Estudio explora las estrategias corporativas de empresas multinegocios en Colombias

Enero 26, 2025

Una investigación liderada por dos profesoras de la Escuela de Administración de EAFIT describe la forma en que empresas multinegocios del país diseñan y adaptan sus estrategias corporativas desde la alta dirección.

Daniela Milena Ramírez, Colaboradora Revista Universidad EAFIT.

Adentrarse al corazón de las grandes empresas representa un desafío desde el campo de la administración debido a que sus administradores suelen ser renuentes a revelar información de la estrategia corporativa.

De ahí el mérito de un estudio realizado por dos profesoras de la Universidad EAFIT que analiza a las compañías multinegocios colombianas de seis regiones, con hallazgos que nutren el debate académico y trazan un camino para profundizar sobre el modo en que son administradas.

La investigación describe a las multinegocios como aquellas empresas con una diversidad de negocios desde la propiedad, con portafolios cruzados, una administración central y unas formas determinadas de seguimiento al desempeño (se reconocen organizaciones privadas, de origen familiar y hasta estatales).

Entre otros aspectos, sus resultados muestran la forma en que pasan a convertirse en multinegocios, la compleja configuración de la estrategia, aspectos sobre la gestión de sus portafolios y, principalmente, cómo se administran conjuntamente desde sus centros corporativos (una especie de oficina central).

Tal exploración fue realizada por las profesoras Luz María Rivas Montoya y Diana Londoño Correa, del Departamento de Organización y Gerencia, de la Escuela de Administración de EAFIT, a partir de su interés de ampliar estudios llevados a cabo en sus tesis de doctorado con empresas del Grupo Empresarial Antioqueño (GEA).

Las investigadoras consideraron que era necesario seguir indagando para entender, más allá de los aspectos financieros y económicos –que consideran muy importantes– el cómo lo hacen, es decir, la complejidad de la administración de estos conglomerados.

De acuerdo con Rivas Montoya, el hallazgo más importante tiene que ver con el momento en que pasan a convertirse en multinegocios y la dirección debe definir la estrategia competitiva para cada uno de esos negocios y la corporativa para toda la empresa; esto implica una paradoja: fortalecer la singularidad competitiva de cada negocio, mientras crean nuevo valor económico para toda la empresa multinegocios.

“Se reconoce que la empresa multinegocios compite en varios sectores y ello es muy importante para entender que no se puede tener una estrategia competitiva por empresas, sino por negocio. Hay compañías que no entienden eso y definen una estrategia para toda una empresa, cuando en realidad tienen negocios distintos”, apunta la investigadora.

Una vez están operando como multinegocios, otro reto que aparece es la toma de decisiones, que depende en gran medida del porcentaje de participación de la propiedad en cada negocio. Lo anterior implica que se presenten diferentes formas de administrar. Las académicas relacionan que la gerencia se torna más fácil cuando los dueños tienen el cien por ciento de la propiedad porque permite centralizar funciones como el pago de la nómina o de los impuestos, el uso de tecnologías, la optimización del manejo financiero, entre otros aspectos.

“Pero encontramos que esas empresas tienen distintas participaciones en las sociedades y, dependiendo del grado de propiedad, es que pueden tomar decisiones sobre algunas funciones corporativas o no, tales como la definición del portafolio, la gestión interna y la gestión externa”, explica la profesora Rivas Montoya.

Diversas formas de generar valor

Otro aspecto fundamental que revela el estudio es la importancia de las estrategias de no mercado y de acción política corporativa, que tienen que ver con la gestión externa que realizan con sus grupos de interés y ante el Estado; una particularidad que, suponen, obedece al entorno del país.

En esta gestión son claves actores como los dueños, en empresas más pequeñas o familiares, y los vicepresidentes de asuntos corporativos, en las más grandes.

“El tema de la acción política y el compromiso con las regiones es muy valioso, y es muy diferente al de otras partes del mundo porque los problemas son muy distintos: se trata de otros contextos”, explica la investigadora Diana Londoño Correa.

Este tipo de relacionamiento con la sociedad se da, en la mayoría de casos, a través de fundaciones empresariales. Asimismo, en las acciones políticas con el Estado se busca participar en la definición de legislaciones que pueden afectar a los negocios.

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El trabajo permitió obtener información de las complejidades de la administración de estas compañías. Foto: Shutterstock.

 

También, se identifica que la administración conjunta es orientada a generar sinergias que logren que los negocios sean más competitivos, mejorando su eficiencia y creando nuevo valor. Desde la alta dirección también se impulsa el diseño de programas para pensar cómo hacer cosas diferentes y generar nuevos ingresos.

“Nuestras empresas son muy creativas en generar nuevas formas de valor al administrar conjuntamente esos negocios. De hecho, en uno de los artículos mencionamos ejemplos de nuevas formas de generar ese valor”, menciona Rivas Montoya. Sin embargo, no todas operan a partir de centros corporativos. Algunos negocios, pese a tener portafolios cruzados, pueden ser más independientes.

El hallazgo más importante tiene que ver con el momento en que las empresas pasan a ser multinegocios y la alta dirección debe definir la estrategia
corporativa: cómo reconfigurará sus portafolios (invertir y desinvertir) y cómo administrará esos negocios de manera conjunta.

Aportes de la investigación

De acuerdo con las profesoras, este proceso representa tres aportes para el campo de la administración en Colombia. El primero, el llevar a los entrevistados a la reflexión sobre el cómo desarrollan sus estrategias corporativas.

“Cuando hacíamos las entrevistas generábamos consciencia de cosas que los gerentes hacen sin preguntarse tanto. En el día a día del negocio no surgen esas reflexiones porque las empresas viven en la carrera de la productividad y la competitividad. Cuando uno como investigador les hace esas preguntas y los lleva a pensar, lo van haciendo consciente”, dice Rivas Montoya.

Asimismo, se destaca que el estudio presenta un referente local de cómo se administran estas empresas porque lo usual es que estos análisis abarquen casos de estudio de empresas radicadas en otras partes del mundo.

“Para nosotras es muy importante tener información propia. No es lo mismo administrar aquí que en Nueva York o en Tokio. Son conceptos que tienen que marcar porque la administración es muy compleja y tiene muchos factores contextuales y culturales; contexto de momento y de historias, de la forma cómo se ha hecho. Todo eso es relevante”, plantea la docente Londoño Correa.

La discusión que se ha suscitado en espacios académicos con el estudio también ha generado un interés por parte de estudiantes de posgrado por seguir indagando sobre las particularidades de las formas de administración de este tipo de empresas.

Algunos, sobre todo de maestría, laboran en esas compañías y se empiezan a interesar por profundizar sobre estos aspectos en sus trabajos de grado. Lo otro es que llevan los hallazgos a la práctica de sus entornos laborales.

“Los estudiantes que vienen de esas empresas en que pudimos hacer el trabajo, al ver estos casos, pueden hacer comparaciones sobre qué ha cambiado y qué no, y ello suscita discusiones muy valiosas en las clases”, comenta Londoño Correa.

Una veta para seguir indagando

También se destaca el aporte del estudio a la literatura académica sobre las particularidades de la administración de este tipo de empresas en el contexto local.

“Hay poca literatura porque las empresas son reacias a entregar este tipo de información y porque la investigación en Colombia en administración es joven. EAFIT ha hecho esfuerzos en este sentido y esto enriquece profundamente la docencia y la investigación aplicada. En el mundo, lo más frecuente es el estudio de las fusiones y las adquisiciones, con un mirada
económica y financiera, pero de la etapa de integración, que sigue a una adquisición, hay literatura interesante pero aún hay preguntas abiertas”, asegura Rivas Montoya.

Según Diana Londoño, el estudio también evidencia que hay multinegocios que no son de tipo familiar, como se ha enfatizado en algunas investigaciones similares en América Latina.

Las profesoras Diana Londoño Correa y Luz María Rivas Montoya. Foto: Róbinson Henao.

 

“Si yo quisiera hablar de los grupos coreanos, japoneses o alemanes encuentro artículos. De los latinoamericanos y colombianos hay algunas referencias alrededor de lo familiar, pero no todos están configurados así”, sostiene.

Los hallazgos, que han sido consignados en diferentes publicaciones académicas, también han dado cabida a otros trabajos de investigación sobre la variedad de alternativas para administrar empresas multinegocios en Colombia y que se encuentran en un estado de avance importante.

Se espera que como el ya presentado, sirva para seguir comprendiendo las estrategias corporativas de las poco estudiadas empresas multinegocios del país.

 

Nuevas líneas de investigación

La indagación sobre empresas multinegocios en seis regiones de Colombia permite evidenciar un espectro amplio para seguir realizando este tipo de estudios en el país.

La profesora Diana Londoño dice que el tema sigue abierto y hay cabida para indagar por diferentes aspectos que permitan enseñar cómo funcionan estas empresas desde la alta dirección, un asunto que compete específicamente al campo de la Administración.

“Es muy del tejido interno y de las decisiones que se toman dentro de la organización. Todas esas decisiones son cosas que le interesan al administrador. Las otras miradas son valiosas e importantes, pero son diferentes”, menciona.

Entre otras líneas de investigación, las docentes consideran de interés: la identificación de sinergias en las empresas multinegocios, la acción política corporativa,
las configuraciones de portafolio y el fenómeno multinegocio en empresas pequeñas.

Las académicas están realizando actualmente un estudio con el Grupo Éxito con el cual buscan entender cómo se materializaron las sinergias en esa firma.

 

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Autor
Daniela Milena Ramírez
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Edición 177

El presente y el futuro​ se conectan en cinco letras: ​EAFIT​

Una educación flexible y relevante, una generación y transferencia de conocimiento consciente y responsable, y una construcción de tejido social y productivo. Estos son los ejes del Proyecto Educativo Institucional con los que la Universidad mira al futuro, ese escenario que transcurre en tiempo presente y del que surgen nuevas preguntas, un libro que se hace necesario escribir a varias manos con diversos sectores como aliados para conectar capacidades y tejer redes.

Juan Carlos Luján Sáenz.

Las dudas están ahí, con sus signos de pregunta a la vista, con muy pocas certezas y cientos de manos levantadas que creen acercarse a una solución. ¿Y las respuestas? Esperan, son pacientes e impacientes a la vez, saben que llegará su tiempo… Ambas, preguntas y respuestas, se encuentran y se encontrarán en un presente futurista o quizás en un futuro presente, ya es difícil predecirlo o asegurarlo, lo que sí es posible definir es el espacio en el que se cruzan, en el que conversan, en el que se escuchan, en el que se miran a los ojos, y ese lugar se llama EAFIT.

Unas y otras orbitan alrededor de tres verbos: inspirar, crear y transformar, los mismos que en este campus se vuelven plural para cobrar sentido a partir de un gran propósito: inspiramos vidas, creamos conocimiento y transformamos sociedad. Y de cara a asumir el reto que el mismo entorno le plantea a la academia frente a los cientos de desafíos que surgen a diario y que exigen acciones, tanto en el presente como en el futuro, EAFIT se declara como “una comunidad de conocimientos y saberes aplicados para la solución de problemas, en conexión con las organizaciones que genera valor y desarrollo sostenible".

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Esta es una construcción colectiva, un universo de posibilidades, un proyecto humanista y científico donde, en voz de Claudia Restrepo Montoya, rectora de la Institución, “el aprendizaje, la ciencia, la tecnología y la innovación están en el centro para dinamizar la construcción de futuro desde el presente".

Es en función del otro, aunando esfuerzos de aliados, que puede lograrse un mayor impulso, cuya estela impacte a los diferentes grupos de interés y permita un mejor y más amplio trabajo con las organizaciones, tal como ocurre en la actualidad. Es que desde la misma Visión de EAFIT se reafirma: innovación, liderazgo y acción global para la sostenibilidad del planeta y el cultivo de la humanidad.

Y estas declaraciones se hacen tangibles en acciones que la Universidad ha emprendido para conectarse con los grandes propósitos de la humanidad. “No hay manera en la que EAFIT escriba el futuro si no es de la mano de los aliados que la acompañan para llevar a cabo la transformación digital que propicia dentro y fuera de la Institución; es gracias a la conexión con el entorno empresarial que consolida un plan educativo modular, flexible, cimentado en la resolución de retos y las preguntas; es trabajando junto a emprendedores que incide en el fortalecimiento del nuevo tejido empresa rial del país", reitera la Rectora.

