Oportunidades y debilidades para el campo colombiano

Septiembre 10, 2020

Jorge Enrique Bedoya Vizcaya. Presidente de la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC).

Colombia puede convertirse en una potencia en producción agropecuaria porque tiene muchas condiciones favorables para lograrlo. Para empezar, la frontera agrícola del país es de 40 millones de hectáreas de las cuales solo se están utilizando siete, es decir, posee un potencial muy importante representado en buena cantidad y calidad de tierras y aguas.

Una de las ventajas que tenemos, y que de pronto puede sonar demasiado holística, si se permite la expresión, es la resiliencia del pueblo colombiano. El campo fue tal vez el sector más afectado por la violencia debido a medio siglo de conflicto armado, al terrorismo, presencia del narcotráfico, de bandas criminales...

Y a pesar de eso, tiene una producción que, en muchos casos, es competitiva en el ámbito internacional, pero que igualmente ha demostrado liderazgo para llegar a la mesa de los colombianos.

Eso se debe a la tenacidad de la gente, por lo que yo apelo a esa primera característica como una de las mayores ventajas del país. Lo segundo es que tenemos dos costas, más de cinco puertos marítimos grandes, una infraestructura de aeropuertos en la que hemos avanzado, por lo que ahí está una opción enorme de llegar a los mercados internacionales. Tercero, la democracia colombiana es vibrante, obviamente con los problemas que todos conocemos; pero es un sistema que respeta el derecho a la propiedad privada y eso facilita la inversión nacional y la presencia de la inversión extranjera.

Tenemos muchas dificultades, pero menciono las más críticas y están en lo que en la SAC hemos llamado “la deficiencia de los bienes públicos rurales”. Una de las restricciones más complejas es la falta de carreteras: el país tiene 175.000 kilómetros de vías terciarias para esos 40 millones de hectáreas y solo el 10 % está en buen estado. Esa falta de comunicación entre lo rural y urbano, si no se resuelve, va a ser un cuello de botella que siempre tendremos como lastre.

Otro punto es la conectividad de internet y la señal de telefonía celular para dispositivos inteligentes porque hoy, más que nunca, debemos impulsar para que lleguen la educación, la telemedicina, las nuevas tecnologías que apoyan la producción agropecuaria...

En conjunto, esos factores son clave para permitir la buena calidad de vida de los habitantes rurales. El momento actual ha permitido que el mundo urbano esté dando una mayor importancia a lo que pasa en la ruralidad.

En ese marco, las univesidades, junto a otras entidades como el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA) y los gremios de la producción pueden jugar un papel interesante en el empeño de impulsar el campo colombiano a niveles superiores.

La educación puede fortalecer a quienes trabajan en el campo, a los emprendedores nuevos y futuros, en tanto la investigación científica conduce a la mejora de tecnologías para que podamos hacer un campo más productivo y rentable.

Otro problema es la alta tasa de informalidad laboral, una restricción que se puede volver una oportunidad: la mano de obra de la ruralidad se ha envejecido, los jóvenes se han ido para las ciudades y la tasa de informalidad laboral es del 86 %. Esto último tiene solución en una serie de reformas sencillas que requieren la decisión política por parte del Estado. Si se resuelven estos cuellos de botella, sumados a la resiliencia mencionada y a las fortalezas institucionales, podemos dar un impulso fuerte.

En este marco, todos los subsectores agropecuarios tienen una gran oportunidad porque Colombia tiene una clase media emergente y eso significa que consume productos de mayor valor agregado. Asimismo, nuestra ubicación  en  el  trópico  permite  la  producción de muchos alimentos y frutas que son una maravilla no solo para el mercado doméstico sino para el internacional. Y en este último, con los acuerdos comerciales que hemos negociado, hay oportunidades para todos los sectores de la producción agropecuaria.

El mercado interno como lo conocemos en Colombia, donde la fruta, los hortalizas y las proteínas de origen animal son principales en la dieta alimentaria, representa oportunidades y nichos de mercado a los que se les puede apostar en función de las regiones con vocación productiva. Eso redundará en la generación de empleo, bienestar, divisas por vía de las exportaciones y una mejor nutrición para nuestra población.

Frente a los temas de la seguridad jurídica de la propiedad rural tenemos un proyecto de ley que trabajamos con el gobierno anterior y que este gobierno adoptó. Es el proyecto de Ley de Tierras que, sin embargo, no ha sido discutido por el Congreso de la República: la Comisión Quinta del Senado lo dejó morir en el período previo al comienzo del nuevo gobierno y hasta el momento no se ha movido.

Esa ley daría claridad jurídica en relación con temas como la expropiación de tierras, la claridad para los ocupantes de buena fe y la extinción del derecho de dominio por inexplotación, por mencionar algunos puntos álgidos. Pero el país también debe trabajar en los sistemas de titulación de tierras y en la identificación de los baldíos de la Nación.

De ese modo, además de ir de la mano de la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras, se permitirá que campesinos sin tierra se vuelvan propietarios y, por esa misma vía, tener una ley de crédito que favorezca a la ruralidad en su conjunto. Si juntamos todas las posibilidades y potencialidades, el campo dará un salto muy importante porque es un territorio promisorio para el desarrollo.

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Investigar en EAFIT. Una historia de confianza, asombro y atención

Septiembre 10, 2020

La investigación en la Universidad está sustentada en la confianza que la Institución tiene en las capacidades de sus profesores, la fortaleza de un sistema que reconoce el asombro como elemento esencial de formación y en estar atenta a las soluciones que puede aportar al entorno.

 

Periodista Información y Prensa de EAFIT: Alejandro Gómez Valencia.

El sistema de investigación de EAFIT siempre ha estado atento a las necesidades del entorno y al relacionamiento con la empresa, el Estado y la sociedad

Foto: Archivo Universidad EAFIT

En aquella época era como la llegada de un cartero muy moderno. Las bolsas de correos eran unos disquetes con archivos de Word en los que se consolidaban las cartas que los niños de escuelas de Colombia se intercambiaban con sus pares de Chile para compartirse las cosas que les gustaban de sus países.

Estaba comenzando la década de 1990 y por esos días EAFIT solo tenía una cuenta de correo, la institucional, y desde ella los investigadores de la Línea de Informática Educativa mantenían contacto con profesores de la Universidad Católica de Chile. Ese intercambio de mensajes entre los docentes universitarios y los colegiales se hacía como parte de un proyecto colaborativo entre ambas universidades que indagaba sobre cómo las tecnologías podían aportar a la educación. 

Claudia Zea Restrepo, hoy vicerrectora de Aprendizaje de EAFIT, era una de las investigadoras de la Línea de Informática Educativa y recuerda su visita con los disquetes alos colegios colombianos que participaban en el programa. Se trataba de una de las iniciativas de esa línea de investigación que evolucionó hasta convertirse en uno de los primeros grupos de la Universidad clasificados en la categoría Excelencia de Colciencias –la más alta para la época– y conseguir que el Banco Mundial los financiara.

"La línea de Informática Educativa, que fue una de las primeras líneas de investigación de la Universidad, nació en un proyecto de grado de Ingeniería de Sistemas en el que la pregunta era cómo las tecnologías podían aportar a la educación. Fue apoyada por el rector de la Universidad en ese momento, Guillermo Sanín Arango, quien tenía la hipótesis de que el futuro de la educación iba a estar en la tecnología”, cuenta la vicerrectora Claudia Zea.

Los logros más destacados se dieron en la década de 1990 cuando se produjo un nuevo despegue de la investigación eafitense. El cimiento para ese resurgir, no obstante, está en los orígenes mismos de la Universidad.

De vuelta al comienzo

Cuatro años después de la fundación de EAFIT –que ocurrió en 1960–, su relación con la Universidad de Syracuse (Estados Unidos) dio uno de sus frutos con la apertura, el 25 de septiembre de 1964, del Centro de Investigaciones, propuesto por el profesor Virgil Cover, jefe de la misión internacional que apoyó el nacimiento de nuestra Institución.

Durante esas primeras décadas, la investigación que se dirigía desde el Centro estuvo enfocada principalmente a los servicios de consultoría y asesoría externas en temas como administración.

En la década siguiente, la Universidad comenzó a construir su sistema de posgrados –en 1973 empezó a ofrecer su maestría en Administración (MBA), programa pionero en Colombia– que más adelante, en los años 90, sería una fortaleza cuando EAFIT comenzó el proceso de conectar aún más la investigación con la academia.

Los 90 fueron un cúmulo de hitos. En 1989 se crearon las tres primeras líneas de investigación (Informática Educativa, Automatización Computarizada, y Economía y Empresa). En 1992 se abrió la Oficina de Coordinación de Investigación Institucional y se indexó el primer artículo en la base de datos Scopus. En 1996 se crearon la Dirección de Investigación y Docencia, el primer semillero de investigación y se publicó el primer número de la Revista Ecos de Economía.

Al año siguiente se registraron los primeros tres grupos en Colciencias y ese ente cofinanció el primer proyecto de investigación al Grupo Ciencias del Mar, al tiempo que se constituyó el primer proyecto en la triada Universidad-Empresa-Estado.

Durante sus primeras décadas, la investigación en la Universidad estuvo enfocada a los servicios de consultoría y a las asesorías externas en temas como administración.

