigación de una institución que le apuesta al desarrollo científico y tecnológico. Antonio Copete, Vicerrector de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Universidad EAFIT.

Apreciados lectores de la Revista Universidad EAFIT – Descubre y Crea, en esta primera ocasión en que me dirijo a ustedes como vicerrector de Ciencia,
Tecnología e Innovación quiero agradecerles su interés en este trabajo de periodismo científico que busca recoger una muestra representativa de la riqueza intelectual de nuestra Universidad y presentarla de una manera pedagógica y atractiva para ustedes.

Al mismo tiempo, queremos que marque la apertura de una nueva era para el Ecosistema de Ciencia, Tecnología e Innovación (CTeI) de EAFIT en la que buscamos construir sobre lo construido en etapas anteriores y trazar un nuevo rumbo con la llegada de nuestra rectora Claudia Restrepo Montoya, acompañada de un renovado equipo directivo que quiere reimaginar nuestra Universidad desde sus fundamentos.

En esta era buscamos consolidar el Ecosistema de Ciencia, Tecnología e Innovación de EAFIT, anclado en la investigación como la actividad fundacional que busca definir y expandir las fronteras del conocimiento, pero que se afianza a través de las actividades de uso, transferencia y apropiación social del conocimiento, así como las de formación en capacidades y saberes en CTeI.

Para lograr su mayor potencial, estas actividades no deben ser vistas como aisladas e independientes entre sí, sino como interdependientes, en diálogo e interacción constante, desde la misma etapa de concepción de políticas, planes, programas y proyectos. En otras palabras, el éxito en una actividad de CTeI necesariamente contribuirá y requerirá del éxito en las otras.

Esta edición de la Revista Universidad EAFIT – Descubre y Crea encapsula en buena parte lo que me atrajo a hacer una apuesta personal por EAFIT y a convertirme en miembro de esta comunidad. Por una parte, recoge una muestra de la actividad científica e investigativa de nuestra Universidad, con una fuerte conexión a problemas tangibles de nuestra sociedad, a través de sus comunidades y organizaciones, en este caso con énfasis en las ciencias del cuidado, en el contexto de una pandemia que ha supuesto un gran reto para todos como humanidad.

En consonancia con lo que nos identifica, lo hace desde el abordaje de diferentes áreas del conocimiento, incluyendo la salud física y mental, las ciencias sociales, la economía, el medio ambiente, entre otros, conexiones que buscaremos seguir estimulando a través de una aproximación transdisciplinar a los retos que
presenta nuestra sociedad.

Esta revista busca abrir una ventana que estimule diálogos y conversaciones tanto dentro como fuera de nuestra institución sobre el rumbo de nuestro quehacer intelectual y su impacto en nuestro entorno. En la búsqueda de ese objetivo, quiero reafirmar el compromiso de la Vicerrectoría de Ciencia, Tecnología e Innovación de ser un catalizador y un vehículo para dinamizar estas actividades en nuestra comunidad, de cara a las organizaciones de diferente naturaleza con las que nos relacionamos con las cuales buscamos generar valor en diversas dimensiones.

Espero que encuentren este número tan estimulante como lo he encontrado yo y que no solo nos continúen leyendo, sino que nos hagan llegar todas las observaciones y aportes que busquen fortalecer el desarrollo de nuestra misión.

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Patentes: una clara evidencia del desarrollo científico y tecnológico de EAFIT

Enero 26, 2022

Diversos proyectos de la Universidad EAFIT siguen demostrando su compromiso con los desafíos del entorno. Agencia de noticias EAFIT.

Inspirados en la naturaleza y con el fin de alcanzar una mayor protección, flexibilidad y resistencia contra cargas explosivas de alta energía, investigadores de EAFIT y de la empresa Tecnologías Marte crearon un novedoso material sintético que se asemeja a las escamas de los peces.

Aplicaciones en productos industriales como chalecos antibalas y trajes antiexplosivos, el caso de unas plantillas para botas que absorben la energía de las minas antipersona, así como equipamiento deportivo que requiera de implementos de seguridad con estas características son algunas de las potencialidades de esta tecnología desarrollada por la spin off, un avance que es producto del asocio entre la Universidad y la empresa privada.

"Entendiendo cómo funcionan y qué beneficios tienen nos dimos cuenta de que las escamas son un sistema, una especie de grabado si se quiere en la piel del animal, que tiene la configuración de un material compuesto y que permite la protección contra el ataque de depredadores. Al estudiar esto, empezamos a trabajar en busca de materiales sintéticos que se parecieran a lo que fueran las escamas, buscando flexibilidad y disminución de peso en sistemas de protección balística", explica Alexander Ossa, doctor en Materiales Compuestos Particulados y coordinador del Grupo de Investigación en Materiales de Ingeniería de EAFIT.

El proceso comenzó desde el año 2011 cuando el grupo de investigación y Tecnologías Marte se encontraron trabajando de forma independiente en el diseño de subsistemas de blindaje, coincidiendo en convocatorias científicas para el desarrollo de nuevos dispositivos con este enfoque.

"Vimos que había sinergia porque estábamos en el desarrollo de materiales nuevos, muy enfocados a cargas de alta potencia en munición. Nosotros en ese momento estábamos diseñando lo que sería el desarrollo nacional de los pisos para el helicóptero Arpía y él estaba trabajando en biomimética, en absorber los impactos de explosiones", recuerda Javier Mauricio Betancur, gerente de Tecnologías Marte.

Así lucen los prototipos de los chalecos. Foto: Róbinson Henao.

Desde este momento, los inventores se conectaron y empezaron a buscar la financiación de un proyecto que tenía el objetivo de desarrollar blindajes biomiméticos, algo finalmente aprobado por Colciencias (actualmente Ministerio de Ciencias, Tecnología e Innovación).

"La invención es muy buena porque permite hacer varias cosas. Si se compara con blindajes del mismo nivel con un impacto de la misma fuerza, podemos bajar al mismo tiempo el peso del blindaje y la fuerza que llega al cuerpo
de la persona. Hemos visto que tiene aplicaciones en blindajes de vehículos y puede tener, incluso, aplicaciones en absorción de impactos de otro tipo, no solo disparos. En teoría, esto lo podríamos usar hasta para deportes extremos
o motocicletas".

Así lo destaca Javier Mauricio, quien señala que luego de recibir la patente la empresa continúa el proceso habitual de certificación y manufactura para comercializar los productos.

Basado en la bioinspiración

“Esta patente nos parece muy interesante por su concepto de bioinspiración y por cómo los investigadores tomaron los patrones y la inteligencia de la naturaleza para diseñar elementos de protección para hacer blindajes de todo tipo: chalecos, plantillas, insertos, placas para vehículos o helicópteros. Dada su versatilidad, desempeño y bajo peso es una tecnología con gran potencial”, afirma Sara Hernández Hernández, jefa de Transferencia de Tecnología y Conocimiento en Innovación EAFIT.

Con este dispositivo contra impactos, una de las posibles aplicaciones es el diseño de chalecos antibalas biomiméticos, que han evidenciado ser un sistema de protección no tan rígido como otros existentes en el mercado, es decir, con menor peso, mucho más flexible y cómodo para los usuarios, manteniendo a su vez un nivel alto de protección a impactos balísticos y antiexplosivos.