En sus palabras, uno de los desafíos más importantes que afronta la Universidad es la transformación digital. Ahí entra en escena Nodo, el centro de formación y transformación en tecnología. Otro de los ejes en los que se ha puesto el foco es en el emprendimiento y la consolidación del nuevo tejido empresarial del país, por eso el surgimiento de On.going, el centro de emprendimiento de impacto.

¿Y la pregunta por lo humano? El Centro Humanista avanza en fortalecer la confianza entre individuos, comunidades y organizaciones. Y de esa forma, Valor Público, el área académica de Ciencias del cuidado y de la Vida, y EAFIT Social son brazos de la Institución en su entorno regional, nacional e internacional, posibilidades de incidir y de reformular las tantas preguntas por el presente y el futuro.

 

Lo humano como premisa

“No se trata solo de prever el futuro, sino de hacerlo posible", decía Antoine de Saint-Exupéry, autor de la famosa novela corta de El Principito, y con esta frase reiteraba la pregunta de toda época: ¿hacia dónde viajamos y qué nos encontraremos? Pero mejor aún, ¿qué construiremos? La tecnología es una herramienta para permitir que ocurran cambios en diversos ámbitos y es de la mano de esta que han sucedido las grandes transformaciones de las últimas décadas, ​¿pero y en la educación qué?

Desde la Universidad se han planteado inquietudes que es necesario retomar y asumir: ¿es posible que el anhelo por un futuro más humano, justo y sostenible encienda las llamas de una educación aún no concebida?, ¿seremos capaces de dibujar el lienzo de la educación del futuro antes de que el tiempo lo haga por nosotros?, ¿será posible adelantarnos al paso del tiempo para crear una educación que responda a las necesidades de la, siempre enigmática, sociedad del futuro?, ¿podrá la innovación llevarnos más allá de lo que ahora podemos imaginar o nos quedaremos anclados en las orillas de la educación conocida?​

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Cada pregunta tiene un sentido, cada reto responde a una razón y, en el caso de EAFIT, insta a las actuales y a las nuevas generaciones a tomar las decisiones que determinarán el futuro de un planeta que requiere de ciencia, esperanza y creatividad, pero, sobre todo, de humanidad, para superar inequidades y ampliar oportunidades.

Precisamente, al hacer clic en el Centro Humanista se quiere “aportar experiencias y estudios para enriquecer una conversación colectiva que, justamente, permita nutrir el debate público, pero también la vida de las organizaciones, y las conversaciones y las discusiones alrededor de la convivencia en nuestros barrios y ciudades", dice Adolfo Eslava Gómez, decano de la Escuela de Artes y Humanidades.

Una iniciativa de este tipo le transmite un mensaje a la ciudad y al país de que las personas están en el centro de los problemas y demandas sociales y humanas más apremiantes de la actualidad. “Es la posibilidad de construir un 'nosotros'", en voz del Decano. Y claro, humanismo e integridad se encuentran y se irradian al entorno desde este campus, en el que se cultiva el respeto por la diferencia y la diversidad, valor que se promueve en la comunidad eafitense. Sí, la tradición humanista no solo se mantiene, sino que se consolida y se renueva.

Por esto, se desarrolló la Declaración por la Diversidad, la Inclusión y el Pluralismo, en la que en palabras de la rectora Claudia Restrepo, esta es una Institución que abre la puerta y las oportunidades a la diferencia. “Todos somos diferentes, no solo por género, elecciones sexuales o etnias… Cada uno de nosotros es único y tenemos una visión diferente, por eso la Universidad tiene que ser un lugar, no solamente seguro, sino abierto a las conversaciones difíciles que se puedan tener en contextos más diversos e incluyentes".

 

Un proyecto científico en conexión con el saber aplicado 

¿Y qué decir de la ciencia y su papel transformador? La Universidad es generadora de nuevo conocimiento, especialmente a través de la investigación. Así, entonces, esa conversación con el futuro no solo es posible, sino que es una búsqueda permanente como analiza María Paola Podestá Correa, vicerrectora de Aprendizaje.

A su vez, Antonio Copete Villa, vicerrector de Ciencia, Tecnología e Innovación, señala que si algo ha caracterizado a la Institución es su carácter práctico en cuanto a la forma en que produce, gestiona y aplica el conocimiento. “Me atrajo la manera en que la Universidad siempre busca tener un impacto en su entorno. Parte de eso lo mostró en la coyuntura de la pandemia. Ahí se vio esa orientación de investigadores y grupos de investigación".

Se trata, entonces, de una universidad que dialoga con múltiples sectores y que también se conecta con una ciencia que tiene repercusión en la vida de las personas. En un mapa de Colombia, por ejemplo, son diversas las zonas en que la Universidad se ha hecho presente con una investigación dispuesta a buscar soluciones. En el Huila, Bajo Cauca, Urabá, el Eje Cafetero y el Valle de Aburrá (Antioquia) está la huella eafitense, que se despliega en proyectos que conversan con las vocaciones productivas de cada región. “En general, hemos visto cómo evoluciona la ciencia en la Universidad, la que ha ido en una renovación constante. Pasamos de ser una universidad de docencia a incorporar la investigación en nuestras mediciones", subraya el Vicerrector de Ciencia, Tecnología e Innovación.​

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​Un concepto que la Institución vive e impulsa es el de apropiación social del conocimiento que, en las palabras del Vicerrector, es la interacción entre diferentes tipos de públicos y los distintos actores alrededor de los procesos de construcción del conocimiento. “Es el profesor con el estudiante a diferentes niveles de desarrollo: doctorado, maestría y pregrado, y también de manera horizontal con nuestro entorno: con el empresario, con la comunidad y con el tomador de decisiones en el p​lano de lo público. Es que ciencia, tecnología e innovación es el conjunto de una serie de actividades que no las podemos ver independientes las unas de las otras".

Es que sí, las universidades tienen el reto de formar a las nuevas generaciones para profesiones que aún no existen. La cuarta revolución industrial, la irrupción de la inteligencia artificial en la vida cotidiana, el big data y el machine learning, entre otros detonantes culturales y tecnológicos, sumados a lo experimentado en la pandemia del covid-19, expusieron a la educación a un desafío mayúsculo: repensar su estrategia. ¿En qué centrar entonces la formación?

Hoy ese rango se amplió y es imprescindible pensar en una educación que abarque el mundo, a la vez que forje nuevas competencias. Ante esto, Paola Podestá reafirma esa vocación eafitense: “requerimos flexibilidad y adaptabilidad por parte de los profesionales, así como una firmeza y una conciencia de los grandes problemas que enfrenta la humanidad y la urgente necesidad de reflexionar, discutir y aportar soluciones". Para responder a estas circunstancias EAFIT ha planteado la transformación de su modelo educativo a través de dos pilares fundamentales: un diseño curricular, basado en competencias; y un aprendizaje activo y experiencial.

EAFIT es un actor relevante y determinante para la toma de decisiones. Existe un futuro mucho más amplio que, como en la pintura Horizontes, del artista antioqueño Francisco Antonio Cano, señala un escenario que puede no estar a los ojos de la sociedad, pero que se manifiesta. Lo resalta el vicerrector Antonio Copete y tiene tintes futuristas: “todas las actividades económicas que aún no conocemos provendrán de la ciencia, la tecnología y la innovación". Actividades que, obviamente, deberán estar alineadas con unos retos en materia de sostenibilidad y priorizados en el diseño de soluciones para no solo mitigar, sino para recuperar la naturaleza.

“La transformación de la Universidad está encaminada a fortalecer el proyecto humanista y científico", asevera Paola Podestá, y puede servir de conclusión a estos ejes llenos de aristas que continúan en expansión y que se alimentan día a día por cuenta de una comunidad universitaria que entiende que es aunando esfuerzos con diferentes aliados como se puede tejer una construcción colectiva que transforma sociedad.

 

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¿Cuáles acciones de EAFIT generan valor público?

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​Tutorial para ser el más cool del cole

Investigación exploratoria para Colombia sobre la promoción y publicidad de alimentos y bebidas no saludables dirigida a niñas, niños y adolescentes. Grupo de estudios de mercadeo Universidad EAFIT para Unicef Colombia.​

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Laura Rojas de Francisco

​Investigadora del Área de Marketing & Innovación, Escuela de Administración EAFIT.​

Correo

lrojas3@eafit.edu.co​

Agustín Patiño Orozco​​

Periodista, Comunicador del Laboratorio de Divulgación Científica EAFIT.​

Correo

apatino@eafit.edu.co​

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¿Emisiones a la atmósfera?, ¿por qué no mejor de bonos verdes?

Enero 22, 2022

Al igual que en el fútbol, el tiempo juega contra quien necesita resultados. Hoy, aparte de tiempo, el medio ambiente requiere de acciones que financien iniciativas que mermen las emisiones de efecto invernadero. Los bonos verdes son una opción que crece y se consolida en el mercado de deuda.

Juan Carlos Luján, Colaborador Revista Universidad EAFIT.

Habría que vivir en Marte para no percibirlo. Fuertes aguaceros que generan enormes inundaciones, tifones y huracanes que se forman con mucha más intensidad, olas de calor o frío que golpean amplios sectores del mundo, fenómenos atmosféricos que desconciertan a la ciencia.

Quienes habitamos la Tierra, como en un partido de fútbol definitivo, jugamos en contra del tiempo por cuenta del cambio climático y desde diferentes ámbitos, incluidas las finanzas, y por tanto, es un imperativo buscar soluciones que permitan revertir una situación tan determinante para el futuro de la humanidad y de las diferentes especies que conforman el planeta.

Sí, hay que movilizar recursos para generar efectos resilientes alrededor del medio ambiente, pues como lo menciona Juan Felipe Franco, director general de Hill Consulting –firma colombiana que se encarga de trabajar por territorios amables y saludables–, la gestión para hacerle frente al cambio climático no puede ser exclusivamente financiada a través de recursos de donación o de cooperación internacional.

“Definitivamente se necesita de la inyección de capital importante para lograr acciones transformadoras”, menciona el consultor, quien agrega que una alternativa para hacerle frente al asunto son los bonos verdes, financiación que se requiere con prioridad teniendo en cuenta las ambiciosas metas internacionales de Colombia frente al cambio climático y la consiguiente movilización de recursos para su cumplimiento.

Además, no se trata de un asunto filantrópico, sino de gestión de un riesgo, como lo son las acciones en beneficio del medio ambiente. Famosos desde 2007, cuando un grupo de inversionistas nórdicos se acercó al Banco Mundial con el fin de gestionar herramientas que les permitieran invertir en los mercados financieros, pero a la vez tener unos impactos positivos en el medio ambiente, se trata de instrumentos de deuda cuyos recursos solo deben utilizarse en proyectos con efectos ambientales positivos.

La definición de lo que son está en el estudio internacional El potencial de los mercados de bonos verdes en América Latina y el Caribe, financiada por la Fundación EU-LAC y en la que participaron académicos de EAFIT, la firma Hill y Get2C.

En palabras de Diana Constanza Restrepo Ochoa, docente del Departamento de Finanzas de EAFIT y una de las autoras del estudio, los bonos verdes permiten visibilizar los recursos dirigidos a la financiación de iniciativas relacionadas, por ejemplo, con eficiencia energética, energías renovables limpias o infraestructura sostenible, entre otras.

La profesora explica que “esto nos ayuda a entender mejor cómo se mueven los recursos hacia estas áreas, acordes con el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y también con el Acuerdo de París, que busca un compromiso global por limitar el aumento de la temperatura en el planeta a menos de dos grados centígrados de aquí a 2030. Idealmente a no más de 1.5 grados centígrados”.

Emisión de humo

Los bonos verdes son más que un asunto de financiación o de corte filantrópico. Son también una forma de gestión de un riesgo, como todas las acciones en beneficio del cuidado del medio ambiente.