Enlaces para estar en la red

Uno de los hechos más relevantes para la investigación y la docencia fue el protagonismo de EAFIT en la llegada de internet a Colombia, gracias a una unión de esfuerzos en la que también participaron la Universidad de los Andes, la Universidad del Valle y entidades como Colciencias y el Icfes. Fue el 4 de junio de 1994 cuando se logró la conexión del país a internet, a través de la red CETCol.

Antonio Restrepo Zea, uno de los líderes eafitenses de ese proceso que llevó varios años, relata que cuando se vinculó a la Universidad, en 1991, la investigación como se concibe hoy estaba en sus inicios: “Las herramientas de comunicación con otros grupos de investigación del país y del extranjero eran escasas, en
la mayoría de los casos limitada al teléfono y al correo normal”.

“Desde el punto de vista de la infraestructura de red, la Universidad contaba con varios computadores de marca Unisys, con sistema operacional Unix, que estaban interconectados. Fue la primera red local de la Universidad, pero se limitaba a las instalaciones del Centro de Informática”, recuerda Restrepo Zea.

“La conexión de los usuarios a los computadores se realizaba mediante terminales (Dumb Terminals). Un grupo de estos computadores estaba dedicado a las labores administrativas (contabilidad, nómina, admisiones y registro, inventarios, entre otros). Otro grupo estaba dedicado a tareas académicas y de docencia, en particular para estudiantes de Ingeniería de Sistemas. Había varias salas de terminales donde estudiantes y profesores podían interactuar con los computadores”, relata Antonio, quien alternaba sus labores para construir la infraestructura de red en el campus con clases en cursos de telemática.

Desde sus inicios, EAFIT ha tenido clara la importancia de la tecnología en todos sus procesos, pero en particular en los de enseñanza

Foto: Gabriel Carvajal, archivo Universidad EAFIT

Inicios de la interconectividad

Por esos días Bitnet (Because Is Time Network), una red académica mundial conformada por las principales universidades y centros de investigación del mundo, era una de las herramientas que utilizaban los investigadores de la U.

La única conexión que había en Colombia a esa red, dice Antonio, estaba en la Universidad de los Andes y para beneficiar a otras instituciones de educación superior se creó la Red Universitaria de Colombia (Runcol).

Ese nodo colombiano de Bitnet se conectaba vía telefónica con la Universidad de Columbia, en Nueva York. 

“Muy pocas personas de EAFIT conocían y hacían uso de esta red. La utilización era tediosa e individual pues se realizaba a través de un único computador personal, de un módem y de una línea telefónica con los que se establecía una conexión con uno de los computadores en UniAndes.

EAFIT contaba con una sola dirección electrónica (eafit@runcol.bitnet) y los pocos usuarios debían utilizar esta única dirección para comunicarse con otros investigadores en el mundo”, explica el profesor Antonio. 

Con la intención de seguir ampliando las posibilidades de conexión y lograr que todas las instituciones del país se vincularan a internet, en 1992 se creó un grupo de trabajo entre EAFIT, la Universidad de los Andes y la Universidad del Valle que estableció un “mini-internet” que conectaba a las tres instituciones en sus ciudades utilizando la red pública de paquete de datos X25 de Telecom, que se llamaba ColdaPaq.

Paralelamente, la red local de EAFIT seguía creciendo, se interconectaronlas dependencias académicas y administrativas y se pudo empezar a ofrecer el servicio de correo electrónico de Bitnet de manera individual a losinvestigadores y profesores. Considera Antonio Restrepo que este es un punto en el que puede ser marcado el inicio de la interconectividad de la Universidad.

En 1993, el Gobierno Nacional reconoció con apoyo político y financiero la experiencia acumulada y el crecimiento en las redes universitarias del país. Ese año Colciencias le solicitó a EAFIT, directamente a su rector Guillermo Sanín Arango, asesoría para la conformación de una red nacional de universidades y centros de investigación con conexión completa a internet.

Como parte de esa asesoría se creó la Corporación InterRed, conformada por el Icfes, Colciencias, Universidad del Valle, Universidad de los Andes y EAFIT. La red que se conformó luego, como parte fundamental de esta corporación, se llamó Red de Ciencia, Educación y Tecnología de Colombia (CETCol) que permitió el hito de aquel 4 de junio de 1994.

Tiempo de transformación

Uno de los encargados de liderar el fortalecimiento de los grupos de investigación en los años 90 fue Jorge Enrique Devia Pineda, responsable de la Oficina de Coordinación de Investgación Institucional. Llegó a la Universidad al inicio de esa misma década por invitación del entonces rector Guillermo Sanín, quien le conocía el entusiasmo por la investigación que habíacultivado y desarrollado en la Universidad de Antioquia como estudiante y profesor.

Si bien la investigación de hoy no puede concebirse sin la existencia de los grupos, en aquel entonces, explica el profesor Jorge, los proyectos eran adelantados por investigadores de manera individual con el apoyo deasistentes. Él empezó a indagar cómo se investigaba en la Universidad y encontró que la creación de grupos ofrecía ventajas por el apoyo que se podían dar los investigadores entre sí y, algo más tangible, la posibilidad de compartir los equipos asignados a cada proyecto.

Parte de los beneficios de esas indagaciones fueron para el presupuesto, ya que se hizo un inventario de los equipos y del Centro de Laboratorios –creado
en marzo de 1981 como dependencia adscrita a la Escuela de Ingeniería– para no replicar la compra de insumos y se implementaron medidas para que la adquisición fuera lo más beneficiosa posible para la Universidad.

En asuntos presupuestales, Jorge Devia destaca que por esa época se trabajó en asegurar un presupuesto para los proyectos, “que no fuera algo al azar”, y se creó un comité para que recibieran financiación de acuerdo con una evaluación y no simplemente porque fueran formulados.

La conexión con redes y centros de investigación también favoreció la financiación de proyectos y para 1996, por ejemplo, la Institución tenía convenios para ese fin con entidades como Colciencias, Fundación Corona, Carder, Secretaría de Educación Departamental y Cintel.

Junto a otras importantes universidades, EAFIT fue protagonista en la llegada de internet a Colombia. La conexión a la red mundial de información se hizo el 4 de junio de 1994.

El gran despegue

En ese contacto entre investigadores fue crucial la llegada de internet. El ingeniero Jorge Devia recuerda que los profesores eafitenses pudieron conectarse con investigadores de otras latitudes y acceder a bases de datos internacionales en formato digital que se adquirieron para la Biblioteca. Esto sirvió para la actualización más ágil de los conocimientos, pero no para ser replicados tal cual en las aulas porque ya se compartía que la visión de la Universidad no se cumplía cuando se transmitía solo conocimiento pensado por otros o depositado en libros

“La Universidad no debe ofrecer un conocimiento codificado. Es necesarioque la investigación alimente la docencia para evitar un sistema de enseñanza-aprendizaje en donde se dicta y se copia, la materia se comprime en fórmulas, el saber es acabado, definitivo e incuestionable y el estudiante es un ser pasivo”.

Este fue uno de los apartes del mensaje que el rector Juan Felipe Gaviria Gutiérrez firmó en la edición número cuatro de la revista El Eafitense, en noviembre de 1996. En esa necesidad de que las labores de investigación permearan las tareas académicas coincide Félix Londoño González, quien llegó a la Dirección
de Investigación y Docencia creada en 1996.

El exdirectivo resalta la confianza como uno de los valores en ese proceso que se intensificó en esos años para crear vínculos más fuertes entre investigación, docencia y academia. Londoño cree que gracias a la confianza institucional en la comunidad académica, tanto docentes como estudiantes, fue posible que surgieran aún más proyectos de los profesores y que los alumnos se vincularan a los semilleros que se empezaron a impulsar.

EAFIT tiene uno de los índices de producción de patentes más altos del país, si se divide la cantidad entre el número de grupos de investigación

Foto: Róbinson Henao

Conocimiento conectado con la sociedad

En 2004, EAFIT implementó una estrategia para fortalecer aún más sus posgrados. La premisa, recuerda Félix Londoño, era que un sistema de posgrados debía ser robusto para que la investigación también lo fuera. Era la primera década del milenio y EAFIT daba pasos para proyectarse como una universidad de docencia con investigación, capaz no solamente de
compartir conocimiento, sino también de crearlo y apropiarlo.

La primera patente que se obtuvo fue una de modelo de utilidad –que se entrega por la introducción de una mejora significativa a algo ya existente– que la Superintendencia de Industria y Comercio de Colombia otorgó en 2005 al Tornillo de Troncos Giratorios.

Celebradas como se han festejado las 56 patentes que hasta la fecha tiene la Universidad, el tornillo desarrollado por el profesor Iván Darío Arango López, útil para máquinas de alta precisión, ameritó publicaciones en los medios institucionales en las que el docente expresó que el logro era una muestra del apoyo y de la confianza de la Institución en el trabajo de investigación. 

“Abierta la senda, el segundo paso es hacer del hecho un suceso repetible en EAFIT y asegurar que en el camino vayan quedando plasmadas las huellas del impacto social que acarrea consigo la capacidad de producir patentes. Impacto que, más allá de la posible explotación económica del derecho que otorgan las patentes, está constituido por la contribución que la misma hace a la creación de nuevo conocimiento y con ello al avance social que pueda derivarse del mismo”, escribía sobre ese logro Félix Londoño en el editorial de El Eafitense publicado en junio de 2005.