"Consiste en un material compuesto que es polimérico con unos grabados superficiales. Estos grabados se hacen dependiendo de la zona en la que se quiere que haya mayor flexibilidad. Este sistema de material lo hemos ensayado en chalecos antibalas y también desarrollamos unas plantillas antiexplosivos para minas antipersona. También está pensado para ser utilizado, por ejemplo, en puertas de blindaje de vehículos", comenta Alexander Ossa, profesor del Departamento de Ingeniería de Producción de EAFIT, quien se ha especializado en biomimética y en observar las ventajas evolutivas de la naturaleza para diseñar nuevos productos.

Una de las investigadoras que participó de este avance, la doctora en Ingeniería Susana Estrada, quien en el momento del desarrollo era estudiante de la maestría en Ingeniería de la Universidad, destaca las características de este dispositivo de protección que combina la rigidez de las fibras sintéticas con la flexibilidad apropiada de otros materiales naturales.

"Es muy bueno que proyectos que se hacen en laboratorio tengan realmente un impacto sobre la industria. Es un material que, en comparación con el material sin grabar, es más resistente y flexible, lo que es maravilloso para aplicaciones básicamente de impacto pero que requieren de movimiento, como los chalecos antibalas o chaquetas de motociclistas, e incluso otros elementos deportivos", resalta Susana Estrada, experta en ciencia de los materiales y biomimética, quien se vinculó al grupo de investigación en Materiales de Ingeniería para trabajar en el proyecto de Protección Antiexplosivos Biomimética (PANEB), como parte
de la convocatoria promovida por la Gobernación de Antioquia en 2011, llamada Por una Antioquia sin MAP –Minas antipersona–.

La invención tiene aplicaciones en chalecos antibalas y trajes antiexplosivos, así como para equipamiento deportivo que  requiera de implementos de seguridad con estas características como, por ejemplo, el motociclismo.

Biopesticida para el control biológico de plagas de banano

Un nuevo biopesticida que puede emplearse para el control de algunos hongos y bacterias patógenos de las plantas de banano, que mejora la producción en este cultivo en la agroindustria, fue patentado por investigadores del grupo de investigación en Ciencias Biológicas y Bioprocesos (Cibiop) de EAFIT y de la
Asociación de Bananeros de Colombia (Augura) a través del Centro de Investigaciones del Banano (Cenibanano).

La patente de invención es un pesticida que tiene como ingrediente activo la cepa bacteriana bacillus subtilis EA-CB0015 y sus metabolitos o compuestos químicos que resultan de su metabolismo, lo que difiere del estado de la técnica más cercana y es susceptible de aplicación industrial.

Este desarrollo biotecnológico podría favorecer a algunos agricultores, en particular aquellos que cultivan banano ya que es donde más estudios han adelantado como parte de la alianza entre EAFIT y Augura. También podría emplearse en otros cultivos, aunque se necesitarían más evaluaciones que respalden su eficacia.

"Si se logra comercializar y poder llevar el pesticida a los agricultores sería una alternativa entre las ya existentes para el control de algunas enfermedades. Se estaría aportando un ingrediente activo adicional, de mucha utilidad, porque podría emplearse en ocasiones donde algunas moléculas químicas no son permitidas o se tienen altas presiones de patógenos resistentes", explica la investigadora Sandra Mosquera.

Ella explica que si bien el desarrollo del producto terminó, aún trabajan en la caracterización de la cepa bacteriana y tratan de producirla a mayores escalas para su evaluación en otros cultivos.

"Esta patente, en este momento, nos permite entrar en mejores conversaciones con posibles licenciatarios de la tecnología porque está más protegida", indica Valeska Villegas Escobar, doctora en biología e investigadora del Departamento de Ciencias Biológicas de EAFIT y del grupo de investigación Cibiop.

En el desarrollo de este tipo de proyectos, de acuerdo con Adriana García Grasso, directora de Innovación EAFIT. dependencia que acompaña la transferencia de conocimiento y tecnologías al mercado, se conjugan las capacidades de investigación y formación de la Institución con la experiencia en el cultivo agrícola de Augura. "La articulación de la industria con la Universidad ha sido uno de los factores que ha permitido potenciar el desarrollo de esta y otras tecnologías al servicio de la agricultura", dice Adriana García.

El proceso investigativo se origina en 2008 como parte de un proyecto financiado por Colciencias, actualmente Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (Minciencias), que surgió de la necesidad del sector bananero por reemplazar los fungicidas químicos empleados habitualmente en los cultivos agrícolas.

 

Colombia terminó el año 2020 con un total de 51.454 hectáreas sembradas de banano. El 69% de las exportaciones de la fruta son a países de la Unión Europea, 16 % a Estados Unidos y 15% al Reino Unido. Foto: Pixabay.

"En esta colaboración Augura fue clave pues propone y da un conocimiento muy puntual acerca del cultivo de banano. La Universidad ayuda en la búsqueda de alternativas para la solución. Esta dinámica de identificación del problema y de ayudar a su solución es fundamental, pues la investigación que se desarrolla en la Universidad debe estar enfocada en solucionar problemas reales de los diferentes sectores productivos del país", dice Sandra Mosquera. La investigadora, actualmente, integra dos proyectos de investigación en la Universidad, uno en aguacate con colaboración de Cartama y otro en cacao. Ambos se desarrollan con hongos fitopatógenos de estos cultivos.

Una alianza fructífera

Desde 2008, las instituciones a través de sus grupos de investigación y laboratorios, como el Centro de Investigaciones del Banano (Cenibanano), trabajan en el desarrollo de nuevos productos biológicos a partir de microorganismos de la biodiversidad nativa colombiana. Su propósito es com batir los principales patógenos que afectan a los cultivos cumpliendo con la normatividad internacional respecto al uso de productos químicos.

"Ha sido un trabajo constante en el tiempo. Augura siempre ha planteado la necesidad de desarrollar esos productos para su gremio y lo visualizaron desde hace más de una década. Hoy en día se dan cuenta de la importancia que tiene esto bajo la presión internacional en cuanto a la regulación de muchos pesticidas químicos que van a salir del mercado", indica Valeska Villegas.

Esta alianza tiene antecedentes de registro de propiedad intelectual por el desarrollo de nuevos antibióticos para combatir patógenos como el moko (Ralstonia solanacearum), una bacteria considerada problema fitopatológico en las regiones productoras de banano en Urabá y Magdalena.

Así mismo, en 2019 ambas entidades recibieron patente por la invención del Proceso para incrementar la producción de biomasa y esporas de bacterias promotoras del crecimiento vegetal del género Bacillus -Bioestimulante. Este bioestimulante, que se aplica a cultivos agrícolas y estimula la producción de banano, ya había obtenido en 2017 el registro de invención por parte de la Oficina de Patentes y Marcas de Estados Unidos.

"Ha sido un trabajo de investigación e innovación de largo aliento que nos ha dejado muchos aprendizajes, no solo desde la perspectiva de propiedad intelectual, también desde el punto de vista de transferencia de tecnología y conocimiento, con la búsqueda y gestión de potenciales licenciatarios que sean los aliados para la producción y comercialización de este nuevo biopesticida", comenta Adriana García.

 

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Las relaciones entre universidad, empresa y paz

Septiembre 10, 2020

Gonzalo Restrepo López. Empresario y exnegociador de paz en La Habana.