Foto: Róbinson Henao

 

Un mercado de crecimiento

Utilizados por instituciones públicas y privadas, los bonos hacen parte de un mercado de valores de deuda, es decir, en el que se presenta un  financiamiento por medio de la emisión de dichos bonos. Son también conocidos como valores de renta fija, pues entre emisores y compradores se sabe con exactitud la cantidad de dinero que se obtendrá y el interés fijado.

Los bonos verdes integran dicho mercado y, a 2019, se habían tranzado 1397 billones de dólares en el mundo, según el registro que desde 2014 hace The Climate Bonds Initiative (CBI). A su vez, durante 2021 se han movido 298.4 billones de dólares en todo el planeta en bonos verdes.

La profesora Diana Restrepo especifica que son los actores privados quienes más han intervenido en este mercado con la emisión de más del 50% de los instrumentos. El sector público como tal tiene una participación cercana al 30% y la banca de desarrollo un 16 o 17%.

El estudio subraya que, según datos de 2019, Europa se erigía como el principal emisor con un 40% de bonos, mientras que América Latina aportaba solo un 2%.

Y aunque es un mercado en crecimiento, corresponde al 1 % del mercado general de bonos, como lo indicó el Banco Interamericano de Desarrollo en 2019 y que se reseña en la publicación. “Llegar a ese tamaño del mercado global de deuda no es algo desdeñable porque este es un mercado bastante grande”, dice la académica, y más aún cuando su auge comenzó en 2014, siete años después de la emisión del primer bono. En lo concerniente a Latinoamérica, Diana Constanza Restrepo comenta que una de las razones para que falte más consolidación es que se trata de un sector con mercados de deuda aún muy pequeños.

“La mayoría de nuestro tejido empresarial está conformado por empresas pequeñas y medianas, y se necesita salir con una cantidad relativamente grande de deuda (una emisión competitiva de deuda en el mercado colombiano es de más de 200 mil millones de pesos)”.

A 2019, Europa se erigía como el principal emisor con un 40% de bonos, mientras América Latina aportaba un 2%. El mercado mundial de bonos verdes corresponde al 1% del mercado general de bonos.

Su uso en el país

En Colombia, para mostrar ejemplos de emisión de bonos verdes, se destacan las hechas por Bancóldex, organización que en 2017 emitió un bono verde de 200 mil millones de pesos que le permitió conceder créditos verdes por cerca de 330 mil millones de pesos.

ISA, en 2020, hizo una emisión de 300 mil millones de pesos para el financiamiento de dos proyectos en la región Caribe y así permitir la conexión de energías renovables no convencionales (eólica y solar) al Sistema Interconectado Nacional. Además, hubo unas colocaciones privadas de Bancolombia (350 mil millones de pesos) y Davivienda (433 mil millones de pesos), ambas en 2017, lo que las convirtió en las primeras en abrir este tipo de bonos en el país.

Ambas emisiones fueron adquiridas por la Corporación Financiera Internacional (IFC) para darle prioridad a proyectos que combatan el cambio climático. Por lo anterior, para la docente, uno de los aspectos
positivos en Colombia es que los bancos han entrado mucho a dicho mercado y esto es un caso especial dentro de Latinoamérica.

A su vez, Colombia emitirá bonos soberanos verdes este 2021, ofrecidos por gobiernos nacionales. “Ellos han tenido acompañamiento del Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco Mundial en la estructuración de esta emisión. Esperaríamos, eso sí, que la colocación resulte exitosa”, expone la profesora Diana Constanza Restrepo, quien considera que aspectos como la no firma del Acuerdo de Escazú, muy relevante para la protección del medio ambiente en el país, seguramente no afectará la intención de los inversionistas, teniendo en cuenta la especificidad de los bonos y su destinación, y el respaldo que ha tenido el Gobierno durante el proceso de estructuración.

¿Qué son los bonos verdes?

Instrumentos de deuda cuyos recursos solo deben utilizarse en proyectos con efectos ambientales.

Los pueden emitir empresas, gobiernos, municipios o entidades supranacionales.

¿Bonos verdes soberanos?

Son aquellos emitidos por gobiernos nacionales. Su emisión permite a un gobierno atraer directamente a los mercados de capital para financiar los compromisos.

Dificultades y marcos normativos

En el estudio es clara la explicación que se hace sobre la regulación de los bonos verdes, aunque como dice la misma publicación, detallar lo que es “verde” no es tan sencillo. Fue la International Capital Markets Association (ICMA) la que definió los Principios de los Bonos Verdes (GBP, por sus siglas en inglés), los que, de acuerdo con la investigación, son “directrices de proceso voluntario que recomiendan la transparencia y la divulgación y promueven la integridad en el desarrollo del mercado de bonos verdes al aclarar el enfoque para la emisión”.

La académica anota: “Los GBP dan unos lineamientos sobre cómo se debe estructurar el bono, cómo se deben informar los proyectos en que se va a invertir y cómo se debe reportar. Ese es uno de los problemas que tiene el mercado, y es que los emisores pueden o no acogerse a los principios de los bonos y aun así etiquetar como verde”.

Volviendo sobre lo que es “verde”, una de las dificultades del mercado está relacionada con el greenwashing que es, por ejemplo, cuando una petrolera o una mina de carbón emite un bono verde para eficiencia energética, y aunque ahorren energía, su foco de actividad económica continuará siendo muy contaminante.

Aspectos como el desconocimiento del funcionamiento y las ventajas de estos instrumentos, la actualización aún más de su regulación y la socialización de su operación también se hacen necesarias para fortalecer el aumento del mercado. En la actualidad, los bonos verdes se utilizan para iniciativas en energía renovable, infraestructura verde.

El escenario pospandemia

La contingencia del COVID-19 priorizó otras necesidades para el mundo. Tanto en América como en Europa, las zonas en que se centró la investigación –y por sus diferencias sociales y económicas–, se viven escenarios en los que se hace necesario revisar el futuro de este mercado, aunque las previsiones son positivas.

Según la investigación, en el caso de Latinoamérica y el Caribe, “a pesar de la incertidumbre pandémica, todavía existe la oportunidad de apelar al mercado de deuda para financiar la recuperación y los bonos verdes podrían ser un instrumento importante con el fin de movilizar recursos financieros de apoyo a una recuperación económica alineada con la construcción de emisiones cero”.

Los europeos, por su parte, acordaron el próximo presupuesto a largo plazo (1824,3 mil millones de euros). Allí incluyeron medidas de recuperación del COVID-19 pensando también en un futuro más sostenible que apoye la inversión en las transiciones verde y digital.

Hombres montando en bicicleta

El transporte limpio es uno de los campos que se puede financiar con este tipo de bonos. 

Foto: Róbinson Henao

 

"Ante este panorama, Juan Felipe Franco, de Hill Consulting, cree que el mercado no se verá afectado de forma negativa. “Por el contrario, cada vez más los países, los territorios y la empresa privada van a demandar más de este tipo de instrumentos de deuda para sacar adelante la recuperación pospandemia sostenible, y que empiece a tener criterios de desarrollos bajos en carbonos y resiliente al clima”.

Cambio climático, futuro, financiación, proyectos alternativos, verde... Más que palabras claves, la supervivencia de la humanidad en la Tierra, así como de las especies que hoy habitan el planeta, necesita de acciones.

Los bonos verdes, y por ende las finanzas sostenibles, como lo reitera la profesora Diana Constanza Restrepo, permiten anticiparse a esos eventos. “Si entendemos que el ambiente es una fuente de riesgo y no actuamos sobre lo que estamos haciendo para cambiar la trayectoria, seguro vamos a estar peor”.

Ah, y que quede claro, en voz del líder de Hill Consulting, que los bonos no son el único instrumento financiero para este problema. “Requerimos de esfuerzos para que haya una combinación de distintos instrumentos, a través de los que se movilicen recursos para la acción climática en Colombia y en América Latina”.

¿Cuál es el negocio de invertir en ellos?

Los bonos verdes son, básicamente, acuerdos en los que un grupo de inversionistas se compromete a comprar la deuda a los emisores de dichos bonosy los emisores, a cambio, se comprometen a pagar unos intereses mientras el bono se vence.

Para Juan Felipe Franco, de Hill Consulting, los bonos terminan siendo una deuda por la que quien utiliza los recursos debe pagar unos intereses por ese dinero que recibe. Frente al mercado de bonos convencionales, la diferencia con los verdes es que en el caso de los segundos los recursos que se recogen con la emisión solo se pueden utilizar en proyectos con beneficios ambientales.

Se trata, entonces, de instrumentos de deuda o financieros que son ampliamente usados por los países, por el sector privado y por los gobiernos. Lo interesante, además de la destinación de estos recursos, son los requisitos para acceder a estos, los que en ocasiones son entregados al usuario final bajo unas condiciones: tasas especiales, plazos de deuda quizás más amplios y períodos de condonación.

El aporte de estos instrumentos de financiación pasa por la necesidad de beneficiar acciones que tengan impactos ambientales positivos, en la reducción de emisiones y en la forma como las comunidades cada vez son más resilientes a los impactos del cambio climático.

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Las comunidades, con más conocimientos para salvar la bahía de Cartagena

Enero 26, 2022

Este lugar, orgullo de la nación y tesoro del turismo, se halla en estado crítico. Desde hace siete años, una investigación ofrece diagnósticos precisos que facilitan la toma de decisiones para mitigar los efectos de la contaminación y mejorar la calidad de vida de la gente a su alrededor.

Christian Alexander Martinez Guerrero, Comunicador de la Vicerrectoría de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Universidad EAFIT.

Hay lugares que uno visita y queda con la sensación de no querer volver. Para mí, uno de esos fue Cartagena de Indias en diciembre de 2019. Aunque sé que hay desigualdades en todas partes, las que noté allá me impactaron mucho.

Hace poco volví por motivos laborales y hoy solo pienso cuánto me gustaría poder regresar para hacer trabajo con las comunidades, regresar para conocer más historias como la de Mirla Aaron Freite.

Tiene 51 años. Sus días comienzan bien temprano. Junto a “Popi”, su mamá, recibe a los vecinos con una taza caliente de café cerca de las cinco de la mañana. Ella es los oídos y la voz de sus vecinos.

Es una líder social y no hace falta ser muy astuto para adivinar que en sus venas corre algo más que sangre. En su mirada se le nota eso que hace pensar en un mejor futuro: la pasión y la ilusión. Quizá, esas dos palabras tambien podrían definir su vida.

Y es que no hay de otra. Pareciera que siempre sabe qué hacer y a quién acudir para resolver los problemas que rondan en su comunidad, una pequeña isla ubicada al sur del casco urbano de Cartagena con un tamaño similar al del municipio de Itagüí en Antioquia.

Ahí vive Mirla, esta líder social oriunda de Santa Marta, quien después de ir y venir por otros lugares de la costa Caribe colombiana decidió asentarse hace 25 años en este territorio donde se confunde la arena del mar con la tierra de sus calles sin pavimento.

Tiene dos hijos: un joven soñador que desde 2018 migró a Berlín (Alemania) y una chica trans que ha aprendido de su madre a hacer valer sus derechos.

Tierra Bomba es un lugar en medio del mar, pero sus casi 3500 habitantes no tienen servicio de agua potable. Allí, la oferta de empleo es casi nula, pero a todo el frente suyo se produce más de la mitad del producto interno bruto (PIB) del departamento de Bolívar, gracias al turismo.

En uno de los costados de su playa se bañan los niños en medio de las lanchas de sus padres y tíos, pero a unos 10 o 15 metros flotan pañales, mascarillas y muchas bolsas plásticas.

Hombre pescando en el mar

La investigación es financiada por el Centro Internacional de Investigación para el Desarrollo de Canadá. Es liderada por la Universidad EAFIT, con participación de las universidades de los Andes y de Cartagena, y el apoyo de la Corporación Autónoma Regional del Canal del Dique y la Fundación Hernán Echavarría Olózaga. 

Foto: Pixabay

 

¿Cómo llegar a Tierra Bomba?

Esta es una de las preguntas sugeridas por Google y los resultados de la búsqueda normalmente muestran una realidad distinta a la que yo vi.