Publicaciones científicas y trabajo interinstitucional

La huella de impacto social a la que se refería el exdirector de Investigación y Docencia no paró de crecer. En la década de 1990, por ejemplo, EAFIT no publicaba más de 10 artículos por año en revistas indexadas en bases de datos como Scopus: a comienzos de la década del 2000 la cantidad se incrementó y en 2012 se superó el umbral de 100 por año.

En la alta producción de patentes –EAFIT tiene uno de los índices de producción más altos del país, si se divide la cantidad de registros entre el número de grupos de investigación– ha sido crucial el papel del Centro para la Innovación, Consultoría y Empresarismo.

La dependencia, que hoy tiene el nombre de Dirección de Innovación, se creó en 2006, entre otros propósitos, para darle salida al conocimiento y a la propiedad intelectual generados en las investigaciones a través de mecanismos de transferencia y apropiación social.

La apropiación social del conocimiento generado por EAFIT ha sido posible porque el sistema de investigación no solo está atento a las necesidades del entorno, sino que también lo hace en un ecosistema de relacionamiento entre universidad, empresa, Estado y sociedad.

Varias de las patentes, por ejemplo, se comparten con entidades como Argos, Suramericana, Augura y Metro de Medellín, y la Institución ha tenido una participación activa en iniciativas como Ruta N, Tecnnova y la Misión Internacional de Sabios creada por el Gobierno Nacional en 2019.

La participación de la Universidad en esa Misión se dio gracias a un sistema de investigación institucional robusto que es capaz de moverse en proyectos internacionales (como el promovido por la Universidad de Oxford, el Proyecto Peak Urban) hasta programas para la formación de nuevos investigadores como la Universidad de los Niños, que se creó en 2005 para propiciar la sensibilización y la formación en ciencia desde temprana edad, trabajando con niños y jóvenes entre 8 y 15 años, estudiantes de colegios públicos y privados. 

En 2020, la Universidad tiene 1627 estudiantes que hacen parte de 124 semilleros de investigación. 
Foto: Róbinson Henao

Semillas para la ciencia del futuro

Los semilleros fueron otra estrategia, que nació en 2002, para unir la investigación con la academia y hoy son una fortaleza. En este año 2020, la Universidad tiene 124 semilleros de investigación en los cuales participan 1627 estudiantes.

Uno de los más tradicionales es el Semillero de Investigación de Estudiantes de Economía (Siede) destacado porque desde sus inicios empezó a generar conocimiento y a compartirlo en diferentes espacios de socialización. Así ocurrió en el segundo semestre de 2005 cuando varios de sus integrantes viajaron a Perú para mostrar los hallazgos de un proyecto que adelantaban sobre capital humano en las pequeñas y medianas empresas del sector textil, uno de los primeros realizados por un semillero de EAFIT.

Isabel Cristina Montes Gutiérrez, como parte de su práctica profesional del pregrado en Economía, era la encargada de coordinar el Siede. Tenía 24 años y su tarea era armonizar el trabajo de 15 estudiantes que coincidían con ella en el asombro que les generaba investigar. Recuerda que les dieron cerca de 20 millones de pesos para el proyecto y mucha confianza. 

Además del Siede en Economía, en 2005 también existían semilleros en áreas como Música, Ciencias Políticas, Derecho y Ciencias Físicas. Así se consolidó una red interna que se vinculó al nodo Antioquia de semilleros y que desde entonces participa en las convocatorias nacionales para mostrar los resultados de las investigaciones que realizan. La intención en EAFIT desde el comienzo fue que los semilleros perduraran en el tiempo por la importancia que tienen en la consolidación del sistema.

Y es que la Universidad de los Niños, los semilleros, los grupos de investigación, el sistema de posgrados y el sistema de transferencia de conocimiento son elementos que conforman un músculo que permiten a la Institución cumplir con su misión de contribuir al desarrollo sostenible de la humanidad “mediante la oferta de programas que estimulen el aprendizaje a lo largo de la vida, promuevan el descubrimiento y la creación y propicien la interacción con el entorno, dentro de un espíritu de integridad, excelencia, pluralismo e inclusión”.

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Las relaciones entre universidad, empresa y paz

Septiembre 10, 2020

Gonzalo Restrepo López. Empresario y exnegociador de paz en La Habana.

Fui nombrado en la mesa de negociación entre el Gobierno Nacional y las entonces Farc-EP hacia finales de 2014 y participé en este grupo negociador hasta la firma de los acuerdos definitivos que hoy se encuentran en vía de implementación.

En ese contexto, la Universidad EAFIT, en conjunto con la Asociación Nacional de Industriales (ANDI) y Proantioquia, hizo una importante contribución a los empresarios y al proceso de paz aportando insumos y construyendo redes para el intercambio de ideas y experiencias que fuesen tenidas en cuenta en la mesa de negociación de La Habana, siempre en una posición de respeto neutral frente a lo que allí se trató.

No puedo de forma simple describir lo que significa para alguien como yo, que viene del sector privado, estar en la mesa de negociación de una posible paz en una nacion que prácticamente durante toda su existencia ha estado sumida en un conflicto complejo y de profundas consecuencias sociales y económicas.

Me sentí solo y casi desbordado por la profundidad de los temas, su amplitud, por requerir una formación multidisciplinaria y por la gran responsabilidad que ello conllevaba. Era un trabajo que no se podía hacer mal informado o sin preparación en cada tema, y en el que el estudio y la lectura permanente eran obligatorios.

Si bien fui nombrado como negociador representante de todos los colombianos, no me fue posible evitar que tanto el equipo al que pertenecí como el de otro lado de la mesa me consideraran representante de los empresarios. Por eso se acentuaban las miradas sobre mí cuando se trataba de temas que de alguna forma tuviesen que ver con la empresa y con su participación en el desarrollo de la vida nacional.

Ya retirado de mis actividades como administrador, por mi participación como miembro del Consejo Directivo de Proantioquia y exalumno de EAFIT, acudí a estas dos instituciones para que me brindaran soporte y material de estudio y análisis. Ambas se acercaron también a la ANDI, que representa a tantos empresarios, y que se sumó a ese esfuerzo.

Para aportar material objetivo y basado en análisis, me apoyé igualmente en los insumos de otras universidades y tanques de pensamiento. La tarea de un negociador no puede llevarse solo a la arena política y ninguno de ellos es experto en tantos y tan bastos temas, por lo que las horas de sueño se tuvieron que cambiar muchas veces por el estudio y una escucha inteligente sobre innumerables asuntos que van desde lo histórico hasta los problemas de la tierra, el narcotrafico, la economía, el sistema legal, lo económico y lo social.

Me sobran agradecimientos para el rector de la  Universidad, el director de Proantioquia, el presidente de la ANDI, la Escuela de Humanidades de EAFIT y muy especialmente para su entonces decano, Jorge Giraldo, por el profesionalismo y disposición siempre abierta y permanente. Gracias a ellos, la mesa contó con estudios sobre Justicia Transicional, la cuestión rural y la construcción de paz en Colombia, el Consejo Nacional de Paz en la implementación de los acuerdos, y los desafios para la transición hacia la paz, entre muchos más.

De especial importancia fue el compendio histórico titulado Los retos de los empresarios en la construcción de paz que, de algún modo, llamaba a los empresarios a no marginarse de su participación en la construcción de una paz ya visiblemente posible, aportando un material que invito a estudiar y a leer con detenimiento.

Todo ello, sumado a mis constantes visitas a EAFIT, me permitió recoger material de otras experiencias de paz y sopesar perspectivas sobre lo que en ese momento existía como una posibilidad. Aprendí de las ciencias sociales y descubrí que mi experiencia de vida y una carrera empresarial de más de 40 años no eran por si solas suficientes para asumir semejante reto.

EAFIT ha hecho este y muchísimos otros aportes al mundo de la empresa como proveedor de conocimiento, facilitador de intercambios y gestor del desarrollo y el cambio en diversos campos científicos y humanísticos.

Con todos sus problemas, Colombia ha progresado. Pero ese progreso no es suficiente y afloran nuevos retos. La atención al medio ambiente nos obliga a todas las empresas, pues aquellas que no participen de este esfuerzo no estarán en el mapa.

Y deberán adaptarse a un nuevo enfoque de empresa que ya no se justifica solo con ganancias: hoy es necesario que su accionar se ocupe, además, por humanizar el lugar de trabajo, por su contribución a crear valor en sus comunidades y su sociedad con cero corrupción, nadando en ecosistemas digitales y ofreciendo a sus clientes productos que aportan valores realmente funcionales y sanos, tal como se condensó en la última reunión de Davos.

La sostenibilidad será un imperativo de las empresas de todos los dominios y los ojos de clientes, accionistas y empleados estarán en sus aportes al largo plazo y en el propósito de construir naciones y un mundo más justo para todos.

La rapidez de los cambios nos exige cada vez más como individuos y sociedad, pero no debemos perder el sentido de las prioridades: en un país como Colombia la paz es esquiva, pero por ella y por la convivencia debemos luchar siempre, así como debemos hacerlo por una mayor equidad y más posibilidades para todos.

Hoy, si alguien me preguntara qué es lo primero que yo haría, respondería: debemos hacer sin más dilaciones el catastro multipropósito sobre todo en las zonas rurales. Toda la nación y todos los poderes deben ponerse en ello y trabajar para sacar una iniciativa que permita una mejor y más formal asignación de la tierra y que dé la oportunidad para que millones de compatriotas logren acceso a ella y cumplan su sueño de ser copartícipes de una nación inmensamente rica en recursos.