Fui nombrado en la mesa de negociación entre el Gobierno Nacional y las entonces Farc-EP hacia finales de 2014 y participé en este grupo negociador hasta la firma de los acuerdos definitivos que hoy se encuentran en vía de implementación.

En ese contexto, la Universidad EAFIT, en conjunto con la Asociación Nacional de Industriales (ANDI) y Proantioquia, hizo una importante contribución a los empresarios y al proceso de paz aportando insumos y construyendo redes para el intercambio de ideas y experiencias que fuesen tenidas en cuenta en la mesa de negociación de La Habana, siempre en una posición de respeto neutral frente a lo que allí se trató.

No puedo de forma simple describir lo que significa para alguien como yo, que viene del sector privado, estar en la mesa de negociación de una posible paz en una nacion que prácticamente durante toda su existencia ha estado sumida en un conflicto complejo y de profundas consecuencias sociales y económicas.

Me sentí solo y casi desbordado por la profundidad de los temas, su amplitud, por requerir una formación multidisciplinaria y por la gran responsabilidad que ello conllevaba. Era un trabajo que no se podía hacer mal informado o sin preparación en cada tema, y en el que el estudio y la lectura permanente eran obligatorios.

Si bien fui nombrado como negociador representante de todos los colombianos, no me fue posible evitar que tanto el equipo al que pertenecí como el de otro lado de la mesa me consideraran representante de los empresarios. Por eso se acentuaban las miradas sobre mí cuando se trataba de temas que de alguna forma tuviesen que ver con la empresa y con su participación en el desarrollo de la vida nacional.

Ya retirado de mis actividades como administrador, por mi participación como miembro del Consejo Directivo de Proantioquia y exalumno de EAFIT, acudí a estas dos instituciones para que me brindaran soporte y material de estudio y análisis. Ambas se acercaron también a la ANDI, que representa a tantos empresarios, y que se sumó a ese esfuerzo.

Para aportar material objetivo y basado en análisis, me apoyé igualmente en los insumos de otras universidades y tanques de pensamiento. La tarea de un negociador no puede llevarse solo a la arena política y ninguno de ellos es experto en tantos y tan bastos temas, por lo que las horas de sueño se tuvieron que cambiar muchas veces por el estudio y una escucha inteligente sobre innumerables asuntos que van desde lo histórico hasta los problemas de la tierra, el narcotrafico, la economía, el sistema legal, lo económico y lo social.

Me sobran agradecimientos para el rector de la  Universidad, el director de Proantioquia, el presidente de la ANDI, la Escuela de Humanidades de EAFIT y muy especialmente para su entonces decano, Jorge Giraldo, por el profesionalismo y disposición siempre abierta y permanente. Gracias a ellos, la mesa contó con estudios sobre Justicia Transicional, la cuestión rural y la construcción de paz en Colombia, el Consejo Nacional de Paz en la implementación de los acuerdos, y los desafios para la transición hacia la paz, entre muchos más.

De especial importancia fue el compendio histórico titulado Los retos de los empresarios en la construcción de paz que, de algún modo, llamaba a los empresarios a no marginarse de su participación en la construcción de una paz ya visiblemente posible, aportando un material que invito a estudiar y a leer con detenimiento.

Todo ello, sumado a mis constantes visitas a EAFIT, me permitió recoger material de otras experiencias de paz y sopesar perspectivas sobre lo que en ese momento existía como una posibilidad. Aprendí de las ciencias sociales y descubrí que mi experiencia de vida y una carrera empresarial de más de 40 años no eran por si solas suficientes para asumir semejante reto.

EAFIT ha hecho este y muchísimos otros aportes al mundo de la empresa como proveedor de conocimiento, facilitador de intercambios y gestor del desarrollo y el cambio en diversos campos científicos y humanísticos.

Con todos sus problemas, Colombia ha progresado. Pero ese progreso no es suficiente y afloran nuevos retos. La atención al medio ambiente nos obliga a todas las empresas, pues aquellas que no participen de este esfuerzo no estarán en el mapa.

Y deberán adaptarse a un nuevo enfoque de empresa que ya no se justifica solo con ganancias: hoy es necesario que su accionar se ocupe, además, por humanizar el lugar de trabajo, por su contribución a crear valor en sus comunidades y su sociedad con cero corrupción, nadando en ecosistemas digitales y ofreciendo a sus clientes productos que aportan valores realmente funcionales y sanos, tal como se condensó en la última reunión de Davos.

La sostenibilidad será un imperativo de las empresas de todos los dominios y los ojos de clientes, accionistas y empleados estarán en sus aportes al largo plazo y en el propósito de construir naciones y un mundo más justo para todos.

La rapidez de los cambios nos exige cada vez más como individuos y sociedad, pero no debemos perder el sentido de las prioridades: en un país como Colombia la paz es esquiva, pero por ella y por la convivencia debemos luchar siempre, así como debemos hacerlo por una mayor equidad y más posibilidades para todos.

Hoy, si alguien me preguntara qué es lo primero que yo haría, respondería: debemos hacer sin más dilaciones el catastro multipropósito sobre todo en las zonas rurales. Toda la nación y todos los poderes deben ponerse en ello y trabajar para sacar una iniciativa que permita una mejor y más formal asignación de la tierra y que dé la oportunidad para que millones de compatriotas logren acceso a ella y cumplan su sueño de ser copartícipes de una nación inmensamente rica en recursos.

Ello es complejo, pero no imposible. Y para hacerlo contamos con la ayuda de numerosos países que ya lo han hecho y nos darían su conocimiento y experiencia.

Pero debemos alinear nuestro sistema legal, nuestros departamentos de estadística, nuestros recursos y, sobre todo, nuestra voluntad. Si vamos en este orden seremos capaces de resolver problemas y sobre-pasar obstáculos que ahora se ven imposibles. Porque siempre nos será posible progresar y generar mejor calidad de vida. Porque si hacemos lo justo, lo lógico y lo humano, basados en un concepto de mayor igualdad y dentro de una democracia disciplinada e incluyente, no podrá ser de otra manera.

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Oportunidades y debilidades para el campo colombiano

Septiembre 10, 2020

Jorge Enrique Bedoya Vizcaya. Presidente de la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC).

Colombia puede convertirse en una potencia en producción agropecuaria porque tiene muchas condiciones favorables para lograrlo. Para empezar, la frontera agrícola del país es de 40 millones de hectáreas de las cuales solo se están utilizando siete, es decir, posee un potencial muy importante representado en buena cantidad y calidad de tierras y aguas.

Una de las ventajas que tenemos, y que de pronto puede sonar demasiado holística, si se permite la expresión, es la resiliencia del pueblo colombiano. El campo fue tal vez el sector más afectado por la violencia debido a medio siglo de conflicto armado, al terrorismo, presencia del narcotráfico, de bandas criminales...

Y a pesar de eso, tiene una producción que, en muchos casos, es competitiva en el ámbito internacional, pero que igualmente ha demostrado liderazgo para llegar a la mesa de los colombianos.

Eso se debe a la tenacidad de la gente, por lo que yo apelo a esa primera característica como una de las mayores ventajas del país. Lo segundo es que tenemos dos costas, más de cinco puertos marítimos grandes, una infraestructura de aeropuertos en la que hemos avanzado, por lo que ahí está una opción enorme de llegar a los mercados internacionales. Tercero, la democracia colombiana es vibrante, obviamente con los problemas que todos conocemos; pero es un sistema que respeta el derecho a la propiedad privada y eso facilita la inversión nacional y la presencia de la inversión extranjera.