Ni aquello es mentira ni lo que les cuento es la verdad absoluta, pero definitivamente las monedas tienen dos caras y descubrir un poco estas dualidades fue, en sí, el objetivo de mi viaje.

En Tierra Bomba viven personas oriundas de diversas zonas del país, sobre todo de los departamentos cercanos.

También ha sido lugar de llegada de muchos migrantes venezolanos. Es un pueblo que vive fundamentalmente de actividades alrededor del turismo como la venta de comida, artesanías, servicio de masajes y de la pesca tradicional.

Como a todos, la pandemia los golpeó emocional y económicamente muy fuerte. “Prácticamente fue gracias a los pescadores que pudimos sobrevivir. Todos los días los esperábamos. Entre dos y tres pescaditos por familia. Nos ayudaron mucho”, recuerda Mirla sobre los días más cruentos del revolcón social que propinó ese agente casi invisible del cual aún hoy sentimos sus consecuencias..

Pero tanto antes como después del COVID-19, Tierra Bomba debe enfrentar desafíos de grandes magnitudes que, por su complejidad, no tienen una única solución.

Se trata de la alta contaminación de la bahía de Cartagena, la zona común de Tierra Bomba y las comunidades de Barú, Ararca, Caño del Oro, Bocachica, Punta Arena y Pasacaballos que hacen vida alrededor de este cuerpo hídrico.

Durante casi 500 años, esta ha sido el puerto principal del Caribe colombiano, conocido también como “Puerta del comercio de América”. Gracias a su ubicación geográfica, es un punto estratégico para el transporte de mercancías y el asentamiento de cientos de empresas.

Hasta hace apenas unas décadas se conservaba como uno de los ecosistemas más preciados del país, pero todo ha cambiado: hoy la bahía es un paciente que requiere cuidados intensivos y ojalá existieran métodos tan efectivos como una vacuna para resolverlo.

Imagen Noticia EAFIT
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Cada año, el nivel del agua en la bahía aumenta 7 milímetros, de los cuales cerca de la mitad son resultado de los efectos del cambio climático global. Lo restante se debe a diversos factores locales que están ocasionando lo que aparentemente es un hundimiento imparable de la ciudad de Cartagena.

Un proyecto que cambia vidas

Como en cualquier historia, el amor no puede faltar. “La primera vez que yo presenté la propuesta, no fue aprobada; al siguiente año la presenté y resultó seleccionada en mi último día de trabajo, así que no la pude desarrollar. Después, me fui a Medellín a buscar a la paisa que me enamoró. En ese tercer año volví a postular el proyecto. Ganamos y empezamos a trabajar”, comenta entre risas Marko Tosic, un bonachón investigador canadiense de 40 años.

Llegó a Colombia hace doce años y desde entonces decidió establecerse aquí. Hoy cuenta que es uno de muchos “gringos”, pero antes era uno entre muy pocos.

Ha desarrollado diferentes investigaciones marinas y es el gerente del proyecto Interacciones entre Cuenca, Mar y Comunidades (Basic, por sus siglas en inglés).

Esta es una iniciativa interinstitucional financiada principalmente por el Centro Internacional de Investigación para el Desarrollo de Canadá (IDRC, por sus siglas en inglés). Es liderada por la Universidad EAFIT, con la participación de las universidades de los Andes y de Cartagena, y el apoyo de la Corporación Autónoma Regional del Canal del Dique (Cardique) y la Fundación Hernán Echavarría Olózaga.

“Este es el primer y único esfuerzo sostenido en el tiempo que se ha dedicado a monitorear y medir el agua de la bahía de Cartagena. Mensualmente, durante siete años, hemos venido recopilando datos de diferentes parámetros para tener información acertada sobre qué es lo que está pasando con la calidad y la renovación del agua, los sedimentos, la presencia de metales, entre otros”.

Así lo describe Juan Darío Restrepo, el director del proyecto, profesor e investigador de EAFIT.

La bahía y su gente requieren mucha atención

El proyecto Basic ha encontrado realidades preocupantes sobre el estado de la bahía de Cartagena:

Se calcula que para el año 2100 la elevación del nivel del agua llegará a un metro.

52 millones de toneladas de sedimentos han llegado procedentes del interior del país en los últimos 26 años, a través del canal del Dique, arrastrados por las aguas del río  Magdalena.

Se hallaron índices de mercurio, cromo y plomo en los peces que representan riesgos para la salud humana.

66.4% de las personas que participaron en entrevistas de la investigación tuvieron al menos un episodio de diarrea cada año. La falta de agua potable hace que la gente deba recurrir al agua contaminada de la bahía.

Un sondeo con 109 pescadores reveló que casi la mitad reportaron ingresos mensuales menores a $300.000 pesos.

Juan Darío es un tipo sincero, de fácil conversación, amante de la ciencia y del Caribe. Tiene una conexión especial con el mar y con las personas. Por eso, comparte ambas pasiones en trabajos como este, donde su fin último es buscar el bienestar para las comunidades.

Junto a él, investigadores nacionales e internacionales han llevado a cabo estudios no solo para determinar la situación que aqueja a esta bahía, sino también para obtener información en torno a la salud pública de los habitantes, sus particularidades socioeconómicas y la salud de los peces, por ejemplo.

Ciencia local: ciencia concreta y a tiempo

Entre los resultados principales de este proyecto que ya ha tenido dos etapas de ejecución hay hallazgos preocupantes: por las dinámicas de las aguas, en los últimos 26 años se han descargado en la bahía cerca de 52 millones de toneladas de sedimentos procedentes del interior del país y la tendencia es exponencialmente ascendente.

La renovación de las aguas es muy lenta. Por eso, en las profundidades se concentran los agentes contaminantes y se cuentan con concentraciones de oxígeno por debajo de lo permitido, lo cual ocasiona alteraciones en los organismos.

Además, metales pesados como mercurio, cadmio, cromo, cobre y níquel se encuentran en concentraciones superiores a los niveles de impacto. Las capturas de los peces se están haciendo antes de que ellos tengan la oportunidad de reproducirse y esto puede afectar la sostenibilidad del recurso de la región en el mediano y el largo plazo.

Todo ello, sin contar que se encontraron índices de mercurio, cromo y plomo en los peces que representan riesgos potenciales para la salud humana. Las poblaciones vecinas a la bahía se encuentran expuestas a variados agentes tóxicos, sobre todo por la falta de acceso a agua potable y a servicios médicos.

Para citar solo un ejemplo, 66.4% de las personas que participaron en las entrevistas presentaron al menos un episodio de diarrea cada año.

¿Y qué decir del aumento del nivel del mar? Cada año se viene registrando un crecimiento de 7 milímetros, de los cuales cerca de la mitad son ocasionados por el cambio climático. El restante responde a diversos factores locales que están ocasionando lo que aparentemente es un hundimiento imparable.

A 2100 se prevé que la elevación llegará a un metro y para mitigar las consecuencias es fundamental la toma de decisiones en el ordenamiento del territorio.

En el ámbito socioeconómico, destaca la alta participación de las comunidades en empleos informales. De hecho, esta falta de oportunidades fue una de las
razones por las cuales el hijo mayor de Mirla debió emigrar, pues su gran propósito es ser un actor y modelo profesional.

Los grandes sectores donde se desempeñan las personas que no pueden buscar nuevos horizontes son el turismo y la pesca. En este último, se llevó a cabo un
estudio con 109 pescadores, de los cuales casi la mitad reportaron ingresos mensuales menores a los $300.000 pesos.

Y puede que el escenario para ellos sea peor. “Antes era más fácil. Se conseguían los pescados cerca. Hoy tenemos que irnos cada vez más mar adentro.

Con la contaminación se ha escaseado de una manera impresionante. Nos toca trabajar durísimo para poder hacer una buena jornada. Muchas veces, como salimos, regresamos: sin nada. A veces nos toca perderlo todo”, comenta Ariel Moncari Córdoba, un pescador tierrabombero quien en una faena de trabajo de un jueves del mes diciembre de hace varios años naufragó por muchas horas y lamentablemente perdió a su papá.

“He estado en proyectos europeos de alto nivel y este está exactamente al mismo nivel e incluso más arriba. La forma como acá se involucra a las comunidades es fantástico. Es algo que personalmente nunca vi”. Flávio Martins, investigador asociado al proyecto, Universidad de Algarve (Portugal).

Impactos en la política y empoderamiento social

A partir de los resultados de Basic, el Tribunal Administrativo de Bolívar falló el año pasado una demanda contra instituciones nacionales y locales, ministerios, Alcaldía de Cartagena e incluso la Armada Nacional.

Se ordenó la creación de un plan de recuperación urgente y se creó para este fin el Comité Ambiental Interinstitucional para el Manejo de la Bahía de Cartagena por parte del Ministerio de Ambiente.

En esta instancia se cuenta con la participación de diversos actores de sectores y por primera vez en la historia se incluyen habitantes de la zona. Una importante herramienta para ello fue un diplomado dirigido a 20 representantes institucionales y 40 ciudadanos.

Entre ellas, Mirla, quien además es alta consultiva de nivel nacional, Mujer ONU y estudiante de último año de Derecho.

“Basic no te da un pescado, sino que te enseña a pescar. Ser una líder exige tener este tipo de capacidades y realmente no las teníamos. Hoy podemos incidir, defender, apoyar y aportar a nuestras problemáticas”.

Estudiantes posando con su diploma

Con las capacitaciones a la comunidad y a instituciones, los habitantes de la ciudad tienen mayores herramientas para asumir la defensa de su territorio.

Foto: Cortesía del proyecto

 

Un futuro prominente

Hasta final del año 2023, el proyecto contará con una tercera fase para el desarrollo de alertas tempranas que permitan hacer pronósticos de eventos de contaminación.

Con esto se podrá generar información y conocimiento para las autoridades ambientales. También se espera seguir buscando recursos para su sostenibilidad y un mayor impacto en las personas.

Definitivamente, esta iniciativa es un referente para países en desarrollo que enfrentan realidades similares y es reconocer, como dice Mirla, que en el trabajo en equipo se logran soluciones comunes y acertadas, “que detrás de la ciencia hay grandes seres humanos, personas que han entendido que no existe un conocimiento técnico que pueda ser absoluto si no encuentra una línea directa de conexión con los saberes y los desafíos que tienen las comunidades”.

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La aventura de medir la calidad del aire a través de plantas

Enero 26, 2022

En muchas ocasiones, la investigación científica está rodeada de episodios fascinantes que nunca aparecen siquiera como anécdotas para hacer menos densa una conferencia y, menos, una publicación académica. Esta crónica testimonial muestra esas peripecias desconocidas detrás de hacer ciencia.

Daniela Mejía, Geóloga de la Universidad EAFIT.

Hace cuatro años ya que participé en unainvestigación sobre la calidad del aire en el Valle de Aburrá que realizamos profesores y estudiantes del grupo de investigación en Paleomagnetismo y Magnetismo Ambiental de EAFIT, dirigida por José Fernando Duque Trujillo, docente del Departamento de Ciencias de la Tierra de EAFIT. Era en esas épocas en las que empezó a sonar mucho la idea de que en Medellín había una mala calidad del aire.

Yo por alguna casualidad había comenzado un proyecto muy bonito que consistía en medir la calidad del aire en diferentes puntos de la ciudad por medio de
plantas. ¡Sí!, especies vegetales a las que se les adhiere material particulado de su entorno y por medio de técnicas de magnetismo ambiental se puede saber el nivel de contaminación donde crecieron estas plantas.

Las Tillandsias recurvata son plantas con una distribución muy amplia en toda América y justo en Colombia se pueden encontrar en cualquier lugar: desde las ramas de los árboles, hasta en los cables de la luz. Nunca había notado su existencia hasta que las comencé a buscar.

Una parte importante de la investigación era encontrar las Tillandsias porque por los protocolos de investigación las plantas tenían que cumplir ciertos requisitos: de aproximadamente cinco centímetros y una altura mayor a 1.5 metros, y las que recolectaba tenían que estar distribuidas de manera uniforme por todo el Valle de Aburrá.