Ello es complejo, pero no imposible. Y para hacerlo contamos con la ayuda de numerosos países que ya lo han hecho y nos darían su conocimiento y experiencia.

Pero debemos alinear nuestro sistema legal, nuestros departamentos de estadística, nuestros recursos y, sobre todo, nuestra voluntad. Si vamos en este orden seremos capaces de resolver problemas y sobre-pasar obstáculos que ahora se ven imposibles. Porque siempre nos será posible progresar y generar mejor calidad de vida. Porque si hacemos lo justo, lo lógico y lo humano, basados en un concepto de mayor igualdad y dentro de una democracia disciplinada e incluyente, no podrá ser de otra manera.

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Ciencia, tecnología e innovación para dinamizar relaciones en el entorno

Enero 26, 2022

Bienvenidos a la nueva edición de la Revista Universidad EAFIT, con la cual los invitamos a conocer los más recientes procesos y resultados de investigación de una institución que le apuesta al desarrollo científico y tecnológico. Antonio Copete, Vicerrector de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Universidad EAFIT.

Apreciados lectores de la Revista Universidad EAFIT – Descubre y Crea, en esta primera ocasión en que me dirijo a ustedes como vicerrector de Ciencia,
Tecnología e Innovación quiero agradecerles su interés en este trabajo de periodismo científico que busca recoger una muestra representativa de la riqueza intelectual de nuestra Universidad y presentarla de una manera pedagógica y atractiva para ustedes.

Al mismo tiempo, queremos que marque la apertura de una nueva era para el Ecosistema de Ciencia, Tecnología e Innovación (CTeI) de EAFIT en la que buscamos construir sobre lo construido en etapas anteriores y trazar un nuevo rumbo con la llegada de nuestra rectora Claudia Restrepo Montoya, acompañada de un renovado equipo directivo que quiere reimaginar nuestra Universidad desde sus fundamentos.

En esta era buscamos consolidar el Ecosistema de Ciencia, Tecnología e Innovación de EAFIT, anclado en la investigación como la actividad fundacional que busca definir y expandir las fronteras del conocimiento, pero que se afianza a través de las actividades de uso, transferencia y apropiación social del conocimiento, así como las de formación en capacidades y saberes en CTeI.

Para lograr su mayor potencial, estas actividades no deben ser vistas como aisladas e independientes entre sí, sino como interdependientes, en diálogo e interacción constante, desde la misma etapa de concepción de políticas, planes, programas y proyectos. En otras palabras, el éxito en una actividad de CTeI necesariamente contribuirá y requerirá del éxito en las otras.

Esta edición de la Revista Universidad EAFIT – Descubre y Crea encapsula en buena parte lo que me atrajo a hacer una apuesta personal por EAFIT y a convertirme en miembro de esta comunidad. Por una parte, recoge una muestra de la actividad científica e investigativa de nuestra Universidad, con una fuerte conexión a problemas tangibles de nuestra sociedad, a través de sus comunidades y organizaciones, en este caso con énfasis en las ciencias del cuidado, en el contexto de una pandemia que ha supuesto un gran reto para todos como humanidad.

En consonancia con lo que nos identifica, lo hace desde el abordaje de diferentes áreas del conocimiento, incluyendo la salud física y mental, las ciencias sociales, la economía, el medio ambiente, entre otros, conexiones que buscaremos seguir estimulando a través de una aproximación transdisciplinar a los retos que
presenta nuestra sociedad.

Esta revista busca abrir una ventana que estimule diálogos y conversaciones tanto dentro como fuera de nuestra institución sobre el rumbo de nuestro quehacer intelectual y su impacto en nuestro entorno. En la búsqueda de ese objetivo, quiero reafirmar el compromiso de la Vicerrectoría de Ciencia, Tecnología e Innovación de ser un catalizador y un vehículo para dinamizar estas actividades en nuestra comunidad, de cara a las organizaciones de diferente naturaleza con las que nos relacionamos con las cuales buscamos generar valor en diversas dimensiones.

Espero que encuentren este número tan estimulante como lo he encontrado yo y que no solo nos continúen leyendo, sino que nos hagan llegar todas las observaciones y aportes que busquen fortalecer el desarrollo de nuestra misión.

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Patentes: una clara evidencia del desarrollo científico y tecnológico de EAFIT

Enero 26, 2022

Diversos proyectos de la Universidad EAFIT siguen demostrando su compromiso con los desafíos del entorno. Agencia de noticias EAFIT.

Inspirados en la naturaleza y con el fin de alcanzar una mayor protección, flexibilidad y resistencia contra cargas explosivas de alta energía, investigadores de EAFIT y de la empresa Tecnologías Marte crearon un novedoso material sintético que se asemeja a las escamas de los peces.

Aplicaciones en productos industriales como chalecos antibalas y trajes antiexplosivos, el caso de unas plantillas para botas que absorben la energía de las minas antipersona, así como equipamiento deportivo que requiera de implementos de seguridad con estas características son algunas de las potencialidades de esta tecnología desarrollada por la spin off, un avance que es producto del asocio entre la Universidad y la empresa privada.

"Entendiendo cómo funcionan y qué beneficios tienen nos dimos cuenta de que las escamas son un sistema, una especie de grabado si se quiere en la piel del animal, que tiene la configuración de un material compuesto y que permite la protección contra el ataque de depredadores. Al estudiar esto, empezamos a trabajar en busca de materiales sintéticos que se parecieran a lo que fueran las escamas, buscando flexibilidad y disminución de peso en sistemas de protección balística", explica Alexander Ossa, doctor en Materiales Compuestos Particulados y coordinador del Grupo de Investigación en Materiales de Ingeniería de EAFIT.

El proceso comenzó desde el año 2011 cuando el grupo de investigación y Tecnologías Marte se encontraron trabajando de forma independiente en el diseño de subsistemas de blindaje, coincidiendo en convocatorias científicas para el desarrollo de nuevos dispositivos con este enfoque.

"Vimos que había sinergia porque estábamos en el desarrollo de materiales nuevos, muy enfocados a cargas de alta potencia en munición. Nosotros en ese momento estábamos diseñando lo que sería el desarrollo nacional de los pisos para el helicóptero Arpía y él estaba trabajando en biomimética, en absorber los impactos de explosiones", recuerda Javier Mauricio Betancur, gerente de Tecnologías Marte.

Así lucen los prototipos de los chalecos. Foto: Róbinson Henao.

Desde este momento, los inventores se conectaron y empezaron a buscar la financiación de un proyecto que tenía el objetivo de desarrollar blindajes biomiméticos, algo finalmente aprobado por Colciencias (actualmente Ministerio de Ciencias, Tecnología e Innovación).

"La invención es muy buena porque permite hacer varias cosas. Si se compara con blindajes del mismo nivel con un impacto de la misma fuerza, podemos bajar al mismo tiempo el peso del blindaje y la fuerza que llega al cuerpo
de la persona. Hemos visto que tiene aplicaciones en blindajes de vehículos y puede tener, incluso, aplicaciones en absorción de impactos de otro tipo, no solo disparos. En teoría, esto lo podríamos usar hasta para deportes extremos
o motocicletas".

Así lo destaca Javier Mauricio, quien señala que luego de recibir la patente la empresa continúa el proceso habitual de certificación y manufactura para comercializar los productos.

Basado en la bioinspiración

“Esta patente nos parece muy interesante por su concepto de bioinspiración y por cómo los investigadores tomaron los patrones y la inteligencia de la naturaleza para diseñar elementos de protección para hacer blindajes de todo tipo: chalecos, plantillas, insertos, placas para vehículos o helicópteros. Dada su versatilidad, desempeño y bajo peso es una tecnología con gran potencial”, afirma Sara Hernández Hernández, jefa de Transferencia de Tecnología y Conocimiento en Innovación EAFIT.

Con este dispositivo contra impactos, una de las posibles aplicaciones es el diseño de chalecos antibalas biomiméticos, que han evidenciado ser un sistema de protección no tan rígido como otros existentes en el mercado, es decir, con menor peso, mucho más flexible y cómodo para los usuarios, manteniendo a su vez un nivel alto de protección a impactos balísticos y antiexplosivos.

"Consiste en un material compuesto que es polimérico con unos grabados superficiales. Estos grabados se hacen dependiendo de la zona en la que se quiere que haya mayor flexibilidad. Este sistema de material lo hemos ensayado en chalecos antibalas y también desarrollamos unas plantillas antiexplosivos para minas antipersona. También está pensado para ser utilizado, por ejemplo, en puertas de blindaje de vehículos", comenta Alexander Ossa, profesor del Departamento de Ingeniería de Producción de EAFIT, quien se ha especializado en biomimética y en observar las ventajas evolutivas de la naturaleza para diseñar nuevos productos.

Una de las investigadoras que participó de este avance, la doctora en Ingeniería Susana Estrada, quien en el momento del desarrollo era estudiante de la maestría en Ingeniería de la Universidad, destaca las características de este dispositivo de protección que combina la rigidez de las fibras sintéticas con la flexibilidad apropiada de otros materiales naturales.