Tenemos muchas dificultades, pero menciono las más críticas y están en lo que en la SAC hemos llamado “la deficiencia de los bienes públicos rurales”. Una de las restricciones más complejas es la falta de carreteras: el país tiene 175.000 kilómetros de vías terciarias para esos 40 millones de hectáreas y solo el 10 % está en buen estado. Esa falta de comunicación entre lo rural y urbano, si no se resuelve, va a ser un cuello de botella que siempre tendremos como lastre.

Otro punto es la conectividad de internet y la señal de telefonía celular para dispositivos inteligentes porque hoy, más que nunca, debemos impulsar para que lleguen la educación, la telemedicina, las nuevas tecnologías que apoyan la producción agropecuaria...

En conjunto, esos factores son clave para permitir la buena calidad de vida de los habitantes rurales. El momento actual ha permitido que el mundo urbano esté dando una mayor importancia a lo que pasa en la ruralidad.

En ese marco, las univesidades, junto a otras entidades como el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA) y los gremios de la producción pueden jugar un papel interesante en el empeño de impulsar el campo colombiano a niveles superiores.

La educación puede fortalecer a quienes trabajan en el campo, a los emprendedores nuevos y futuros, en tanto la investigación científica conduce a la mejora de tecnologías para que podamos hacer un campo más productivo y rentable.

Otro problema es la alta tasa de informalidad laboral, una restricción que se puede volver una oportunidad: la mano de obra de la ruralidad se ha envejecido, los jóvenes se han ido para las ciudades y la tasa de informalidad laboral es del 86 %. Esto último tiene solución en una serie de reformas sencillas que requieren la decisión política por parte del Estado. Si se resuelven estos cuellos de botella, sumados a la resiliencia mencionada y a las fortalezas institucionales, podemos dar un impulso fuerte.

En este marco, todos los subsectores agropecuarios tienen una gran oportunidad porque Colombia tiene una clase media emergente y eso significa que consume productos de mayor valor agregado. Asimismo, nuestra ubicación  en  el  trópico  permite  la  producción de muchos alimentos y frutas que son una maravilla no solo para el mercado doméstico sino para el internacional. Y en este último, con los acuerdos comerciales que hemos negociado, hay oportunidades para todos los sectores de la producción agropecuaria.

El mercado interno como lo conocemos en Colombia, donde la fruta, los hortalizas y las proteínas de origen animal son principales en la dieta alimentaria, representa oportunidades y nichos de mercado a los que se les puede apostar en función de las regiones con vocación productiva. Eso redundará en la generación de empleo, bienestar, divisas por vía de las exportaciones y una mejor nutrición para nuestra población.

Frente a los temas de la seguridad jurídica de la propiedad rural tenemos un proyecto de ley que trabajamos con el gobierno anterior y que este gobierno adoptó. Es el proyecto de Ley de Tierras que, sin embargo, no ha sido discutido por el Congreso de la República: la Comisión Quinta del Senado lo dejó morir en el período previo al comienzo del nuevo gobierno y hasta el momento no se ha movido.

Esa ley daría claridad jurídica en relación con temas como la expropiación de tierras, la claridad para los ocupantes de buena fe y la extinción del derecho de dominio por inexplotación, por mencionar algunos puntos álgidos. Pero el país también debe trabajar en los sistemas de titulación de tierras y en la identificación de los baldíos de la Nación.

De ese modo, además de ir de la mano de la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras, se permitirá que campesinos sin tierra se vuelvan propietarios y, por esa misma vía, tener una ley de crédito que favorezca a la ruralidad en su conjunto. Si juntamos todas las posibilidades y potencialidades, el campo dará un salto muy importante porque es un territorio promisorio para el desarrollo.

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Movilidad urbana sostenible: ciudades benignas

Septiembre 10, 2020

Alejandro Álvarez Vanegas. Profesor de Ingeniería de Procesos – Coordinador del Núcleo de Formación Institucional de EAFIT en Cultura Ambiental.

En el reporte de la Conferencia de Estocolmo, en 1972, se lee que “el hombre [el ser humano] es a la vez obra y artífice del medio ambiente que lo rodea, el cual le da el sustento material y le brinda la oportunidad de desarrollarse intelectual, moral, social y espiritualmente”.

La muestra por excelencia de nuestra condición de artífices del medio ambiente que nos rodea es la ciudad. Y es desde las ciudades que la humanidad debe generar las soluciones más contundentes para enfrentar la actual crisis ecológica y lograr un desarrollo sostenible.

En otras palabras, en el ámbito urbano deben materializarse pasos valientes hacia una sociedad en la que la búsqueda de una vida digna y de buena calidad (para todas las personas) se dé en armonía con la naturaleza. Esto no solo por el valor intrínseco que tienen las otras especies y el planeta en general, sino también porque, siendo los seres humanos naturaleza misma, al destruirla irremediablemente nos destruimos.

Uno de los temas más relevantes que pueden tratarse desde la convergencia entre ciudades y sostenibilidad es la movilidad. Y aunque no cabe duda de que la infraestructura y las tecnologías disponibles para el transporte juegan un papel determinante en la sostenibilidad urbana, estas no lo abarcan todo: el comportamiento de quienes ocupamos las ciudades (el hábito como forma de habitar) es también un asunto que vale la pena analizar, a pesar de que de manera usual se pone en un segundo plano. O precisamente debido a ello.

Y no hay que dar muchas vueltas para llegar a una lista de cambios de comportamiento fundamentales para una movilidad sostenible: se trata, en lo esencial, de desmotorizar la cotidianidad y de valorar más las alternativas colectivas.

Los motores son máquinas asombrosas que, sin duda, han posibilitado el alcance de una mejor calidad de vida y, claramente, sería un sinsentido pretender renunciar por completo a ellos. Pero es igualmente claro que la movilidad urbana ha llegado a unos niveles dañinos de dependencia del motor.

Asimismo, es comprensible que se opte por las alternativas privadas pero, de nuevo, el exceso ha conducido a una hiperindividualización en la movilidad que, sobre todo combinada con la adicción al motor, es problemática (tanto como pronunciar la palabra hiperindividualización).

Se necesita una ciudadanía dispuesta a caminar, a montar en bicicleta y a usar el transporte colectivo; personas que, si usan el carro, traten de compartirlo. Caminar o usar la bicicleta son formas de movilizarse que cuentan con la gran ventaja de que no se gasta combustible y, además, producen un placer adicional: como es nuestro propio esfuerzo el que nos lleva de un punto a otro, hay una sensación marcada de satisfacción y orgullo.

Y a ello se le suma el disfrute de evitar los trancones, de sentir la ciudad en forma más directa, de entenderse como parte de ella.Existen  razones  de  índole  ética  para realizar los cambios de comportamiento en la movilidad (en general, para propender por un estilo de vida sostenible), pues se trata del cuidado de la vida.

No hay que hacer más que mirar la cantidad de muertes asociadas a la mala calidad del aire o los impactos del cambio climático (ambos problemas derivados en gran medida de la piromanía global) para concluir que debemos reorientar la forma en que nos movilizamos.

En ocasiones tiende a confundirse la mitigación del abuso del carro particular –que es necesaria– con la eliminación de su uso –que es imposible–. Dejar el carro un día a la semana en la casa. Hacer teletrabajo de vez en cuando. Ir en bus o en metro y luego caminar. Todo suma: cualquier paso que se dé es una contribución importante y se puede avanzar de manera gradual, cada quien yendo hasta donde le sea posible, según su situación particular.