Nunca voy a olvidar el primer día que salí a recoger Tillandsias. Había pasado toda la semana planeando las rutas en las que tenía que optimizar el mayor tiempo posible porque en apenas unas pocas semanas tenía que tener toda el área muestreada. ¿La razón? Si pasaba mucho tiempo entre colectar una muestra y las otras, al final no serían comparables.

De manera que pasé mucho tiempo pensando la forma de tomar la mayor cantidad en el menor tiempo posible. Una de las soluciones fue gastar horas en Google maps revisando en qué calles de la ciudad habían árboles y en cuáles no, todo para evitar perder tiempo en lugares donde no se podían hallar.

El reto de ubicarlas y llevarlas al sur del continente

La noche anterior al primer día de muestreo había llevado todo a mi casa: el GPS, los mapas, la ubicación de las calles seleccionadas, bolsas, guantes...

Nada podía fallar porque era la primera vez que estaba yo sola dirigiendo un muestreo. Llovió toda la noche y yo no dormía pensando en que el agua iba a tumbar todas las planticas. Al final todo salió bien y a medida que pasaban los días fue más fácil encontrarlas.

Conocí toda la zona urbana del área metropolitana, barrios que nunca en la vida había visitado en los que gente curiosa preguntaba qué había de interesante en los árboles y para qué recogía esas plantas. La dinámica de muestreo tenía sus altibajos porque en el Valle de Aburrá pasas de una zona con muchos árboles a barrios con centenares de casitas sin una sola planta. Ese era un problema, lugares donde iba y no podía encontrar nada.

Las plantas las empacaba y las llevaba al laboratorio, ese mismo día las ponía a secar en un horno a 38 grados para que no se les “borrara la información”. Finalmente, cuando terminé de muestrear, tenía 185 bolsitas de planticas trituradas, listas para analizar.

Mujer en escritorio con las manos en una hoja en blanco

Colombia terminó el año 2020 con un total de 51.454 hectáreas sembradas de banano. El 69% de las exportaciones de la fruta son a países de la Unión Europea, 16% a Estados Unidos y 15% al Reino Unido.

Foto: Daniela Mejía

 

Para mi fortuna, los análisis magnéticos de las muestras no se podían hacer en Colombia porque ningún laboratorio tiene magnetizadores de remanencia y otros equipos utilizados en magnetismo ambiental, así que después de tener las muestras listas comencé un largo viaje a la ciudad argentina de Tandil –ubicada en la Provincia de Buenos Aires, a unos 420 kilómetros de la capital del país–, para conocer un poco más sobre los minerales magnéticos pegados en las Tillandsias, y con varios análisis más determinar un índice de contaminación en cada sitio muestreado.

Viajar con las muestras fue toda una aventura, básicamente porque es materia vegetal que está pasando de una región a otra y ese tipo de cosas hay que declararlas en aduanas con el riesgo de que no las dejen pasar. Así que con mucha cautela empaqué mis bolsitas entre la ropa de la maleta de bodega y, como dicen por ahí, les eché la bendición.

Al llegar a Buenos Aires me apresuré a recibir la maleta en la banda con la sorpresa de que nunca apareció: Aerolí- neas Argentinas había dejado mi equipaje en Lima y prometió que lo enviaría lo más pronto posible a Tandil.

“El trabajo de laboratorio tiene sus cosas. Algunos piensan que es monótono y que no pasa nada, pero justo al intervenir las muestras fue cuando sentí las mejores emociones de la investigación”.

La emoción del laboratorio

Los primeros días en Tandil fueron de mucha ansiedad, primero por pensar que tal vez no llegaría la maleta —o, si llegaba, podía no tener las muestras adentro— y, segundo, porque como en la maleta traía todas mis cosas personales, no tenía nada que ponerme más que la ropa con la que había viajado.

Tardaron ocho días en enviar mi equipaje y, por suerte, las muestras aparecieron en el mismo lugar donde las había escondido, sin señales de haber sido manipuladas ni mezcladas.

Yo ya conocía Tandil, había estado allí dos años atrás cuando realicé las prácticas profesionales de geología. En el laboratorio de magnetismo ambiental del Instituto de Física Arroyo Seco (IFAS) aprendí las primeras ideas de magnetismo ambiental con el que ha sido dos veces mi director, Marcos Chaparro. De modo que yo no iba en ceros, había gente que ya conocía y amigos con los que me volvería a encontrar.

Llegué a vivir en la misma casa de la vez pasada, Chacabuco 15, al frente de un parque bonito. Eva, una señora de ascendencia danesa, me rentaba una parte de su casa parcialmente independiente en la que yo tenía cocina, baño y una litera para dormir. Digo parcial porque compartíamos la entrada y los muros eran tan delgados que podíamos escuchar las cosas que hacíamos sin ningún esfuerzo.

Cuando salía para el laboratorio, Eva hacía como que sacaba la basura, nos encontrábamos en la reja y aprovechábamos para conversar. Detrás de ella siempre estaba Capitán, un perrito que había recogido de la calle. Él se despedía también, aunque más efusivo que Eva.

El trabajo de laboratorio tiene sus cosas. Algunos piensan que es monótono y que no pasa nada, pero justo al intervenir las muestras fue cuando sentí las mejores emociones de la investigación. Todo consistía en pasar las plantas por una serie de instrumentos que las van magnetizando, y luego medir ese estímulo en un magnetómetro de pulso.

Son procedimientos relativamente sencillos que al principio requieren de mucha atención, pero que con el tiempo se vuelven mecánicos. La emoción está en ir adquiriendo datos que le dan a uno idea de lo que pasa en el área de investigación; recordaba cada sitio donde había colectado una muestra y de forma muy espontánea sentía curiosidad sobre lo que iba apareciendo en cada medición.

“No puede ser que en ese lugar dé valores tan altos de susceptibilidad”, pensaba con sorpresa. Así fui avanzando hasta que un día el magnetizador de campos alternos dejó de funcionar, de la nada. Llevaba unas 20 muestras cuando me dijeron que ya no lo podía utilizar.

Al parecer el sistema de ventilación no era eficiente y se sobrecalentó. Tardaron como un mes en repararlo y mi estancia, que iba ser de tres meses, se tuvo que alargar.

Montaña

Las Tillandsias recurvata son plantas muy comunes en nuestro medio. Crecen incluso en techos y en cables de luz.

Foto Róbinson Henao

 

El disfrute del paisaje

Los meses de más que tuve que quedarme en Argentina no fueron ninguna mala noticia.

Por el contrario, resultaron muy provechosos para el desarrollo de la investigación.

Con tiempo de sobra pude realizar todos los procedimientos que tenía planeados y de manera extra incluimos un análisis multivariado que se realizó en colaboración con un investigador de Mar del Plata.

Para aprender sobre esta metodología tuve que viajar un par de veces a la Universidad de Mar del Plata, donde me reunía con Mauro (el investigador), para ponerlo en contexto sobre los datos que estábamos trabajando.

Con sinceridad puedo decir que la modelación matemática no se me daba para nada, pero con mucho entusiasmo hacía el viaje a esa hermosa ciudad porteña.

La causa era el trayecto de dos horas en bus de Tandil a Mardel (como dirían allá), en el cual se divisaban hermosos paisajes tallados sobre unas pequeñas colinas, sierras de aproximadamente 2200 millones de años, nada más y nada
menos que las rocas más viejas de Argentina.

Ese camino me gustaba mucho, era un contraste entre lo que veía y mis recuerdos; por un lado —en mi mente—, las verdes montañas de los Andes colombianos, altas y en crecimiento.

Por el otro, las colinas de roca descubierta, aplastadas y disminuidas por el pasar del tiempo... la erosión.

Después de una buena divisada llegaba a la terminal de Mar del Plata, ciudad que también disfrutaba mucho. Justo al frente de la parada había una tienda de empanadas, mis favoritas.

“Fue inesperado encontrar lugares con índices de contaminación muy altos, como fue el caso del barrio El Poblado y algunas zonas industriales de Itagüí y Girardota”.

Hallazgos importantes

La investigación se fue enriqueciendo a medida que pasaba más tiempo en Tandil. Al final conseguimos dinero para el análisis químico de un porcentaje de muestras que enviamos a un laboratorio ubicado en Bahía Blanca, otra ciudad al sur de la provincia de Buenos Aires.

Lo hicimos con la intención de determinar la concentración de elementos que en ciertas cantidades se consideran contaminantes y así correlacionar los parámetros magnéticos con una medida de concentración.

Esta serie de datos daba un panorama muy interesante sobre el material particulado que circula por el Valle de Aburrá, especialmente porque la correlación directa de los datos magnéticos con los químicos era un indicador de que las técnicas de magnetismo —las cuales son mucho más baratas que los análisis químicos— eran apropiadas para monitorear la calidad del aire en zonas donde llueve mucho.

Esto fue un hallazgo muy importante porque el biomonitoreo magnético hasta el momento solo había sido aplicado en regiones más secas y, por lo tanto, no se sabía con certeza si en el Valle de Aburrá iba a funcionar. Con una cantidad satisfactoria de datos y mediciones ya estaba todo listo para dejar el laboratorio en Tandil.

Habían pasado aproximadamente seis meses desde que llegué y de un modo inadvertido la investigación había crecido hasta alcanzar una especie de madurez. No quería dejar Tandil, aunque sabía que el regreso a Medellín era inevitable. Sin embargo, faltaba algo importante para concluir la investigación.

En todo ese tiempo había investigado partículas tan pequeñas que no las podía percibir más que a través de las mediciones magnéticas. No teníamos una referencia visual de lo que tenían las plantas y para llegar a mejores conclusiones era indispensable observar los contaminantes por medio de herramientas
especializadas.

De forma espontánea —como mucha parte de lo que fue la investigación—, decidí con mis tutores que antes de regresar era conveniente pasar algunas muestras por el microscopio electrónico. Esto implicó una parada más antes de regresar a Medellín y prolongó un mes más el tiempo de viaje.

La próxima estación sería el campus de Geociencias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) en la ciudad de Querétaro.

Un inusual mapa de Medellín

En la Ciudad de México el primer reto fue convencer al personal de migración que no era una delincuente que ingresaba con fachada de investigadora y que las intenciones educativas eran reales.

A pesar del tiempo que estuve esperando que me dejaran entrar y aún con el maltrato característico de los agentes, me sentía muy emocionada de estar allí, pues era la primera vez que visitaba México y tenía muchas expectativas culturales al respecto.

Pasé unas semanas en el CGEO Juriquilla y finalmente completé los análisis de la investigación. Allí me facilitaron el microscopio electrónico con el que capturamos imágenes de las partículas magnéticas que estábamos investigando.

Las fotografías eran muy sorprendentes, pues se veía el material particulado agrupado en ciertos puntos de la planta —cosa que no se alcanza a percibir a simple vista— y con formas muy llamativas.

Mujer con buzo negro en una montaña

Este fue el último día de Daniela en Tandil. Una pequeña muestra para el recuerdo. 

Foto: Daniela Mejía

 

Marina, la mujer encargada de manipular el equipo, tenía mucha experiencia con este tipo de muestras, así que me ayudaba a encontrar la mayor variedad posible de partículas y en ciertas ocasiones —cuando alguna nos llamaba la atención— analizaba sus principales componentes químicos a través del espectrómetro de energía dispersiva (EDS).

Con las imágenes listas y un par de mediciones magnéticas más había culminado mi travesía investigativa. Regresé a Colombia no sin antes visitar algunos de esos pueblitos mágicos donde se divisan paisajes excepcionales, volcancitos pequeños a lo largo de la carretera (viejos e inactivos) y uno que otro que “acaba de nacer”.

En Medellín, ya con todos los resultados a la mano, comencé a analizar los datos de una manera integral para preparar el informe que sería mi tesis. Fue inesperado encontrar lugares con índices de contaminación muy altos, como fue el caso del barrio El Poblado y algunas zonas industriales de Itagüí y Girardota.

Finalmente, la investigación sirvió para plantear un mapa de calidad del aire obtenido a través de técnicas poco convencionales de bajo costo, utilizando plantas que podríamos decir “se alimentan del aire”.