"Es muy bueno que proyectos que se hacen en laboratorio tengan realmente un impacto sobre la industria. Es un material que, en comparación con el material sin grabar, es más resistente y flexible, lo que es maravilloso para aplicaciones básicamente de impacto pero que requieren de movimiento, como los chalecos antibalas o chaquetas de motociclistas, e incluso otros elementos deportivos", resalta Susana Estrada, experta en ciencia de los materiales y biomimética, quien se vinculó al grupo de investigación en Materiales de Ingeniería para trabajar en el proyecto de Protección Antiexplosivos Biomimética (PANEB), como parte
de la convocatoria promovida por la Gobernación de Antioquia en 2011, llamada Por una Antioquia sin MAP –Minas antipersona–.

La invención tiene aplicaciones en chalecos antibalas y trajes antiexplosivos, así como para equipamiento deportivo que  requiera de implementos de seguridad con estas características como, por ejemplo, el motociclismo.

Biopesticida para el control biológico de plagas de banano

Un nuevo biopesticida que puede emplearse para el control de algunos hongos y bacterias patógenos de las plantas de banano, que mejora la producción en este cultivo en la agroindustria, fue patentado por investigadores del grupo de investigación en Ciencias Biológicas y Bioprocesos (Cibiop) de EAFIT y de la
Asociación de Bananeros de Colombia (Augura) a través del Centro de Investigaciones del Banano (Cenibanano).

La patente de invención es un pesticida que tiene como ingrediente activo la cepa bacteriana bacillus subtilis EA-CB0015 y sus metabolitos o compuestos químicos que resultan de su metabolismo, lo que difiere del estado de la técnica más cercana y es susceptible de aplicación industrial.

Este desarrollo biotecnológico podría favorecer a algunos agricultores, en particular aquellos que cultivan banano ya que es donde más estudios han adelantado como parte de la alianza entre EAFIT y Augura. También podría emplearse en otros cultivos, aunque se necesitarían más evaluaciones que respalden su eficacia.

"Si se logra comercializar y poder llevar el pesticida a los agricultores sería una alternativa entre las ya existentes para el control de algunas enfermedades. Se estaría aportando un ingrediente activo adicional, de mucha utilidad, porque podría emplearse en ocasiones donde algunas moléculas químicas no son permitidas o se tienen altas presiones de patógenos resistentes", explica la investigadora Sandra Mosquera.

Ella explica que si bien el desarrollo del producto terminó, aún trabajan en la caracterización de la cepa bacteriana y tratan de producirla a mayores escalas para su evaluación en otros cultivos.

"Esta patente, en este momento, nos permite entrar en mejores conversaciones con posibles licenciatarios de la tecnología porque está más protegida", indica Valeska Villegas Escobar, doctora en biología e investigadora del Departamento de Ciencias Biológicas de EAFIT y del grupo de investigación Cibiop.

En el desarrollo de este tipo de proyectos, de acuerdo con Adriana García Grasso, directora de Innovación EAFIT. dependencia que acompaña la transferencia de conocimiento y tecnologías al mercado, se conjugan las capacidades de investigación y formación de la Institución con la experiencia en el cultivo agrícola de Augura. "La articulación de la industria con la Universidad ha sido uno de los factores que ha permitido potenciar el desarrollo de esta y otras tecnologías al servicio de la agricultura", dice Adriana García.

El proceso investigativo se origina en 2008 como parte de un proyecto financiado por Colciencias, actualmente Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (Minciencias), que surgió de la necesidad del sector bananero por reemplazar los fungicidas químicos empleados habitualmente en los cultivos agrícolas.

 

Colombia terminó el año 2020 con un total de 51.454 hectáreas sembradas de banano. El 69% de las exportaciones de la fruta son a países de la Unión Europea, 16 % a Estados Unidos y 15% al Reino Unido. Foto: Pixabay.

"En esta colaboración Augura fue clave pues propone y da un conocimiento muy puntual acerca del cultivo de banano. La Universidad ayuda en la búsqueda de alternativas para la solución. Esta dinámica de identificación del problema y de ayudar a su solución es fundamental, pues la investigación que se desarrolla en la Universidad debe estar enfocada en solucionar problemas reales de los diferentes sectores productivos del país", dice Sandra Mosquera. La investigadora, actualmente, integra dos proyectos de investigación en la Universidad, uno en aguacate con colaboración de Cartama y otro en cacao. Ambos se desarrollan con hongos fitopatógenos de estos cultivos.

Una alianza fructífera

Desde 2008, las instituciones a través de sus grupos de investigación y laboratorios, como el Centro de Investigaciones del Banano (Cenibanano), trabajan en el desarrollo de nuevos productos biológicos a partir de microorganismos de la biodiversidad nativa colombiana. Su propósito es com batir los principales patógenos que afectan a los cultivos cumpliendo con la normatividad internacional respecto al uso de productos químicos.

"Ha sido un trabajo constante en el tiempo. Augura siempre ha planteado la necesidad de desarrollar esos productos para su gremio y lo visualizaron desde hace más de una década. Hoy en día se dan cuenta de la importancia que tiene esto bajo la presión internacional en cuanto a la regulación de muchos pesticidas químicos que van a salir del mercado", indica Valeska Villegas.

Esta alianza tiene antecedentes de registro de propiedad intelectual por el desarrollo de nuevos antibióticos para combatir patógenos como el moko (Ralstonia solanacearum), una bacteria considerada problema fitopatológico en las regiones productoras de banano en Urabá y Magdalena.

Así mismo, en 2019 ambas entidades recibieron patente por la invención del Proceso para incrementar la producción de biomasa y esporas de bacterias promotoras del crecimiento vegetal del género Bacillus -Bioestimulante. Este bioestimulante, que se aplica a cultivos agrícolas y estimula la producción de banano, ya había obtenido en 2017 el registro de invención por parte de la Oficina de Patentes y Marcas de Estados Unidos.

"Ha sido un trabajo de investigación e innovación de largo aliento que nos ha dejado muchos aprendizajes, no solo desde la perspectiva de propiedad intelectual, también desde el punto de vista de transferencia de tecnología y conocimiento, con la búsqueda y gestión de potenciales licenciatarios que sean los aliados para la producción y comercialización de este nuevo biopesticida", comenta Adriana García.

 

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Las relaciones entre universidad, empresa y paz

Septiembre 10, 2020

Gonzalo Restrepo López. Empresario y exnegociador de paz en La Habana.

Fui nombrado en la mesa de negociación entre el Gobierno Nacional y las entonces Farc-EP hacia finales de 2014 y participé en este grupo negociador hasta la firma de los acuerdos definitivos que hoy se encuentran en vía de implementación.

En ese contexto, la Universidad EAFIT, en conjunto con la Asociación Nacional de Industriales (ANDI) y Proantioquia, hizo una importante contribución a los empresarios y al proceso de paz aportando insumos y construyendo redes para el intercambio de ideas y experiencias que fuesen tenidas en cuenta en la mesa de negociación de La Habana, siempre en una posición de respeto neutral frente a lo que allí se trató.

No puedo de forma simple describir lo que significa para alguien como yo, que viene del sector privado, estar en la mesa de negociación de una posible paz en una nacion que prácticamente durante toda su existencia ha estado sumida en un conflicto complejo y de profundas consecuencias sociales y económicas.

Me sentí solo y casi desbordado por la profundidad de los temas, su amplitud, por requerir una formación multidisciplinaria y por la gran responsabilidad que ello conllevaba. Era un trabajo que no se podía hacer mal informado o sin preparación en cada tema, y en el que el estudio y la lectura permanente eran obligatorios.

Si bien fui nombrado como negociador representante de todos los colombianos, no me fue posible evitar que tanto el equipo al que pertenecí como el de otro lado de la mesa me consideraran representante de los empresarios. Por eso se acentuaban las miradas sobre mí cuando se trataba de temas que de alguna forma tuviesen que ver con la empresa y con su participación en el desarrollo de la vida nacional.

Ya retirado de mis actividades como administrador, por mi participación como miembro del Consejo Directivo de Proantioquia y exalumno de EAFIT, acudí a estas dos instituciones para que me brindaran soporte y material de estudio y análisis. Ambas se acercaron también a la ANDI, que representa a tantos empresarios, y que se sumó a ese esfuerzo.

Para aportar material objetivo y basado en análisis, me apoyé igualmente en los insumos de otras universidades y tanques de pensamiento. La tarea de un negociador no puede llevarse solo a la arena política y ninguno de ellos es experto en tantos y tan bastos temas, por lo que las horas de sueño se tuvieron que cambiar muchas veces por el estudio y una escucha inteligente sobre innumerables asuntos que van desde lo histórico hasta los problemas de la tierra, el narcotrafico, la economía, el sistema legal, lo económico y lo social.

Me sobran agradecimientos para el rector de la  Universidad, el director de Proantioquia, el presidente de la ANDI, la Escuela de Humanidades de EAFIT y muy especialmente para su entonces decano, Jorge Giraldo, por el profesionalismo y disposición siempre abierta y permanente. Gracias a ellos, la mesa contó con estudios sobre Justicia Transicional, la cuestión rural y la construcción de paz en Colombia, el Consejo Nacional de Paz en la implementación de los acuerdos, y los desafios para la transición hacia la paz, entre muchos más.

De especial importancia fue el compendio histórico titulado Los retos de los empresarios en la construcción de paz que, de algún modo, llamaba a los empresarios a no marginarse de su participación en la construcción de una paz ya visiblemente posible, aportando un material que invito a estudiar y a leer con detenimiento.