No hay que renunciar a todas las comodidades, pero sí es imprescindible reflexionar sobre el esfuerzo personal que podemos hacer.

Por último, si bien el esfuerzo personal es importante, para lograr adquirir y mantener los hábitos de una movilidad sostenible necesitamos también estrategias eentornos capaces de inspirarlos y permitirnos practicarlos. Se unen entonces los comportamientos y el asunto de la infraestructura. Caminar, montar en bici o tomar el bus: ninguno de estos debería ser un acto heroico.

Nuestras ciudades deberían estar diseñadas para ello, pero hay que aceptar que en la actualidad en Colombia ese no es el caso. Por eso la inversión en infraestructura debe ser coherente con los principios de la movilidad sostenible, tanto para reformar lo existente como para construir lo nuevo.

Mediante la inversión en educación e infraestructura sostenibles tenemos la posibilidad de hacer emerger un círculo virtuoso: entre más gente opte por la desmotorización y la mitigación de la hiperindividualización, menos contaminación, ruido y ocupación del espacio tendremos; lo que conducirá a un entorno urbano más amigable y atractivo, a una ciudad más capaz de invitar a más gente a conectarse de manera más cercana con la ciudad y a optar por lo colectivo... Y así sucesivamente.

No se pueden aplazar los esfuerzos personales e institucionales para humanizar las ciudades, entendiendo la humanización como una derivación de dos acepciones de humanidad: conjunto de personas, por un lado, y benignidad o afabilidad, por el otro. Las ciudades deben ser benignas, afables, más para las personas que para los motores.

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Covid-19: ¿Escondernos o enfrentarlo?

Septiembre 10, 2020

Diego F. Villanueva-Mejía. Investigador sénior, profesor titular y jefe del Departamento de Ciencias Biológicas, Universidad EAFIT.

A pesar de estar lejos de alcanzar las cifras de la pandemia más grave que afectó a la población humana (causada por el virus H1N1 en 1918, 500 millones de personas infectadas y 50 millones de muertos), es claro que el Coronavirus 2 del síndrome respiratorio agudo severo (SARS-CoV-2), agente etiológico de la enfermedad por Coronavirus 2019 (COVID-19), puso al mundo contra las cuerdas.

Para empezar, es bueno saber que los coronavirus (CoV) son una amplia familia de virus (conformada por cuatro géneros: alphacoronavirus, betacoronavirus, gamacoronavirus y deltacoronavirus) que han coexistido con nosotros durante mucho tiempo, infectando animales y humanos, y desarrollandoenfermedades que  pueden causar diversas afecciones, desde el resfriado común hasta enfermedades más graves, afectando sistemas entérico, respiratorio, renal y neurológico.

Con 5'467.945 personas infectadas y 344.731 decesos a nivel mundial (datos a mayo 25 de 2020 y contando), el SARS-CoV-2 aparece como el agente causal del brote epidemiológico más fuerte del siglo XXI (insisto en eso: el más fuerte), pues antes habíamos sufrido otros dos eventos zoonóticos gracias a los beta-CoV, causando fuertes brotes epidemiológicos: SARS-CoV (2002-2003) que emergió de un murciélago (8000 personas infectadas, 800 muertes); MERS-CoV (2012), que emergió de un camello, descubierto en Arabia Saudita y que aún permanece endémico en el Medio Oriente (2494 infecciones, 858 muertes y contando).

Esto, sin considerar las demás epidemias ocasionadas por otros microorganismos patogénicos. Saturados de información (y cuantiosa desinformación), en estos momentos la invitación es a mirar hacia adelante y sacar las mejores lecciones personales y colectivas para sobrevivir y sacar adelante nuestra especie. ¿Cuál es el camino para ello? La respuesta es sencilla: la ciencia.

Muestra de lo anterior son las 3068 publicaciones registradas en Scopus y las 11210 que aparecen en Web of Science (información a mayo 25 de 2020 referente a SARS-CoV-2 y covid-19), generadas en solo cinco meses, que sientan las bases para encontrar mejores técnicas diagnósticas, posibles curas a la enfermedad y entender cómo podemos recuperarnos como especie.

No obstante, aunque encontremos una cura (vacunas y medicamentos correctivos) que nos permita llegar a la “normalidad”, debemos ser cautos, racionales y obrar en consecuencia con las decisiones basadas en la ciencia y no en el pánico o la incertidumbre.

No podemos ocultar el sol con un dedo: como Homo sapiens, quedarnos resguardados en casa y escondernos de un organismo microscópico que existirá  con  nosotros por mucho tiempo es imposible.

Ahora tenemos el reto de sacar adelante nuestras actividades económicas, y todas en general, a la vez de prepararnos para coexistir (humanos y SARS-CoV-2),  anticipando nuevas olas de contagio que nos llevarán seguramente a cuarentenas intermitentes, en razón a que el virus ha llegado para quedarse: este y otros más.

Es prudente conocer que la mayoría de los virus humanos emergentes se originan en mamíferos salvajes. Análisis exhaustivos de las asociaciones conocidas entre virus y mamíferos han determinado que los roedores, y en especial los murciélagos, albergan una proporción significativamente mayor de zoonosis.

Sin el objetivo de satanizar a estos animales (por su importancia en el control de poblaciones de insectos, en la polinización, la dispersión de semillas y la fertilización del suelo), hoy concierne mencionar que los murciélagos son reservorios y vectores de una gran cantidad de infecciones virales zoonóticas, incluidas el SARS, MERS, los filovirus Ébola y Marburg, los lissavirus, los virus Hendra y Nipah, entre otros, por lo que comprender los impulsores de la transmisión viral  interespecífica es una importante prioridad de investigación científica en biodiversidad y salud pública no solo hoy, ¡en adelante!

Entonces, ¿seguirnos exponiendo al SARS-CoV-2? Es lo ideal, pero con mesura. Hemos estado y seguiremos expuestos eventos de infección por virus, incluso de la familia de los coronavirus.

Pero hasta eso es bueno en tiempos de crisis como los que atravesamos en la actualidad, pues hay reportes científicos de la inmunidad natural preexistente en humanos no infectados, ni expuestos al nuevo coronavirus (SARS-CoV-2), todo ello gracias a la reactividad inmune entre coronavirus humanos (HCoV) que se propagan estacionalmente y que proporcionan protección cruzada, aunque transitoria, contra la infección con distintos tipos de HCoV.

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¿Qué supone la inconstitucionalidad de las normas que crearon el MinCiencias?

Enero 26, 2022

Cristian Andrés Díaz. Profesor de Derecho Administrativo, Universidad EAFIT.

Hace algunos meses, la Corte Constitucional declaró “inexequible con efectos diferidos a dos legislaturas completas, contadas a partir del 20 de julio de 2021, la Ley 1951 del 24 de enero de 2019, ‘por medio de la cual se crea el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, se fortalece el Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación y se dictan otras disposiciones’.”

Del mismo modo, declaró inexequibles los artículos 125 y 126 de la Ley 1955 de 2019, “por la cual se expide el Plan Nacional de Desarrollo 2018-2022, Pacto por Colombia, Pacto por la Equidad”. Esta decisión judicial se adoptó en la Sentencia C-047, con ponencia del magistrado Antonio José Lizarazo Ocampo y fue anunciada en comunicado del 4 de marzo de 2021.