Estas conclusiones solo fueron posibles después de muchos kilómetros recorridos, que comenzaron a contar desde que se colectó la primera planta y fueron aumentando en cada laboratorio visitado. Sin lugar a dudas, la investigación no habría alcanzado tal robustez sin la colaboración de los diferentes investigadores que, desde su especialidad, ayudaron a conocer más sobre las pequeñas partículas que se esconden en una planta denominada Tillandsia.

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La historia de las montañas contada por sus rocas

Septiembre 10, 2020

El estudio de rocas de las cordilleras Occidental y Central permite a investigadores de EAFIT reconstruir la evolución de los Andes del norte, en Antioquia, desde hace millones de años hasta el último medio siglo. Conoce esta interesante historia.

Periodista Información y Prensa de EAFIT: Jonathan Andrés Montoya Correa.
 

El Centro de Monitoreo de la Conservación del Ambiente, del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, declara a Colombia como un país megadiverso. Y esto se debe, en gran parte, a los miles de millones de años de procesos geológicos que han dado lugar a cordilleras, valles, sistemas de fallas
y condiciones climáticas que propician que esta sea una de las 17 naciones que albergan el 70 por ciento de la biodiversidad del planeta.

Por eso, Colombia no solo es un país megadiverso, también es geodiverso. Esta afirmación se evidencia en todos los paisajes que componen el territorio nacional incluido, por supuesto, el del Valle de Aburrá, donde se levanta Medellín. No es gratuito, por ejemplo, que la vista desde el parque Arví, con sus colinas y altiplanos, sea tan diferente de la que se aprecia desde uno de los miradores de la avenida Las Palmas.

Otra cosa es observar la ciudad desde alguno de sus tres cerros tutelares de la parte plana (El Volador, Nutibara y La Asomadera), en comparación con lo que se ve desde el Alto de la Virgen, en Guarne, o la geografía para quien está en el Alto de San Miguel, donde nace el río Medellín. Y todo eso es muy diferente a lo que
ve alguien que se lanza en parapente desde San Félix en dirección Occidente-Oriente.

¿Por qué el Valle de Aburrá se comporta tan diferente, cómo se formó y cómo sigue reacomodándose?, ¿por qué no se puede comprender como una unidad sino como un territorio geológicamente diverso?, ¿por qué tenemos el paisaje actual? y ¿cuál es la historia tras la formación de las montañas que lo conforman?

La asimetría del Valle de Aburrá lleva a los investigadores a pensar que no se puede seguir entendiéndolo desde el punto de vista geológico como se ha hecho hasta ahora.

Foto: Róbinson Henao

El trabajo de los "médicos de la Tierra"

Las anteriores son algunas de las preguntas que intenta responder la investigación Historia de la erosión en el corto, mediano y largo plazo de las cordilleras Central y Occidental de los Andes del norte, departamento de Antioquia.

Se trata de un estudio que adelanta el Grupo de Investigación en Geología Ambiental e Ingeniería Sísmica de EAFIT, liderado por la profesora María Isabel Marín Cerón, y en el que participa un grupo interdisciplinario de estudiantes y docentes del Departamento de Ciencias de la Tierra e investigadores de la Universidad Nacional de Colombia-Sede Medellín y de otras instituciones educativas de España, Suiza, Australia y Estados Unidos, entre otros. 

Para hacerlo diseñaron una ruta de escalas que va desde el largo plazo (miles de millones de años) hasta el corto (de 50 años a algunos miles).

“Los geólogos somos como los médicos de la Tierra y si queremos hacer una buena práctica con lo que tenemos en este momento en la superficie, tenemos que mirar su historia clínica primero. Esas escalas de tiempo corresponden a dicho propósito”. 

Esto comenta Santiago Noreña Londoño, ingeniero geólogo de la Universidad Nacional de Colombia Sede Medellín y estudiante del doctorado en Ciencias de la Tierra de EAFIT.

Él es uno de los investigadores de este proyecto y explica así la importancia de trabajar en estas tres escalas, que son una oportunidad para entender el pasado y predecir el futuro desde la geología.

Para él, otra de las posibilidades que permite el estudio evolutivo es que cuando se trata de investigaciones geológicas estas se hacen, por lo general, desde escalas muy grandes que no incluyen la dimensión humana.

“Se invierten muchos recursos humanos, económicos y tecnológicos, pero no hay una aplicación real –asegura Noreña–. Lo que nosotros queremos es entender la evolución de los Andes del norte, de las montañas de Antioquia, pero respondiendo a las necesidades locales de generar un producto de información científica de calidad que responda a problemas concretos como la pérdida de áreas productivas, la estabilidad de la infraestructura o los riesgos sísmicos, por mencionar algunos”.

La orogenia es la ciencia de la geología que estudia la formación de las montañas y es fundamental para comprender sistemas complejos como las montañas.

La tarea de ponerle nombre y edad a una roca

Colombia se encuentra en la zona de subducción entre las placas tectónicas de Nazca y Sudamericana, es decir, cada vez que la primera empuja a la segunda (en el proceso que se conoce como de “pulsión”) genera un aumento de presión y temperatura que desencadena una serie de procesos geológicos en la Tierra. Uno de ellos fue, precisamente, el origen de la cordillera de los Andes hace más de 60 millones de años.

“En nuestro grupo queremos entender, en primer lugar, la geodinámica interna y externa de esas montañas, es decir, los factores internos y externos de la Tierra que originaron los paisajes geológicos que tenemos ahora”, señala la profesora María Isabel Marín Cerón, investigadora líder de este proyecto.

Y continúa: “Yo siempre les digo a mis estudiantes que es como si alguien prendiera un fogón. Al calentar la corteza los magmas, volátiles y/o fluidos que se generan tienen dos opciones: quedarse ahí o salir a través de algunas de las fallas geológicas. Ese material se enfría al interior de la corteza (rocas plutónicas) o al exterior (rocas volcánica), cuando sale y entra en contacto con diferentes factores de la superficie, por ejemplo la lluvia, se erodan y se depositan estos materiales. Todo esto se puede encontrar ahí, en las cordilleras y valles que tenemos”.

El nombre técnico de este proceso se conoce como cooling exhumation. Es decir: qué se formó en la profundidad, cuánto tiempo ha pasado para que vaya subiendo y quede expuesto, el tiempo de enfriamiento durante el proceso de ascenso y su exposición en la superficie.

“¿Y cómo lo estudiamos? A través de muestras de rocas de esas montañas, tomando rocas desde el valle del río Cauca hasta el páramo de Belmira para observar cómo ha sido esa evolución”, manifiesta la investigadora.

Ella agrega que son esos procesos de exhumación (ascenso) y enfriamiento de las rocas los que cuentan la historia de la formación de las montañas actuales.

“A una roca no podemos preguntarle cómo se llama, pero sí usar diferentes herramientas y técnicas para llamarla, darle una edad, saber dónde y cuándo se formó, cuándo salió a la superficie y cuánto tiempo lleva expuesta. Eso permite tener una idea aproximada de la orogenia, que es el estudio de la formación de las montañas”.

Poder observar cómo esas montañas se han reacomodado con los diferentes pulsos de exhumación y ver las respuestas de los bloques tectónicos que conforman las cordilleras de los Andes del norte, en función de la presión que se dirige de Occidente a Oriente, motivó a los investigadores a ir un paso más allá y entender cómo esa historia del paisaje se refleja en escalas de tiempo más cortas. Para ese fin tomaron el Valle de Aburrá como uno de sus casos de estudio. 

Foto: Róbinson Henao 

De la orogenia andina a cómo se formó ese hueco

Si una persona observara desde el aire el río Medellín se encontraría con que este, en un punto del valle, da un giro abrupto y cambia su curso. Y así se repite a lo largo de su recorrido.

Es más, al levantar un perfil de este mismo río desde su nacimiento en el alto de San Miguel (Caldas) y luego a través de su paso por diferentes zonas como La Aguacatala, Tricentenario, El Hatillo y Porce se pueden identificar en su curso otra serie cambios (en especial los llamados gargantas o puntos de quiebre).

Según la docente María Isabel, cada uno de esos puntos parece estar asociado a que por ahí pasan sistemas de fallas. 

Y es entonces donde entran otras ramas de la geología como la orfotectónica y la neotectónica, entre otras, para analizar cómo el paisaje ha respondido y sigue respondiendo a esas fallas.

“Es decir, cómo se abrió o cómo se formó este ‘hueco’ en el que estamos. Este es un valle muy ‘raro’ y su asimetría nos muestra que no podemos seguir entendiéndolo como lo hemos hecho hasta ahora, sino como la respuesta a procesos tectónicos que, sumados a factores del clima, nos generan regiones muy diferentes entre sí”, explica la investigadora líder del proyecto.

Resultados prácticos

De esta manera, dividieron el valle en cuatro sectores o subcuencas téctónicas y avanzaron a una escala mucho más reducida –aproximadamente 50 años–, para reconstruir la historia geológica reciente de la región. Solo que, en esta ocasión, el narrador de dicho relato son los diferentes depósitos de rocas que deja el río Medellín tras su paso o las cicatrices con las que estas marcan los árboles cercanos.

A través de estas muestras, además de informes de EPM durante los últimos 50 años y perfiles longitudinales del río, los investigadores lograron identificar, por ejemplo, cuáles lugares eran más susceptibles de que se formaran avenidas torrenciales, cómo es la zonificación de la región de acuerdo con la distribución de los fenómenos naturales y cuál es la probabilidad de que estos se repitan en determinada zona.

Al respecto, el estudiante de doctorado Santiago Noreña ratifica que entender cómo funcionan las rocas se traduce, también, en grandes oportunidades para la región en temas de gestión del riesgo: “Una roca fresca es estable, una descompuesta no es tan estable. Por eso comprender cómo una roca se va transformando a lo largo del tiempo permite saber si un suelo es más peligroso o estable que otro”.

Y ese mismo proceso, en sus palabras, también podría usarse para entender la dinámica del río o la frecuencia con la que se desborda, o incluso la amenaza sísmica. “Nuestra intención es construir una base de datos muy sólida que nos permita, a todos, estar muy atentos con los fenómenos locales que nos afectan”, afirma Noreña.

Finalmente, otro de los impactos de la investigación se relaciona con temas de geoconservación y geoturismo. Como explica la profesora María Isabel Marín, la idea es que la gente pueda realizar una “parada bonita” en alguno de los puntos del Valle de Aburrá y, al mismo tiempo, aprender algo sobre geología. 

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Caoba y los cazadores de datos de EAFIT

Septiembre 10, 2020

Explorar el big data para tomar mejores decisiones en empresas y el Estado es uno de los objetivos del Centro de Excelencia Caoba que se especializa en extraer información valiosa de los datos a gran escala para analizarlos y generar valor agregado para múltiples usos.

Santiago Higuita Posada, Colaborador.

En medio de la avalancha de datos que se producen todos los días en internet, una de las mayores unidades para el almacenamiento de información hasta ahora conocidas es el Zettabyte (ZB). Equivale a mil  trillones de bits, la unidad mínima empleada en informática.

Su capacidad es tal que en un ZB se podrían alojar más de 17 mil millones de iPhone de 64 gigas y una película en alta definición duraría cerca de 36 millones de años. Para el año 2021 se pronostica que el tráfico de los centros de datos en el planeta, gran parte almacenados en la nube computacional, podría superar los 20 ZB anuales, más del doble del peso actual de la red mundial.

Firmas internacionales como Cisco, líder en transformación digital y estudio de big data, han visualizado este panorama en la producción de información en su Índice Global de la Nube.

En este mar de datos, literalmente, navegan los data scientist que son profesionales en áreas convergentes como matemática, modelación, estadística y computación dedicados a auscultar la inmensidad de datos producidos a diario. Por medio de técnicas de data mining hallan información valiosa que sirve para tomar mejores decisiones tanto en el sector privado como en políticas públicas.

Son los científicos de la era de la información que se dedican a pensar, principalmente desde la ingeniería y la abstracción matemática, aplicaciones para hurgar en los recovecos del big data y crear algoritmos que solucionen problemas que afectan la cotidianidad desde el sector financiero hasta el medioambiente.