Todo ello, sumado a mis constantes visitas a EAFIT, me permitió recoger material de otras experiencias de paz y sopesar perspectivas sobre lo que en ese momento existía como una posibilidad. Aprendí de las ciencias sociales y descubrí que mi experiencia de vida y una carrera empresarial de más de 40 años no eran por si solas suficientes para asumir semejante reto.

EAFIT ha hecho este y muchísimos otros aportes al mundo de la empresa como proveedor de conocimiento, facilitador de intercambios y gestor del desarrollo y el cambio en diversos campos científicos y humanísticos.

Con todos sus problemas, Colombia ha progresado. Pero ese progreso no es suficiente y afloran nuevos retos. La atención al medio ambiente nos obliga a todas las empresas, pues aquellas que no participen de este esfuerzo no estarán en el mapa.

Y deberán adaptarse a un nuevo enfoque de empresa que ya no se justifica solo con ganancias: hoy es necesario que su accionar se ocupe, además, por humanizar el lugar de trabajo, por su contribución a crear valor en sus comunidades y su sociedad con cero corrupción, nadando en ecosistemas digitales y ofreciendo a sus clientes productos que aportan valores realmente funcionales y sanos, tal como se condensó en la última reunión de Davos.

La sostenibilidad será un imperativo de las empresas de todos los dominios y los ojos de clientes, accionistas y empleados estarán en sus aportes al largo plazo y en el propósito de construir naciones y un mundo más justo para todos.

La rapidez de los cambios nos exige cada vez más como individuos y sociedad, pero no debemos perder el sentido de las prioridades: en un país como Colombia la paz es esquiva, pero por ella y por la convivencia debemos luchar siempre, así como debemos hacerlo por una mayor equidad y más posibilidades para todos.

Hoy, si alguien me preguntara qué es lo primero que yo haría, respondería: debemos hacer sin más dilaciones el catastro multipropósito sobre todo en las zonas rurales. Toda la nación y todos los poderes deben ponerse en ello y trabajar para sacar una iniciativa que permita una mejor y más formal asignación de la tierra y que dé la oportunidad para que millones de compatriotas logren acceso a ella y cumplan su sueño de ser copartícipes de una nación inmensamente rica en recursos.

Ello es complejo, pero no imposible. Y para hacerlo contamos con la ayuda de numerosos países que ya lo han hecho y nos darían su conocimiento y experiencia.

Pero debemos alinear nuestro sistema legal, nuestros departamentos de estadística, nuestros recursos y, sobre todo, nuestra voluntad. Si vamos en este orden seremos capaces de resolver problemas y sobre-pasar obstáculos que ahora se ven imposibles. Porque siempre nos será posible progresar y generar mejor calidad de vida. Porque si hacemos lo justo, lo lógico y lo humano, basados en un concepto de mayor igualdad y dentro de una democracia disciplinada e incluyente, no podrá ser de otra manera.

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Oportunidades y debilidades para el campo colombiano

Septiembre 10, 2020

Jorge Enrique Bedoya Vizcaya. Presidente de la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC).

Colombia puede convertirse en una potencia en producción agropecuaria porque tiene muchas condiciones favorables para lograrlo. Para empezar, la frontera agrícola del país es de 40 millones de hectáreas de las cuales solo se están utilizando siete, es decir, posee un potencial muy importante representado en buena cantidad y calidad de tierras y aguas.

Una de las ventajas que tenemos, y que de pronto puede sonar demasiado holística, si se permite la expresión, es la resiliencia del pueblo colombiano. El campo fue tal vez el sector más afectado por la violencia debido a medio siglo de conflicto armado, al terrorismo, presencia del narcotráfico, de bandas criminales...

Y a pesar de eso, tiene una producción que, en muchos casos, es competitiva en el ámbito internacional, pero que igualmente ha demostrado liderazgo para llegar a la mesa de los colombianos.

Eso se debe a la tenacidad de la gente, por lo que yo apelo a esa primera característica como una de las mayores ventajas del país. Lo segundo es que tenemos dos costas, más de cinco puertos marítimos grandes, una infraestructura de aeropuertos en la que hemos avanzado, por lo que ahí está una opción enorme de llegar a los mercados internacionales. Tercero, la democracia colombiana es vibrante, obviamente con los problemas que todos conocemos; pero es un sistema que respeta el derecho a la propiedad privada y eso facilita la inversión nacional y la presencia de la inversión extranjera.

Tenemos muchas dificultades, pero menciono las más críticas y están en lo que en la SAC hemos llamado “la deficiencia de los bienes públicos rurales”. Una de las restricciones más complejas es la falta de carreteras: el país tiene 175.000 kilómetros de vías terciarias para esos 40 millones de hectáreas y solo el 10 % está en buen estado. Esa falta de comunicación entre lo rural y urbano, si no se resuelve, va a ser un cuello de botella que siempre tendremos como lastre.

Otro punto es la conectividad de internet y la señal de telefonía celular para dispositivos inteligentes porque hoy, más que nunca, debemos impulsar para que lleguen la educación, la telemedicina, las nuevas tecnologías que apoyan la producción agropecuaria...

En conjunto, esos factores son clave para permitir la buena calidad de vida de los habitantes rurales. El momento actual ha permitido que el mundo urbano esté dando una mayor importancia a lo que pasa en la ruralidad.

En ese marco, las univesidades, junto a otras entidades como el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA) y los gremios de la producción pueden jugar un papel interesante en el empeño de impulsar el campo colombiano a niveles superiores.

La educación puede fortalecer a quienes trabajan en el campo, a los emprendedores nuevos y futuros, en tanto la investigación científica conduce a la mejora de tecnologías para que podamos hacer un campo más productivo y rentable.

Otro problema es la alta tasa de informalidad laboral, una restricción que se puede volver una oportunidad: la mano de obra de la ruralidad se ha envejecido, los jóvenes se han ido para las ciudades y la tasa de informalidad laboral es del 86 %. Esto último tiene solución en una serie de reformas sencillas que requieren la decisión política por parte del Estado. Si se resuelven estos cuellos de botella, sumados a la resiliencia mencionada y a las fortalezas institucionales, podemos dar un impulso fuerte.

En este marco, todos los subsectores agropecuarios tienen una gran oportunidad porque Colombia tiene una clase media emergente y eso significa que consume productos de mayor valor agregado. Asimismo, nuestra ubicación  en  el  trópico  permite  la  producción de muchos alimentos y frutas que son una maravilla no solo para el mercado doméstico sino para el internacional. Y en este último, con los acuerdos comerciales que hemos negociado, hay oportunidades para todos los sectores de la producción agropecuaria.

El mercado interno como lo conocemos en Colombia, donde la fruta, los hortalizas y las proteínas de origen animal son principales en la dieta alimentaria, representa oportunidades y nichos de mercado a los que se les puede apostar en función de las regiones con vocación productiva. Eso redundará en la generación de empleo, bienestar, divisas por vía de las exportaciones y una mejor nutrición para nuestra población.

Frente a los temas de la seguridad jurídica de la propiedad rural tenemos un proyecto de ley que trabajamos con el gobierno anterior y que este gobierno adoptó. Es el proyecto de Ley de Tierras que, sin embargo, no ha sido discutido por el Congreso de la República: la Comisión Quinta del Senado lo dejó morir en el período previo al comienzo del nuevo gobierno y hasta el momento no se ha movido.

Esa ley daría claridad jurídica en relación con temas como la expropiación de tierras, la claridad para los ocupantes de buena fe y la extinción del derecho de dominio por inexplotación, por mencionar algunos puntos álgidos. Pero el país también debe trabajar en los sistemas de titulación de tierras y en la identificación de los baldíos de la Nación.

De ese modo, además de ir de la mano de la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras, se permitirá que campesinos sin tierra se vuelvan propietarios y, por esa misma vía, tener una ley de crédito que favorezca a la ruralidad en su conjunto. Si juntamos todas las posibilidades y potencialidades, el campo dará un salto muy importante porque es un territorio promisorio para el desarrollo.

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“Colombia entró en la era de la transición energética”

Septiembre 10, 2020

Carlos Gustavo Cano Sanz, exministro de Minas y Energía, asegura que más rápido
de lo que se cree el país tendrá las condiciones óptimas para desarrollar una importante
industria de energías alternativas como la solar y la eólica.

Javier Arboleda García, Colaborador.

Ante el creciente consumo de energía y la necesidad de una producción más limpia y menos contaminante, el país se propone generar en los próximos cuatro años 2250 megavatios de energías renovables o no convencionales. Eso equivale a lo que producirá la central hidroeléctica Hidroituango y 20 veces lo que consume al año una ciudad como Villavicencio.

El asunto implicará que el país pase de producir 50 megavatios de energías renovables en el año 2019 a esos 2250, lo que representará un salto importante en la meta de contar con el 10 % de este tipo de energías en el Sistema Interconectado Nacional.

Para hacer un comparativo del rumbo que está tomando esta transición energética en el ámbito global, Naciones Unidas estima que en el año 2050 el 87 % de la energía que consumirá el mundo será de fuentes renovables.

Para algunos, las condiciones actuales del sistema energético del país hacen que esa meta del 10 % pueda parecer improbable, pero el exministro de Minas y Energía Carlos Gustavo Cano Sanz sostiene que las ventajas comparativas del país permitirán que esa cifra se supere con creces.