La Ley 1951 del 24 de enero de 2019 había creado el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, ordenando su entrada en funcionamiento dentro del año siguiente y asignándole la función principal de impulsar la participación de la comunidad científica para incrementar el nivel de la investigación científica y social, así como el desarrollo tecnológico de las instituciones de educación superior, los centros de investigación, los parques industriales y las empresas. Así mismo, la mencionada ley indicó que esta nueva entidad gubernamental no podía generar gastos generales o de personal adicionales a los que tenía presupuestado el Departamento de Ciencia, Tecnología e Innovación (Colciencias).

Posteriormente, se promulgó la Ley 1955 del 25 de mayo de 2019 que expidió el Plan Nacional de Desarrollo 2018-2022 y complementó –en los artículos 125 y 126– aspectos asociados a la estructura y competencias del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación que no habían quedado definidos en su ley de creación.

La Ley 1951 de 2019 fue demandada ante la Corte Constitucional que, a su vez, integró al proceso los artículos 125 y 126 de la Ley 1955 de 2019, por guardar relación con la fusión, la denominación y los objetivos del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación. En la demanda se argumentó que: i) se infringió el artículo 154 de la Constitución, que establece que los proyectos de ley dirigidos a crear, suprimir o fusionar ministerios solo pueden ser presentados por el Gobierno Nacional, y esto no fue lo que sucedió en el caso analizado; y ii) se contravino el artículo 150, numeral 7, de la Constitución, por no establecerse en la ley la estructura del Ministerio que se creó.

La Corte Constitucional acogió estos argumentos indicando que “no es posible adoptar medidas que no correspondan a la función de planeación y que no tengan por finalidad impulsar el cumplimiento del Plan para el correspondiente período presidencial”. En tal sentido, precisó que no era viable subsanar a través de la ley del Plan Nacional de Desarrollo los vacíos relacionados con la estructura del Ministerio porque dicho asunto debía determinarse a partir del procedimiento democrático previsto en la Constitución.

Es más, para la Corte, los artículos 125 y 126 de la Ley 1955 de 2019 ni siquiera subsanaron el vacío en la estructura del Ministerio, pues se limitaron “a otorgarle al Gobierno facultades que la propia Constitución le confería para modificar la estructura de los ministerios, pero no para determinarla (artículo 189.16 de la Constitución)”.

Ahora bien, ¿qué implica que la Corte Constitucional haya declarado inexequibles las disposiciones normativas por las cuales se había creado el Ministerio? ¿Significa que desde la expedición de la Sentencia C-047 de 2021 dicho Ministerio desapareció?

De conformidad con el artículo 45 de la Ley 270 de 1996, “las sentencias que profiera la Corte Constitucional sobre los actos sujetos a su control en los
términos del artículo 241 de la Constitución Política, tienen efectos hacia el futuro a menos que la Corte resuelva lo contrario”. Usualmente, estos efectos se producen desde el mismo momento en el que se publica la sentencia, de manera que, si declara inexequible una norma, esta queda expulsada inmediatamente del ordenamiento jurídico. Sin embargo, tanto el artículo al que se ha hecho referencia, como la jurisprudencia constitucional reconocen la potestad de la Corte de modular los efectos de sus fallos, es decir, de establecer desde qué momento se producen tales efectos y en qué sentido.

Pues bien, con la Sentencia C-047 de 2021, “la inexequibilidad se declaró con efectos diferidos a dos legislaturas completas, contadas a partir del 20 de julio de 2021”. Según la Corte, “la medida del diferimiento se adoptó al tener en cuenta la necesidad de no afectar la continuidad en el cumplimiento de las finalidades constitucionales del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación en los términos del artículo 70 de la Constitución, y los derechos de las personas vinculadas a la entidad y a los programas y proyectos que desarrolla en materia de ciencia, tecnología e innovación”.

Esto significa que con la decisión de la Corte Constitucional el Ministerio no desapareció. Más aún, puede seguir ejerciendo sus funciones. Pero el Congreso de la República cuenta con dos legislaturas, contadas a partir del 20 de julio de este año, para regular de manera completa la estructura de dicho Ministerio, pues una vez cumplidas aquellas, tanto la Ley 1951 de 2019 –que lo creó– como los artículos 125 y 126 de la Ley 1955 de 2019 –que complementaron sus funciones–, saldrán del ordenamiento jurídico y quedará sin fundamento normativo tal Ministerio.

Según el artículo 138 de la Constitución, una “legislatura” se conforma por dos períodos legislativos: el primero va del 20 de julio al 16 de diciembre y el segundo del 16 de marzo al 20 de junio. De acuerdo con lo anterior, el plazo para que el Congreso subsane los defectos en la estructura del Ministerio, siguiendo el trámite legislativo adecuado, vence el 20 de junio de 2023. Hasta esa fecha, dicho Ministerio puede continuar desarrollando sus actividades.

A pesar de que con el plazo concedido por la Corte Constitucional para remediar la situación el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación conserva temporalmente su vigencia y operatividad, un tema estratégico del Estado, como lo es la creación de un ministerio, debería contar con un procedimiento legislativo adecuado y tener claramente definida su estructura desde el momento de su concepción.

Debe recordarse que los ministerios y los departamentos administrativos, como órganos del Gobierno Nacional, cumplen funciones cruciales para la concreción de las políticas públicas. En tal sentido, la creación, modificación y supresión de aquellos debe obedecer a un razonable ejercicio de planeación y no a decisiones improvisadas.

La sentencia de la Corte Constitucional también es un llamado a que se respete el principio democrático en la creación de los órganos del Estado. El Congreso de la República no puede renunciar a su competencia para establecer la estructura de un ministerio, encomendando este asunto al Gobierno Nacional, pues ello no garantiza el grado óptimo de deliberación y afecta la legitimidad de este tipo de decisiones.

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Las revistas y el periodismo científico

Enero 26, 2022

Heiner Mercado Percia. Editor de la revista Co-herencia.

Las revistas multidisciplinarias o generalistas editadas por universidades colombianas, como Revista Científica de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, Revista Universidad Católica Luis Amigó, Revista de Investigaciones de la Universidad del Quindío, Revista de la Universidad Nacional o la Revista Universidad EAFIT, surgieron como medios que centralizaban la publicación de artículos científicos dedicados a la exposición de los resultados de investigaciones en diferentes disciplinas desarrollados por los grupos y programas de estas instituciones.

Algunas mantienen ese espíritu, otras desaparecieron, pero desde hace unos años unas cuantas, como la Revista Universidad EAFIT, se transformaron en publicaciones de divulgación científica adoptando las prácticas propias del periodismo científico.

Esa transformación fue motivada seguramente por razones como el surgimiento de otras revistas más especializadas editadas por escuelas o facultades que terminaron compitiendo por la publicación de artículos, las cambiantes exigencias de Publindex en materia de cumplimiento de criterios de calidad y castigos a la endogamia, problemas en la continuidad, interrupciones o demoras frecuentes en la publicación de nuevas ediciones que hacían que se incumpliera la periodicidad definida, la dificultad para atraer artículos de autores de otras instituciones, bajos niveles de uso (consulta, citación, etc.) causados por la dificultad de proyectar una unidad e identidad temática, entre otros.