Edwin Montoya Múnera es ingeniero de sistemas y doctor en Telecomunicaciones de la Universidad Politécnica de Valencia (España). En la actualidad es profesor investigador de EAFIT y coordinador del Centro de Excelencia y Apropiación en Big Data y Data Analytics de la Alianza Caoba, una iniciativa público-privada impulsada por el Gobierno Nacional para promover investigación aplicada en estas áreas. La iniciativa opera desde el año 2016 en el cuarto piso del bloque 18 de EAFIT.

“La ciencia de datos necesita de dos grandes insumos: uno son los grandes datos, lo segundo es la infraestructura para procesarlos. La Universidad cuenta con infraestructura tecnológica de alto nivel, desde el supercomputador Apolo hasta servidores intermediarios en el Laboratorio de Sistemas, que hemos usado para procesar los datos masivos”, comenta Edwin Montoya, quien es además jefe del Departamento de Ingeniería de Sistemas de la Universidad y líder de Caoba.".

Los datos, el nuevo petróleo

La minería de datos, una de las técnicas para la extracción de información y conocimiento a partir del big data, se popularizó durante la década de 1990 con la masificación de las redes informáticas. El término se refiere al data analytics fundamentado en métodos estadísticos y de aprendizaje computacional como el machine learning, técnicas que se perfeccionan con el avance tecnológico.

Para el coordinador del Centro de Excelencia Caoba, durante los cinco años en que se ha establecido la plataforma se han generado distintas soluciones mediante la investigación aplicada, consultoría, formación y transferencia de conocimiento en estos campos, contribuyendo a la competitividad del país.

“El análisis de datos es una tecnología relativamente vieja, es decir, tiene más de 20 años en los cuales las empresas ya hacían analítica”, recuerda Montoya. “Las fuentes de datos eran los mismos datos de las compañías y no se habían desarrollado modelos tan sofisticados de computación que permitieran sacarles más provecho. Con el aumento del procesamiento y la mayor diversidad de generación hubo una explosión de datos”, complementa.

Este fenómeno ha venido creciendo de manera exponencial en la última década. En la actualidad, un gran volumen de big data se produce a diario de manera frenética: correos electrónicos, transacciones bancarias, interacciones en redes sociales, fotos, trinos, audios y sensores de vehículos y satélites, entre otros dispositivos, transmiten en forma continua data apreciable para organizaciones públicas y privadas.

Grafico de medidas sobre el COVID-19..

La pandemia del COVID-19 ha sido monitoreada gracias a la transmisión continua de abundante data desde todos los países.

 

“Algo muy importante ha sido la democratización de los datos. Una de
las iniciativas del Centro Caoba ha sido que estas disciplinas no sean conocidas solo por personas avanzadas en matemáticas, sino por cualquiera cercano a los datos”, comenta la magíster en ingeniería Silvia María Lozano Argel, investigadora del Centro de Excelencia, quien trabaja en la consolidación de una comunidad de datos en el país.

Olga Lucía Quintero Montoya, doctora en Ingeniería de Sistemas de Control de la Universidad Nacional de San Juan (Argentina), fue una de las gestoras de Caoba desde el Departamento de Ciencias Matemáticas de EAFIT.

Como experta en asimilación de datos e inteligencia artificial ha aplicado su conocimiento a la solución de distintos problemas.

En la actualidad, con la cooperación del Grupo de Investigación de Matemáticas y Física del Departamento de Matemática Aplicada en TU Delft (Países Bajos), apoya a estudiantes de doctorado en sus avances.

“El mundo real tiene dinámicas no lineales y a veces hay fenómenos que suceden que no son gaussianos –explica–. Las técnicas matemáticas aplicadas para la construcción de modelos, a partir de los datos, constituyen un área que viene desde la teoría de control y sistemas que se llama identificación de sistemas dinámicos. De ahí nació la inteligencia artificial, construir modelos que se acerquen a la manera en que los humanos razonan. Un científico de datos debe conocer la ley de los grandes números y la probabilidad para poder entender esas relaciones”.

Solo el 65 % de los datos producidos en Colombia es recolectado.
De ellos, 58 % es relevante, según el Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones.

Asimilación de datos para calidad del aire

Andrés Yarce Botero es ingeniero físico y doctor en Ingeniería Matemática de EAFIT y Matemática Aplicada en TU Delft (Países Bajos), quien recibe la tutoría de Olga Lucía. Es experto en simplificación de datos para construir modelos basados en grafos mediante la asimilación de datos satelitales. Trabaja en un modelo matemático basado en redes libres de escala para explicar las dinámicas de tráficos de ciudades como Medellín.

Con una perspectiva de cálculos de densidades, velocidades y flujos tiene como fin construir un modelo de actividad humana que se integre al modelo de gran escala de MAUI (Medellín Air Quality Iniciative), para pronosticar la dinámica de las emisiones contaminantes.

Información de satélites y estaciones de monitoreo.

Información de satélites y estaciones de monitoreo permiten al Sistema de Alerta Temprana del Valle del Aburrá el seguimiento de diversos  fenómenos hidrometeorológicos en esta zona.

 

El estudio se llama Esquemas de asimilación de datos en geodinámica colombiana: plan de investigación cooperativa para 2017-2020 entre la Universidad EAFIT y TU Delft, en el cual apoyan la Universidad de Antioquia y la Universidad Nacional de Colombia -Sede Medellín.

“Por los problemas en calidad del aire, con la técnica de asimilación de datos buscábamos una fuente apta para ingresar a ese modelo y mejorarlo. Hay muchos sensores concentrados en ciudades de Colombia, pero en todo el territorio no hay buenas mediciones. Por eso los satélites se volvieron una muy buena fuente de datos. Utilizamos datos que vienen de satélites que miden componentes de la atmósfera como el dióxido de nitrógeno, entre otros”, señala Andrés Yarce.

El estudio, aunque no se origina dentro del proyecto Caoba, usa las herramientas de la analítica avanzada en EAFIT para generar conocimiento que permite la toma de decisiones y crear soluciones para el medio ambiente. “Cuando tengamos un modelo incorporando datos de observaciones reales podemos tener la capacidad de predecir el día a día de lo que va a pasar con los contaminantes”, concluye el experto.

La conciencia de estas urgencias y de las necesidades todavía sin resolver llevaron a que en el documento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, suscrito por Naciones Unidas como continuación de los Objetivos del Milenio, se incluyera el de “garantizar el acceso a una energía asequible, segura, sostenible y moderna para todos”.

Análisis de redes

"Mi tesis está fundamentada en la teoría de grafos y el análisis de redes, que pueden ser nombres diferentes para lo mismo. Lo que trato es modelar objetos del mundo real que podrían ser, por ejemplo, las características de las personas, una secuencia de ADN o una imagen digital”, menciona Leandro Fabio Ariza Jiménez, investigador del Centro de Excelencia Caoba y uno de los estudiantes que hizo el doctorado en Ingeniería Matemática como parte de la Alianza.

Su trabajo, a través del uso masivo de datos, es modelar los objetos del mundo real como elementos de una red que se interconecta. Esto permite ver las relaciones entre el conjunto de datos del mismo tipo, pero representando los datos sueltos como objetos de una red. Estos grafos se basan en el concepto de entropía.

"Es un asunto que es transversal porque mis datos del mundo real pueden ser muestras de ADN, estados financieros de clientes o señales del cerebro para agrupar lo datos que dispara una neurona”, comenta Leandro Ariza, profesor del Departamento de Ciencias Matemáticas de EAFIT.

Proyectos del Centro de Excelencia

El Departamento Nacional de Planeación, Bancolombia y la empresa Nutresa fueron instituciones que implementaron la analítica de datos en sus organizaciones mediante las investigaciones de Caoba. Algunas de ellas fueron:

Sistema de integración y análisis para medios digitales de Siamed Nutresa

Proyecto de analítica descriptiva y predictiva aplicado al mercadeo de la compañía mediante el monitoreo de sus consumidores.

Comunidades financieras

Se realizó un análisis para determinar las redes de interacción comercial y pronosticar el riesgo de los usuarios con la implementación de modelos econométricos y algoritmos.

Calidad del servicio de agua potable

Adelantado por el Departamento Nacional de Planeación. Su objetivo fue desarrollar una herramienta para el análisis de redes y cuantificar de forma diferenciada las inversiones públicas en el servicio de acueducto en los municipios de Colombia.

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Descifrando más enigmas sobre el aguacate Hass

Enero 26, 2022

EAFIT ejecuta tres investigaciones con el Grupo Cartama, empresa agrícola dedicada a producir y exportar aguacate Hass. Los logros beneficiarán la productividad del sector y la calidad de la fruta. Las comunidades cercanas a los lugares de cultivo han recibido ya los nuevos conocimientos.

Juan Carlos Luján y Felipe Sosa, Colaboradores Revista Universidad EAFIT.

EAFIT y el Grupo Cartama desarrollan, desde 2019, tres proyectos que tienen relación e incidencia directa con el cultivo del aguacate Hass (Persea americana Mill). Como ha sucedido con otros proyectos de consultoría e innovación conjuntos entre la academia y la empresa privada, los logros han sido de gran trascendencia.

En los estudios participan investigadores de la Escuela de Ciencias de la Universidad. Cartama es una empresa dedicada al cultivo y comercialización de esta variedad de aguacate. Fue fundada en el año 2000 por un grupo de empresarios antioqueños y su primer lugar de producción fue en el municipio de Rionegro, en este departamento.

La compañía se dedica a toda la cadena de producción, desde la siembra del árbol en los viveros, cultivo, cosecha del fruto, embalaje en su planta ubicada en
Pereira (Risaralda) y el envío a los clientes finales.

En 2015 comenzó a exportar y en los últimos años ha ingresado a mercados como el japonés y el chino. Tiene unidades productivas en Rionegro, Sonsón, Amagá, Caramanta, Támesis, Jericó y Concordia (Antioquia), Anserma, Riosucio, Salamina y Aranzazu (Caldas), y Quinchía y Guática (Risaralda).

Cuenta con sellos y reconocimientos por la calidad de su producción y espera que las investigaciones con varias universidades, ente ellas, EAFIT, le permitan acceder a otras certificaciones.

Estas labores conjuntas entre Universidad y sector privado permiten que compartan conocimientos e investiguen con fines comunes. Además, los inversores o ejecutores reciben estímulos como deducciones y descuentos tributarios, lo que facilita también el acercamiento del empresariado a los grupos de investigación universitarios.

Proyecto Construcción de inventarios ecológicos para la gestión sostenible de los agroecosistemas de las unidades productivas de aguacate Hass

Con este se identificó la biodiversidad de cuatro unidades productivas (el Grupo Cartama denomina así sus fincas y terrenos de cultivo), ubicadas en los municipios de Quinchía, Riosucio y Guática.

Dentro de los logros más significativos está el haber registrado, según datos que aún están en verificación, cerca de 610 especies en la zona: 243 plantas, 30 herpetos (anfibios y reptiles), 30 mamíferos, 168 aves, 95 taxones de diptera y 40 taxones de hymenoptera, es decir, grupos de ambos tipos de insectos.

Susan Saavedra Porras, jefa de Investigación, Desarrollo e Innovación del Grupo Cartama, explica que el monitoreo a la biodiversidad se extendió un año y se efectuó en dos épocas para poder tener también datos de migraciones de aves y conocer las comunidades de insectos asociadas a efectos polinizadores.

“También se monitoreó la microbiota del suelo. Fueron análisis y estudios muy completos. El informe final presenta una propuesta para hacer una reconexión de los relictos de bosques (remanentes de bosques) en estas unidades productivas y favorecer la conservación de las especies identificadas”, agrega.

Preservación de la biodiversidad

El profesor Juan Fernando Díaz Nieto, integrante del Grupo de Investigación en Biodiversidad, Evolución y Conservación (BEC) de EAFIT, indica que el proyecto analizó la biota en las zonas de cultivos y los bosques. Ejecutaron esa caracterización biótica, a nivel de macro y microorganismos principalmente de suelo, analizaron y compararon zonas de producción aguacatera, áreas cultivadas y áreas de bosques.