Colombia consume cada año unos 70.000 megavatios de energía y espera, según la demanda, que esta cifra tenga un incremento del 2 % anual en la próxima década. El exministro Cano Sanz, economista de la Universidad de los Andes, con maestría en economía de la Universidad Lancaster, de Inglaterra, e integrante del Consejo Superior de la Universidad EAFIT, plantea en esta entrevista que Colombia superará sin problema la meta trazada:

¿Cuál es hoy el panorama energético en el país?

“Colombia, como buena parte del mundo, entró en la era de la transición energética. El país tiene una industria petrolera solvente y fuerte. Ecopetrol es la empresa más grande del país y ha empezado a dar pasos hacia las energías alternativas". "Además, la última subasta convocada por el Ministerio de Minas y Energía (contrato para garantizar suministro de energía al país) le asegura a Colombia que en el año 2022 habrá una generación, por esa vía, de 2250 megavatios de energías renovables. Eso es el equivalente, por ejemplo, a lo que producirá Hidroituango, calculado en 2400 megavatios”.

¿Cómo ha sido ese crecimiento de Colombia?

“En los últimos tres años la generación de energías alternativas, en especial la solar, representó más del 50 %. Son señales que demuestran que el país va en el camino de la renovación, hecho que contribuirá a mitigar los efectos del cambio climático”.

Foto: de Róbinson Henao

La decisión de construir hidroeléctricas de gran tamaño es cada vez más. Foto: Róbinson Henao

 

La magnitud de la propuesta

Con la subasta de energías renovables a la que hace alusión el exministro Cano, realizada a principios de 2019, el Ministerio de Minas y Energía asignó esa cuota de generación a ocho proyectos en los que participarán siete empresas generadoras y 22 comercializadoras.

Esos proyectos, de los cuales cinco son de energía eólica y tres solares, demandarán una inversión cercana a 2200 millones de dólares, dice el Gobierno Nacional, mucha de ella de inversión extranjera, pues en los ganadores de la subasta hay compañías foráneas.

La incidencia de la subasta y la de otros 215 proyectos que se ejecutan en diversas partes del país diversificará la matriz eléctrica, ayudará a mitigar los efectos del cambio climático, evitará vulnerabilidades como el Fenómeno El Niño y permitirá llegar a la meta del 10 % de producción de energías renovables, anunció la ministra de Minas y Energía, María Fernanda Suárez.

Y aunque Colombia apenas entra en la onda de esa transición, debido a las exigencias y preferencias de los consumidores que ahora piden modos más limpios de producción, solo es superado en Latinoamércia, en proyectos e infraestructura, por países como Brasil, Chile, Costa Rica y México, según un informe de WWF (World Wide Fund for Nature – Fondo Mundial para la Naturaleza), una de las organizaciones más prestigiosas del mundo en la lucha por la conservación ambiental.

Esta organización no gubernamental recogió diez mil firmas para pedirle al Gobierno Nacional de Colombia que establezca un objetivo ambicioso de energías renovables a 2030 y defina  una estrategia que le permita alcanzarlo, más allá de lo que se planteó con la subasta.

“En el año 2025 empezará el declive progresivo del uso de la gasolina, por la fuerza de la producción eléctrica”.
Carlos Gustavo Cano Sanz, exministro de Minas y Energía.

Un asunto de sostenibilidad ambiental
Exministro Cano Sanz, ¿por qué es necesaria esa transición?

“Porque nos deja el bus: tenemos que estar en consonancia con los nuevos tiempos y, sobre todo, con las exigencias y preferencias de los consumidores. Ahora son mucho más conscientes sobre la protección ambiental, la sostenibilidad y, muy especialmente, sobre la necesidad de mitigar los efectos del cambio climático. La sostenibilidad es importante porque las energías alternativas son el eje transversal de los llamados 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible planteados por Naciones Unidas”.

¿Qué pasará en la industria colombiana?

“Las energías alternativas permitirán, en principio, la digitalización de los procesos productivos, de bienes y servicios, lo que ahorrará mucho en el consumo de energías de otro tipo”.

¿Qué ventajas comparativas tiene Colombia para utilizar las energías solar y eólica?

“Tiene muchas en la solar, por su ubicación privilegiada en el planeta, donde la producción de ese tipo de energía es más directa y abundante que en otros lugares del mundo. Ya comenzamos, no solo con la subasta que mencioné sino con proyectos como el que emprendió Ecopetrol en el departamento del Meta”.

Iniciativas potenciales y actuales

De acuerdo con la Unidad de Planeación Minero Energética (UPME), unidad administrativa especial adscrita al Ministerio de Minas y Energía, Colombia cuenta con la suficiente materia prima para el desarrollo de las energías renovables.

“Los recursos disponibles, como una irradiación solar promedio de 194 W/m2  (energía emitida por el sol en forma de radiación electromagnética) para el territorio nacional (por encima del promedio mundial), vientos de velocidades medias en el orden de los 9 metros por segundo (a 80 metros de altura) en La Guajira, y potenciales energéticos del orden de 450.000 terajoules (TJ-sistema internacional utilizado para medir energía, trabajo y calor) por año, en residuos de biomasa, representan un atractivo importante comparados con los de países ubicados en otras latitudes del planeta”, destaca la UPME.

¿Qué falta para impulsar esta industria?}

“Que Colombia profundice en la legislación relativa a la tributación ambiental, es decir, que imponga impuestos a las emisiones de gases de efecto invernadero y establezca una buena tabla de compensaciones para impulsar esa transición”.

Por ahora, la Ley 1715 de 2014 promueve y ofrece incentivos para incursionar en el desarrollo de energías de carácter limpio y amigable con el medio ambiente. Este marco regulatorio también exonera del pago de aranceles a quienes importen equipos para el montaje de plantas solares u otras de energías no convencionales, como la eólica.

Transformación del parque automotor
Ahora bien, otro aspecto fundamental de cara a mejorar la calidad del aire tiene que ver con la incorporación de vehículos eléctricos. ¿Cómo será la transición energética en ese campo?

"En el más largo plazo habrá una transición fundamental en la movilidad, es decir, en vehículos y aeronaves. Entre 2017 y 2018 el crecimiento de vehículos eléctricos en el mundo fue del 63 %, con China a la cabeza (de dos millones de vehículos eléctricos que se produjeron el año 2018 en el mundo, el 56 % provino de ese país). La cifra aún es pequeña frente al parque automotor mundial, de 93 millones de vehículos, pero el crecimiento eléctrico seguirá aumentando al punto que en 2035 habrá 100 millones de unidades, superior al que hoy consume gasolina”.

¿Cómo se dará la transición del vehículo de gasolina, diesel o gas al eléctrico?

“Hay un pico importante: el año 2025, que es mañana. Para esa fecha empezará el declive progresivo del uso de la gasolina, por la fuerza de la producción eléctrica. Esto no implica que desaparecerá el petróleo sino que se utilice mejor en la industria petroquímica”.

Los avances de Medellín

En el ámbito colombiano, Medellín es un ejemplo en este tema: a finales del año 2019 la ciudad adquirió 64 buses padrones eléctricos chinos que de inmediato integró al servicio público de transporte. Cada vehículo tiene capacidad para 80 pasajeros y una autonomía de 300 kilómetros. Además, la capital antioqueña cuenta con un plan de incorporación de 1500 taxis eléctricos, de los cuales 200 empezarán a rodar en los próximos meses.

El consumo de combustibles fósiles es el principal productor de material particulado (conocido como PM 2.5 –por sus siglas en inglés–) y de dióxido de carbono (CO2), mayores contaminantes de la atmósfera. De acuerdo con el Área Metropolitana del Valle de Aburrá, autoridad ambiental en la región, en la sola contaminación del aire en Medellín hay una responsabilidad directa de los carros y motos, pues generan el 80 % de las partículas 2.5, el 74 % de CO2, el 99 % de
las emisiones de metano y el 80 % de las de oxígeno nitroso.

Finalmente, exministro Carlos Gustavo Cano, ¿considera usted que Colombia podría llegar a crear un tipo de generación de energías alternativas para grandes plataformas industriales y comerciales?

“Sin duda alguna, pero todo a su tiempo. Estamos avanzando en la adquisición y desarrollo de la tecnología, pero el gran reto es el almacenamiento, es decir, cómo diseñar baterías, pequeñas y gigantes, para ese almacenamiento. Si miramos cómo empezamos y cómo estamos hoy, nos damos cuenta de los pasos importantes que hemos dado y del ritmo acelerado con que esa industria viene creciendo”.

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Movilidad urbana sostenible: ciudades benignas

Septiembre 10, 2020

Alejandro Álvarez Vanegas. Profesor de Ingeniería de Procesos – Coordinador del Núcleo de Formación Institucional de EAFIT en Cultura Ambiental.

En el reporte de la Conferencia de Estocolmo, en 1972, se lee que “el hombre [el ser humano] es a la vez obra y artífice del medio ambiente que lo rodea, el cual le da el sustento material y le brinda la oportunidad de desarrollarse intelectual, moral, social y espiritualmente”.

La muestra por excelencia de nuestra condición de artífices del medio ambiente que nos rodea es la ciudad. Y es desde las ciudades que la humanidad debe generar las soluciones más contundentes para enfrentar la actual crisis ecológica y lograr un desarrollo sostenible.