En el caso de esta revista de la Universidad EAFIT, los cambios acordes con ese giro hacia el periodismo científico aparecen en la edición 161 de enero-junio de 2013. El exrector Juan Luis Mejía indicaba en el editorial de dicha edición una “nueva vocación” de la publicación que se insertaba en el marco de un nuevo impulso hacia el mejoramiento de las revistas de la universidad, pero además servía para presentar, en un lenguaje mucho más claro y visual gracias al trabajo mancomunado entre periodistas e investigadores, los resultados de las investigaciones realizadas por los integrantes de los diferentes grupos de la Institución y su impacto social.

En esa misma línea, se han creado también nuevas publicaciones en otras instituciones de educación superior del país, como es el caso de Intellecta de la Universidad del Norte, Revista Divulgación Científica de la Universidad del Rosario o Pesquisa Javeriana. No hay duda de que este giro hacia el periodismo científico ha sido positivo. Ha abierto la posibilidad de que se promueva el diálogo entre investigadores y comunicadores, que se impulse el ejercicio de la divulgación del conocimiento científico como tarea complementaria a la investigación misma y a la escritura de artículos o papers dirigidos a especialistas y, sobre todo, a que se amplíe el número de lectores. Sin embargo, algunos aspectos del periodismo científico deben explotarse de una manera mucho más sistemática para lograr acercar en mayor medida la ciencia a la sociedad.

El periodismo científico tiene como objetivo informar, explicar y analizar hechos científicos y tecnológicos. Contextualiza y llena de sentido los proyectos, los modos de proceder en las investigaciones, los resultados y las aplicaciones de los nuevos conocimientos, conceptos e instrumentos. Suele señalarse que el periodista científico cumple un papel de mediador entre el científico y el público en general a través de su esfuerzo por traducir ese lenguaje técnico complejo en uno mucho más claro sin que se pierda el rigor.

Pero, también, el periodismo científico cumple una tarea muy importante para la sociedad y para la ciencia misma puesto que posibilita discusiones críticas en torno a las contribuciones reales que traen para la sociedad las investigaciones, los nuevos hallazgos científicos y las aplicaciones tecnológicas; está atento para denunciar con propiedad y con la autonomía suficiente posibles malas prácticas, fraudes, manipulaciones y conocimiento erróneo o pseudocientífico. Para ello, no se puede dejar de lado la búsqueda y comparación de fuentes, el trabajo de campo y una reportería rigurosa.

El trabajo del periodista científico aprovecha los diferentes medios (impresos, televisivos, radiales y digitales) que contribuyen eficazmente a la divulgación de los nuevos hallazgos, pero también debe estar muy cerca de la actividad que realizan los editores de las revistas científicas tradicionales para estar al tanto de los procesos de evaluación y del impacto que han tenido los estudios que se están cubriendo.

Creo que la implementación de algunas herramientas del periodismo científico en la revista de la Universidad EAFIT es un acierto, en primer lugar, porque nos permite ver de cerca lo que están haciendo los investigadores; en segundo lugar, porque puede contribuir a que se reconozca que la labor editorial produce conocimientos y prácticas que rara vez son aprovechadas para otras actividades misionales; y, por último, abre la posibilidad de que se promuevan discusiones amplias sobre los nuevos hallazgos científicos en momentos como este, de pandemia, en donde más se necesita que la sociedad tenga al alcance información precisa, verdadera y, sobre todo, estructurada bajo los más estrictos lineamientos éticos.

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Cuidar la memoria, la verdad y la justicia reparadora

Enero 22, 2022

Gloria María Gallego. Profesora de la Escuela de Derecho, coordinadora del área de Teorías del Derecho.

Hay un cambio cultural en la valoración del pasado. Estamos en la época de la memoria, como categoría ética, filosófica y política, para denunciar y resistir contra el horror. Es el triunfo de las víctimas que sobrevivieron a la Segunda Guerra Mundial y al Holocausto y que erigieron algo tan modesto como la memoria en un potencial de oposición y en una semilla para nuevos aprendizajes en la construcción de barreras morales contra la violencia.

Los que regresaron de los campos de concentración sintieron que volvían más del mundo de los muertos que del mundo de los vivos sin saber muy bien cómo sobrevivieron a esa fábrica de atrocidades: “Convivíamos codo a codo con la muerte, y no era posible dejar de preguntarse si uno sería el próximo cadáver que llevaran al crematorio”. La meta era salir con vida de aquella barrera de muros, alambradas, cámaras de gas y hornos crematorios para hablarle al mundo del destino de la muchedumbre innumerable de quienes “sufren y se arrastran en una opaca soledad íntima, y en soledad mueren o desaparecen, sin dejar rastros en la memoria de nadie”. Los sobrevivientes se convirtieron en testigos por delegación y asumieron el deber de narrar para anular todo proyecto de negación y ocultación del pasado.

Dar testimonio, registrar la barbarie, negar justificación a los actos inhumanos de los perpetradores es una forma última de justicia. La memoria es un conocimiento surgido de los testigos supervivientes del horror que con el poder de la palabra (hablada o escrita) comunican a otros los materiales de la experiencia vivida. Va más allá del recuerdo, la vivencia o emoción personal y los sentimientos que los recuerdos suscitan, y se convierte en un modo específico de conocimiento que, apoyándose en los casos individuales, subraya la universalidad del horror, destaca las luchas de seres humanos por sobrevivir y por su dignidad, y advierte sobre el futuro.

Tras tantas décadas de guerra interna, nuestro país vive la era de la memoria, de la verdad y de la justicia reparadora, como elementos imprescindibles para la paz y la reconciliación, y como tributo último a millones de víctimas de secuestro, asesinato selectivo, desaparición forzada, violencia sexual, desplazamiento forzado, tortura, masacre, reclutamiento forzado. Memoria por tantas vidas destruidas, libertades anuladas, proyectos frustrados, daños, sufrimientos y traumas. La realidad no es solo lo existente; es también lo suprimido, lo que está ausente, lo que quedó truncado.

La memoria, como modo específico de conocimiento, trasciende las emociones subjetivas y negativas que atan al pasado (tristeza, furia, odio, resentimiento, deseo de venganza) y –siguiendo a Todorov– pasa de la lectura literal del hecho a la lectura ejemplar, es decir, el acontecimiento recuperado ya no es leído de manera calcada y puntual, sino que sirve de modelo para ilustrar sobre situaciones similares con un sentido superador y constructivo, de apertura al presente y al futuro en procura de evitar el sufrimiento humano y de la conformación de una sociedad más justa y pacífica.

Todo acto de memoria tiene significación ética, pues obliga a inscribir los hechos acontecidos y las experiencias de inhumanidad colectiva en el marco histórico pasado y reciente, conserva la información, honra a las víctimas, se opone a la negación de los crímenes por parte de los perpetradores por simple falta de conocimiento.

No se trata solo del pasado, ella entraña un carácter de porvenir: es un ejercicio que, desde la sabiduría de la experiencia de lo acontecido y desde ideales de convivencia civil, se transmite y retransmite para ayudar a leer los hechos y su línea de desarrollo, de tal manera que pueda extraerse una indicación, un ejemplo, una enseñanza que puedan alumbrar lo que sucede y anticipar lo que podría llegar a suceder, para que las atrocidades de ayer no retornen en circunstancias
más o menos parecidas.