Con este conocimiento podrán decidir acciones para preservar esa biodiversidad y aplicar mejores prácticas para contribuir y aumentarla potencialmente. Así mismo, en el laboratorio realizaron caracterizaciones que posibilitaron establecer los índices de diversidad filogenética.

Otro logro fue la generación de una estrategia de apropiación social del conocimiento. Consistió en elaborar materiales de apoyo para actividades pedagógicas en las instituciones educativas de básica primaria en el sector de influencia del proyecto.

Esos materiales sirven como vehículo de aprendizaje en procesos de aprendizaje y la base de la información es la biodiversidad local.

Las especies identificadas se categorizaron para saber cuáles son vulnerables o están en peligro de extinción, como el loro orejiamarrillo y la palma de cera

Proyecto Propagación de material de siembra de aguacate cv. Hass con diferentes portainjertos clonales

Ante la demanda mundial de aguacate, el desarrollo comercial del cultivo en Colombia ha aumentado también en forma considerable, lo que requiere nuevas áreas y material de siembra.

Este proyecto busca una metodología para la propagación clonal in vitro de aguacate Hass vía morfogénesis y microinjertación, utilizando como patrones o portainjertos criollos y copa cv. Hass que la empresa ha caracterizado y utiliza para la obtención de material de alta calidad.

Para esto se usan técnicas de propagación mediante cultivo in vitro de tejidos y se obtuvieron plántulas microinjertadas que pueden ser propagadas masivamente bajo condiciones de laboratorio.

El profesor Diego Fernando Villanueva Mejía, investigador principal y quien hace parte del Grupo de Investigación CIBIOP y la spin-off Natural Vitro de EAFIT, explica que, generalmente, el aguacate tiene una base, conocida como patrón, y una copa, que es la que se injerta sobre ese patrón.

A diferencia de otros países, ese injerto no ha respondido de la mejor manera en territorio colombiano. En esto incide la diversidad de climas, plagas y enfermedades.

“Dentro de los retos interesantes de este cultivo en Colombia están explorar, identificar y caracterizar materiales criollos y sobre ellos injertar en la parte superior el aguacate Hass”. Estas situaciones motivaron la caracterización desde el punto de vista genético.

Terminada la primera fase

El proyecto sufrió retrasos debido a los confinamientos producto de la llegada del COVID-19. Hubo restricciones para ingresar a los laboratorios y dificultades para acceder a las yemas que provienen de un proceso de etiolación (cultivo de plantas con ausencia parcial o total de luz).

Con esas yemas se obtienen los futuros árboles en un proceso que se ejecuta en cuartos de etiolación y posteriormente en laboratorios, pero hubo dificultadesen el acceso a material suficiente para los ensayos.

Este proyecto, luego de tres años de trabajo, cerró ya su primera fase. En la segunda, se evaluará el proceso de aclimatación o endurecimiento de las primeras plantas producidas bajo condiciones de laboratorio (microinjertación) y pasarán luego al invernadero.

Se evaluarán en condiciones de vivero y después en campo. Además, se incrementará la cantidad de plantas producidas en el laboratorio para ampliar en un mediano plazo la oferta de material vegetal élite de aguacate para el país.

A pesar de ser el mismo fruto, las características del cultivo de aguacate Hass son distintas en cada país e, incluso, cambian entre regiones relativamente cercanas.

Proyecto Estudio de factores ambientales y nutricionales que determinan la calidad de la fruta del aguacate cv. Hass

Está enfocado en determinar los factores ambientales y nutricionales que afectan la calidad de la fruta en poscosecha, para plantear soluciones que garanticen una calidad que sea competitiva en el mercado internacional.

El creciente consumo mundial del aguacate ha demandado más producción. Sin embargo, el rendimiento del cultivo colombiano está por debajo del potencial productivo y la fruta cosechada ha presentado problemas de calidad y madurez heterogénea.

Estos problemas están asociados al manejo nutricional y fitosanitario del cultivo que no se ha optimizado para los suelos y las condiciones ambientales del país.

El proyecto se ha centrado en caracterizar el daño de la lenticela, que consiste en el deterioro de la lenticela (estructura que permite el intercambio de gases entre el interior y el exterior de la planta). Se ha creído tradicionalmente que el daño de la lenticela se presenta por daños mecánicos (físicos) o bióticos (organismos vivos). Por tal motivo, el proyecto ha caracterizado la comunidad microbiana asociada.

“Con esa caracterización, y definiendo si hay posibles efectos causales de ese daño, evaluaríamos los mecanismos para el control y así mejorar la calidad de la fruta”, especifica Valeska Villegas Escobar, investigadora y
docente de la Escuela de Ciencias de EAFIT.

Cambios significativos

Entre los logros del proyecto se halló que las unidades productivas del Grupo Cartama registran diferentes niveles de daño de la lenticela, varían de una cosecha a otra, lo que sugiere que cada cosecha presenta condiciones diferentes y que pueden ser más o menos conductivas para el daño.

Además, la afectación incrementa el tiempo de almacenamiento en frío. Eso sucede en ambas unidades productivas y para todas las cosechas evaluadas.

“Las comunidades fúngicas asociadas al daño a la lenticela contienen géneros fúngicos que podrían estar asociados a enfermedades en plantas”, dice la profesora Valeska.

Las evaluaciones evidencian cómo algunos de esos hongos lograban causar algún daño en frutos sanos de aguacate. Y aunque varían de una unidad productiva a otra, tienen algunos hongos que son comunes.

Las conclusiones de esta investigación permitirán determinar las causas del daño de la lenticela y facilitarán la intervención para lograr un aguacate totalmente sano y, por consiguiente, más apetecido en el mercado.

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¿Qué supone la inconstitucionalidad de las normas que crearon el MinCiencias?

Enero 26, 2022

Cristian Andrés Díaz Profesor de Derecho Administrativo, Universidad EAFIT.

Hace algunos meses, la Corte Constitucional declaró “inexequible con efectos diferidos a dos legislaturas completas, contadas a partir del 20 de julio de 2021, la Ley 1951 del 24 de enero de 2019, ‘por medio de la cual se crea el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, se fortalece el Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación y se dictan otras disposiciones’.”

Del mismo modo, declaró inexequibles los artículos 125 y 126 de la Ley 1955 de 2019, “por la cual se expide el Plan Nacional de Desarrollo 2018-2022, Pacto por Colombia, Pacto por la Equidad”. Esta decisión judicial se adoptó en la Sentencia C-047, con ponencia del magistrado Antonio José Lizarazo Ocampo y fue anunciada en comunicado del 4 de marzo de 2021.

La Ley 1951 del 24 de enero de 2019 había creado el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, ordenando su entrada en funcionamiento dentro del año siguiente y asignándole la función principal de impulsar la participación de la comunidad científica para incrementar el nivel de la investigación científica y social, así como el desarrollo tecnológico de las instituciones de educación superior, los centros de investigación, los parques industriales y las empresas. Así mismo, la mencionada ley indicó que esta nueva entidad gubernamental no podía generar gastos generales o de personal adicionales a los que tenía presupuestado el Departamento de Ciencia, Tecnología e Innovación (Colciencias).

Posteriormente, se promulgó la Ley 1955 del 25 de mayo de 2019 que expidió el Plan Nacional de Desarrollo 2018-2022 y complementó –en los artículos 125 y 126– aspectos asociados a la estructura y competencias del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación que no habían quedado definidos en su ley de creación.

La Ley 1951 de 2019 fue demandada ante la Corte Constitucional que, a su vez, integró al proceso los artículos 125 y 126 de la Ley 1955 de 2019, por guardar relación con la fusión, la denominación y los objetivos del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación. En la demanda se argumentó que: i) se infringió el artículo 154 de la Constitución, que establece que los proyectos de ley dirigidos a crear, suprimir o fusionar ministerios solo pueden ser presentados por el Gobierno Nacional, y esto no fue lo que sucedió en el caso analizado; y ii) se contravino el artículo 150, numeral 7, de la Constitución, por no establecerse en la ley la estructura del Ministerio que se creó.

La Corte Constitucional acogió estos argumentos indicando que “no es posible adoptar medidas que no correspondan a la función de planeación y que no tengan por finalidad impulsar el cumplimiento del Plan para el correspondiente período presidencial”. En tal sentido, precisó que no era viable subsanar a través de la ley del Plan Nacional de Desarrollo los vacíos relacionados con la estructura del Ministerio porque dicho asunto debía determinarse a partir del procedimiento democrático previsto en la Constitución.

Es más, para la Corte, los artículos 125 y 126 de la Ley 1955 de 2019 ni siquiera subsanaron el vacío en la estructura del Ministerio, pues se limitaron “a otorgarle al Gobierno facultades que la propia Constitución le confería para modificar la estructura de los ministerios, pero no para determinarla (artículo 189.16 de la Constitución)”.

Ahora bien, ¿qué implica que la Corte Constitucional haya declarado inexequibles las disposiciones normativas por las cuales se había creado el Ministerio? ¿Significa que desde la expedición de la Sentencia C-047 de 2021 dicho Ministerio desapareció?

De conformidad con el artículo 45 de la Ley 270 de 1996, “las sentencias que profiera la Corte Constitucional sobre los actos sujetos a su control en los
términos del artículo 241 de la Constitución Política, tienen efectos hacia el futuro a menos que la Corte resuelva lo contrario”. Usualmente, estos efectos se producen desde el mismo momento en el que se publica la sentencia, de manera que, si declara inexequible una norma, esta queda expulsada inmediatamente del ordenamiento jurídico. Sin embargo, tanto el artículo al que se ha hecho referencia, como la jurisprudencia constitucional reconocen la potestad de la Corte de modular los efectos de sus fallos, es decir, de establecer desde qué momento se producen tales efectos y en qué sentido.

Pues bien, con la Sentencia C-047 de 2021, “la inexequibilidad se declaró con efectos diferidos a dos legislaturas completas, contadas a partir del 20 de julio de 2021”. Según la Corte, “la medida del diferimiento se adoptó al tener en cuenta la necesidad de no afectar la continuidad en el cumplimiento de las finalidades constitucionales del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación en los términos del artículo 70 de la Constitución, y los derechos de las personas vinculadas a la entidad y a los programas y proyectos que desarrolla en materia de ciencia, tecnología e innovación”.

Esto significa que con la decisión de la Corte Constitucional el Ministerio no desapareció. Más aún, puede seguir ejerciendo sus funciones. Pero el Congreso de la República cuenta con dos legislaturas, contadas a partir del 20 de julio de este año, para regular de manera completa la estructura de dicho Ministerio, pues una vez cumplidas aquellas, tanto la Ley 1951 de 2019 –que lo creó– como los artículos 125 y 126 de la Ley 1955 de 2019 –que complementaron sus funciones–, saldrán del ordenamiento jurídico y quedará sin fundamento normativo tal Ministerio.

Según el artículo 138 de la Constitución, una “legislatura” se conforma por dos períodos legislativos: el primero va del 20 de julio al 16 de diciembre y el segundo del 16 de marzo al 20 de junio. De acuerdo con lo anterior, el plazo para que el Congreso subsane los defectos en la estructura del Ministerio, siguiendo el trámite legislativo adecuado, vence el 20 de junio de 2023. Hasta esa fecha, dicho Ministerio puede continuar desarrollando sus actividades.

A pesar de que con el plazo concedido por la Corte Constitucional para remediar la situación el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación conserva temporalmente su vigencia y operatividad, un tema estratégico del Estado, como lo es la creación de un ministerio, debería contar con un procedimiento legislativo adecuado y tener claramente definida su estructura desde el momento de su concepción.

Debe recordarse que los ministerios y los departamentos administrativos, como órganos del Gobierno Nacional, cumplen funciones cruciales para la concreción de las políticas públicas. En tal sentido, la creación, modificación y supresión de aquellos debe obedecer a un razonable ejercicio de planeación y no a decisiones improvisadas.

La sentencia de la Corte Constitucional también es un llamado a que se respete el principio democrático en la creación de los órganos del Estado. El Congreso de la República no puede renunciar a su competencia para establecer la estructura de un ministerio, encomendando este asunto al Gobierno Nacional, pues ello no garantiza el grado óptimo de deliberación y afecta la legitimidad de este tipo de decisiones.

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