En otras palabras, en el ámbito urbano deben materializarse pasos valientes hacia una sociedad en la que la búsqueda de una vida digna y de buena calidad (para todas las personas) se dé en armonía con la naturaleza. Esto no solo por el valor intrínseco que tienen las otras especies y el planeta en general, sino también porque, siendo los seres humanos naturaleza misma, al destruirla irremediablemente nos destruimos.

Uno de los temas más relevantes que pueden tratarse desde la convergencia entre ciudades y sostenibilidad es la movilidad. Y aunque no cabe duda de que la infraestructura y las tecnologías disponibles para el transporte juegan un papel determinante en la sostenibilidad urbana, estas no lo abarcan todo: el comportamiento de quienes ocupamos las ciudades (el hábito como forma de habitar) es también un asunto que vale la pena analizar, a pesar de que de manera usual se pone en un segundo plano. O precisamente debido a ello.

Y no hay que dar muchas vueltas para llegar a una lista de cambios de comportamiento fundamentales para una movilidad sostenible: se trata, en lo esencial, de desmotorizar la cotidianidad y de valorar más las alternativas colectivas.

Los motores son máquinas asombrosas que, sin duda, han posibilitado el alcance de una mejor calidad de vida y, claramente, sería un sinsentido pretender renunciar por completo a ellos. Pero es igualmente claro que la movilidad urbana ha llegado a unos niveles dañinos de dependencia del motor.

Asimismo, es comprensible que se opte por las alternativas privadas pero, de nuevo, el exceso ha conducido a una hiperindividualización en la movilidad que, sobre todo combinada con la adicción al motor, es problemática (tanto como pronunciar la palabra hiperindividualización).

Se necesita una ciudadanía dispuesta a caminar, a montar en bicicleta y a usar el transporte colectivo; personas que, si usan el carro, traten de compartirlo. Caminar o usar la bicicleta son formas de movilizarse que cuentan con la gran ventaja de que no se gasta combustible y, además, producen un placer adicional: como es nuestro propio esfuerzo el que nos lleva de un punto a otro, hay una sensación marcada de satisfacción y orgullo.

Y a ello se le suma el disfrute de evitar los trancones, de sentir la ciudad en forma más directa, de entenderse como parte de ella.Existen  razones  de  índole  ética  para realizar los cambios de comportamiento en la movilidad (en general, para propender por un estilo de vida sostenible), pues se trata del cuidado de la vida.

No hay que hacer más que mirar la cantidad de muertes asociadas a la mala calidad del aire o los impactos del cambio climático (ambos problemas derivados en gran medida de la piromanía global) para concluir que debemos reorientar la forma en que nos movilizamos.

En ocasiones tiende a confundirse la mitigación del abuso del carro particular –que es necesaria– con la eliminación de su uso –que es imposible–. Dejar el carro un día a la semana en la casa. Hacer teletrabajo de vez en cuando. Ir en bus o en metro y luego caminar. Todo suma: cualquier paso que se dé es una contribución importante y se puede avanzar de manera gradual, cada quien yendo hasta donde le sea posible, según su situación particular.

No hay que renunciar a todas las comodidades, pero sí es imprescindible reflexionar sobre el esfuerzo personal que podemos hacer.

Por último, si bien el esfuerzo personal es importante, para lograr adquirir y mantener los hábitos de una movilidad sostenible necesitamos también estrategias eentornos capaces de inspirarlos y permitirnos practicarlos. Se unen entonces los comportamientos y el asunto de la infraestructura. Caminar, montar en bici o tomar el bus: ninguno de estos debería ser un acto heroico.

Nuestras ciudades deberían estar diseñadas para ello, pero hay que aceptar que en la actualidad en Colombia ese no es el caso. Por eso la inversión en infraestructura debe ser coherente con los principios de la movilidad sostenible, tanto para reformar lo existente como para construir lo nuevo.

Mediante la inversión en educación e infraestructura sostenibles tenemos la posibilidad de hacer emerger un círculo virtuoso: entre más gente opte por la desmotorización y la mitigación de la hiperindividualización, menos contaminación, ruido y ocupación del espacio tendremos; lo que conducirá a un entorno urbano más amigable y atractivo, a una ciudad más capaz de invitar a más gente a conectarse de manera más cercana con la ciudad y a optar por lo colectivo... Y así sucesivamente.

No se pueden aplazar los esfuerzos personales e institucionales para humanizar las ciudades, entendiendo la humanización como una derivación de dos acepciones de humanidad: conjunto de personas, por un lado, y benignidad o afabilidad, por el otro. Las ciudades deben ser benignas, afables, más para las personas que para los motores.

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Covid-19: ¿Escondernos o enfrentarlo?

Septiembre 10, 2020

Diego F. Villanueva-Mejía. Investigador sénior, profesor titular y jefe del Departamento de Ciencias Biológicas, Universidad EAFIT.

A pesar de estar lejos de alcanzar las cifras de la pandemia más grave que afectó a la población humana (causada por el virus H1N1 en 1918, 500 millones de personas infectadas y 50 millones de muertos), es claro que el Coronavirus 2 del síndrome respiratorio agudo severo (SARS-CoV-2), agente etiológico de la enfermedad por Coronavirus 2019 (COVID-19), puso al mundo contra las cuerdas.

Para empezar, es bueno saber que los coronavirus (CoV) son una amplia familia de virus (conformada por cuatro géneros: alphacoronavirus, betacoronavirus, gamacoronavirus y deltacoronavirus) que han coexistido con nosotros durante mucho tiempo, infectando animales y humanos, y desarrollandoenfermedades que  pueden causar diversas afecciones, desde el resfriado común hasta enfermedades más graves, afectando sistemas entérico, respiratorio, renal y neurológico.

Con 5'467.945 personas infectadas y 344.731 decesos a nivel mundial (datos a mayo 25 de 2020 y contando), el SARS-CoV-2 aparece como el agente causal del brote epidemiológico más fuerte del siglo XXI (insisto en eso: el más fuerte), pues antes habíamos sufrido otros dos eventos zoonóticos gracias a los beta-CoV, causando fuertes brotes epidemiológicos: SARS-CoV (2002-2003) que emergió de un murciélago (8000 personas infectadas, 800 muertes); MERS-CoV (2012), que emergió de un camello, descubierto en Arabia Saudita y que aún permanece endémico en el Medio Oriente (2494 infecciones, 858 muertes y contando).

Esto, sin considerar las demás epidemias ocasionadas por otros microorganismos patogénicos. Saturados de información (y cuantiosa desinformación), en estos momentos la invitación es a mirar hacia adelante y sacar las mejores lecciones personales y colectivas para sobrevivir y sacar adelante nuestra especie. ¿Cuál es el camino para ello? La respuesta es sencilla: la ciencia.

Muestra de lo anterior son las 3068 publicaciones registradas en Scopus y las 11210 que aparecen en Web of Science (información a mayo 25 de 2020 referente a SARS-CoV-2 y covid-19), generadas en solo cinco meses, que sientan las bases para encontrar mejores técnicas diagnósticas, posibles curas a la enfermedad y entender cómo podemos recuperarnos como especie.

No obstante, aunque encontremos una cura (vacunas y medicamentos correctivos) que nos permita llegar a la “normalidad”, debemos ser cautos, racionales y obrar en consecuencia con las decisiones basadas en la ciencia y no en el pánico o la incertidumbre.

No podemos ocultar el sol con un dedo: como Homo sapiens, quedarnos resguardados en casa y escondernos de un organismo microscópico que existirá  con  nosotros por mucho tiempo es imposible.

Ahora tenemos el reto de sacar adelante nuestras actividades económicas, y todas en general, a la vez de prepararnos para coexistir (humanos y SARS-CoV-2),  anticipando nuevas olas de contagio que nos llevarán seguramente a cuarentenas intermitentes, en razón a que el virus ha llegado para quedarse: este y otros más.

Es prudente conocer que la mayoría de los virus humanos emergentes se originan en mamíferos salvajes. Análisis exhaustivos de las asociaciones conocidas entre virus y mamíferos han determinado que los roedores, y en especial los murciélagos, albergan una proporción significativamente mayor de zoonosis.

Sin el objetivo de satanizar a estos animales (por su importancia en el control de poblaciones de insectos, en la polinización, la dispersión de semillas y la fertilización del suelo), hoy concierne mencionar que los murciélagos son reservorios y vectores de una gran cantidad de infecciones virales zoonóticas, incluidas el SARS, MERS, los filovirus Ébola y Marburg, los lissavirus, los virus Hendra y Nipah, entre otros, por lo que comprender los impulsores de la transmisión viral  interespecífica es una importante prioridad de investigación científica en biodiversidad y salud pública no solo hoy, ¡en adelante!

Entonces, ¿seguirnos exponiendo al SARS-CoV-2? Es lo ideal, pero con mesura. Hemos estado y seguiremos expuestos eventos de infección por virus, incluso de la familia de los coronavirus.

Pero hasta eso es bueno en tiempos de crisis como los que atravesamos en la actualidad, pues hay reportes científicos de la inmunidad natural preexistente en humanos no infectados, ni expuestos al nuevo coronavirus (SARS-CoV-2), todo ello gracias a la reactividad inmune entre coronavirus humanos (HCoV) que se propagan estacionalmente y que proporcionan protección cruzada, aunque transitoria, contra la infección con distintos tipos de HCoV.

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