Las víctimas nunca más pueden ser el precio a pagar en la búsqueda de fines políticos y modelos de orden social. Las divergencias, los intereses contrapuestos,
las distintas representaciones del orden social y las tensiones deben tramitarse por medio de la palabra, el debate público, la política, la democracia como arte del acuerdo desde todo aquello que se tiene en común, más allá de lo que separa.

Referencias

Nanette Blitz, Sobreviví al Holocausto. El conmovedor relato de una amiga de Ana Frank, 1ª. ed., Bogotá, Taller de Edición Roca, 2016, p. 59.

Primo Levi, Si esto es un hombre, 6.ª reimp., Barcelona, Muchnik Editores, 2005, p. 153.

Tzvetan Todorov, Los abusos de la memoria, 1ª. ed., Barcelona, Ediciones Paidós Ibérica, 2008.

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La bioética narrativa como cuidado de sí

Enero 26, 2022

Tomás Domingo Tomaralla. Profesor titular de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).

La bioética es una disciplina nueva, nace en los años setenta del siglo pasado, y busca responder y afrontar aquellos problemas que tienen que ver con el nacer, con el morir, con el cómo vivimos, etc. Se desarrolló debido, sobre todo, a los avances tecnológicos y a una preocupación por la investigación científico-técnica que parecía poner en peligro la propia vida del ser humano. Pretendía, y pretende, ser una disciplina puente entre las ciencias médico-biológicas y las humanidades. Parece que nos preocupamos exclusivamente por la dimensión biológica y nos olvidamos de “lo más humano”, lo biográfico. Desarrollamos estrategias cada vez más sofisticadas de curación y olvidábamos, en parte, estrategias y prácticas de cuidado y atención.

La bioética nace con una pretensión cuidadora: cuidar lo humano en su vulnerabilidad y en su complejidad, aunque pronto se convirtió en un método de toma de decisiones basado en principios que había que aplicar en diferentes situaciones, es decir, se protocolizó, y se convirtió en herramienta en comités de ética (en hospitales, etc.) y una forma determinada (principialista) de pensar y afrontar las incertidumbres. Lo que no está mal, pero quizás es insuficiente. En esta tesitura
algunos empezamos a hablar de bioética “narrativa”, no para descartar los métodos habituales de hacer bioética sino para destacar, resaltar y recordar lo que creemos que es esencial en el quehacer bioético ya desde sus orígenes: el cuidado de lo humano.

La bioética, así entendida, es una reflexión biológica que cuenta con los saberes que hablan de la vida (biológicos, médicos, etc.) y biográfica, que subrayan que los seres humanos somos seres de sentido y que la enfermedad, el miedo, la vida, no es asunto solo de moléculas, sino también de palabras. Necesitamos curación, sí, por supuesto, pero también cuidado.

Si la bioética se define como una ética de la vida, y la vida es de principio a fin narración, la bioética no tiene más remedio que contar con las narraciones si quiere dar cuenta verdaderamente de los que somos. La narración es una forma de atender lo humano, lo humano en su enclave biográfico.

El objetivo último de la reflexión filosófica, de la ética, y por tanto también de la bioética, es que seamos capaces de vivir desde nosotros mismos, que desarrollemos nuestras potencialidades, ser aquello que podemos ser. Pero, claro, esto es en muchas ocasiones difícil y complejo, pues a veces no sabemos muy bien lo que queremos, cambiamos, además vivimos con otros –somos  muchos y diversos–, y también nuestras acciones se convierten en peligrosas para nosotros mismos y para otros (pensemos en el riesgo al que sometemos constantemente al planeta). Aquí viene la ética, la bioética, a ayudarnos, y aquí viene también la narración a “socorrernos” en esta tarea de cuidado de nosotros mismos. ¡Somos seres de cuidado! Y nos ayuda la narración haciéndonos ver y sentir cosas que sin ella no seríamos capaces de ver y sentir. Nos ayuda a conocernos mejor, a conocer a los otros y el mundo en que vivimos. Solo desde el relato tiene sentido una tarea de cuidado. ¿Cómo vamos a cuidar si no conocemos lo que hay que cuidar? Cuidar a un ser humano no es solo curar físicamente sino también cuidar biográficamente. Superar una enfermedad, o aprender a afrontarla, sufrirla, significa ser capaces de seguir haciendo nuestra vida, de contarnos nuestra vida.

La narración puede cuidarnos al ofrecernos sentido, al ayudarnos a ver las cosas de otra manera, a pensar mejor, a pensarnos mejor. Tomarnos en serio la narración ha llevado a que hablemos de una medicina narrativa y de una deliberación (de problemas bioéticos) narrativa. Buscamos una vida plena, madura, autónoma, es decir, responsable. Y “cuidado” es otra forma de decir “responsabilidad”. Cuidar es atender, acoger, procurar, preocuparse, mirar hacia aquello que requiere nuestra atención. A esto apunta la bioética narrativa.

Y, ¿cuál es el objeto de este cuidado que define a la bioética? Se trata básicamente del “cuidado de sí”. Pero hemos de darnos cuenta de que el “sí mismo”, el sí, es cualquier persona. Recogiendo el aprendizaje de filósofos como Michel Foucault o Paul Ricoeur diría que hemos de desarrollar un “cuidado de sí” (Foucault) en su amplitud de sentido (Ricoeur): cuidar de uno mismo, cuidar de los otros y cuidar de las instituciones e, incluso, añadiría yo, cuidar del planeta. El cuidado se realiza como “cuidado del yo” (y no es egoísmo), “preocupación” por los otros –próximos y lejanos–, cuidado por las instituciones en que nos movemos y el cuidado del planeta. Y todo ello se hace de múltiples formas, pero siempre en entornos narrativos. Somos historias y hemos de cuidar cómo nos contamos, qué relato hacemos de nosotros mismos. Estamos y somos entramados y entrelazados unos con otros, vivimos en urdimbre comunitaria. Nuestra identidad, de cada uno, de nuestras instituciones, es una identidad narrativa.

Cuidar nuestras historias es cuidarnos a nosotros mismos, cuidar nuestras relaciones, cuidar nuestras instituciones y cuidar nuestro planeta. La experiencia
del cuidado pide muchas cosas, pero sobre todo palabras, gestos, comunicación, es decir, intercambio de experiencias y esto nos lo da el relato. La experiencia
del “cuidar” (tanto como donadores de cuidado como receptores) es siempre decir algo así como “¡déjame que te cuente, pues tú cuentas para mí!”.

Cuidar pasa necesariamente por contarnos. Termino citando a Ortega y Gasset, un filósofo que llegó a enunciar que necesitamos una nueva forma de razón, de pensar y la llamó razón vital, razón histórica, razón narrativa e, incluso, razón cordial. Cordialidad es otra forma de decir radicalmente cuidar. Decía: “Para comprender algo humano es preciso contar una historia. Este hombre, esta nación, hace tal cosa y es así porque antes hizo otra y fue de otro modo. La vida solo se vuelve un poco transparente ante la razón histórica”. Seguimos contando, cuéntenlo. Lo que cuenta es cuestión de cuentos. Y una cosa, ¡cuídense!, es decir, no dejen de contar.

Referencia

Tomás Domingo Moratalla, Lydia Feito Grande, Bioética narrativa, 2ª edición, Escolar, Madrid, 2020; Bioética narrativa aplicada, Escolar, Madrid, 2020.

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